El 2020, un año para recordar

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El 2020 fue un año como pocos. Para muchas familias significó tragedia, a veces médica, a veces económica, a veces ambas. Ojalá que no se nos olviden los errores que se cometieron desde el poder político en materia de salud pública, prevención, apoyos, comunicación y administración. Claro que tuvo sus momentos positivos, no todo fue malo, pero más de 120,000 muertes no se pueden, no se deben, poner debajo de un tapete. 

El 2020 debe de pasar a la lista de años que cambiaron mentalidades, deseos y realidades. El 2020 debe de estar en la misma lista que 1968, 1985 y 1994. Años que no deben de ser olvidados. 

El 2020 fue el año de la COVID-19. Fue al año de la pandemia, de las muertes, de los hospitales abarrotados, del aislamiento, de los locales cerrados, del miedo. Pero ojalá también sea el año en que los electores obtuvieron más información para tomar una decisión en las próximas elecciones. Ahora es más claro que durante las campañas, los electores deben de exigir respuestas menos chistosas y más estructuradas. No importa el color del gobierno, éste no puede ser dejado sin supervisión. 

El 2020 también tuvo lo suyo en temas no relacionados directamente con la salud pública. Por ejemplo, fue el año en que un ex secretario de Seguridad Pública fue apresado en Estados Unidos y comenzó su juicio. Fue el año en que un ex secretario de la Defensa Nacional fue apresado en Estados Unidos y dejado en libertad a petición del gobierno de México. ¿La diferencia entre uno y otro? Usted haga las especulaciones que considere oportunas. 

El 2020 también fue el año en que, casi, le incumplimos un tratado internacional a Estados Unidos en materia de agua, así como el año de la reforma (incompleta) a las pensiones para el retiro, la firma del T-MEC, la austeridad como fin, la migración como delito, la no-legalización de la marihuana para fines recreativos, la ejecución de un exgobernador, la muerte del creador de Mafalda y de la derrota electoral de Trump. 

El 2020 fue un año extraño en materia jurídica. Fue el año de los “toques de queda” en algunos municipios y de las “leyes secas” aquí y allá. El año del semáforo daltónico, la e-justicia (que sigue sin ser justa) y de las clases en línea (para unos afortunados). 

El año de la desaparición de los diabólicos fideicomisos y de la estigmatización de la ciencia. Fue el año en el que algunos gobernadores se acordaron de que ellos también son electos por el pueblo y que no son empleados del presidente, mientras que otros demostraron que sí lo son. 

El 2020 fue un año de sangre, en los hospitales y en las calles, pero también puede ser un año de esperanza. Puede ser el año que marque el fin de la violencia política en contra de las mujeres y el año del inicio de la paridad de género en todo. Puede ser el último año donde los niveles de violencia en contra de mujeres alcancen niveles estratosféricos. 

El 2020 puede ser el año que nos enseñe que la solidaridad ciudadana salva empleos y que la autodisciplina salva vidas. El año en que cientos de jóvenes decidan estudiar Medicina, inspirados por el ejemplo de heroínas anónimas que dieron todo en una sala de emergencias, en una ambulancia, en una sala de terapia intensiva. 

El 2020 puede ser el año en el que no lo perdimos todo, pero casi. El año en que aprendimos a valorar más lo que tenemos. 

Mis deseos para 2021: 

1. Salud pública. 

2. Paz social. 

3. Menos desempleo. 

4. Más ciudadanía y mejor gobierno. 

5. Electores con conciencia de lo que están haciendo. 

6. Prensa libre. 

7. Que las Fuerzas Armadas no administren casetas, gasolineras, estaciones de autobuses, parques públicos y cines.

Otro título del autor: Justicia social post-pandemia

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