Abrazo Grupal

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“No es posible que compartas eso estando el mundo como está, ahora me doy cuenta de quién eres realmente y te dejo de seguir porque qué asco que seas tan incongruente”, me dijo una mujer furiosa en mis redes sociales como respuesta a una historia que compartí de la reciente sesión de mi club de lectura.

El comentario seguía… agresivo, aleccionador, furioso. Y si bien es cierto que de entrada me sentí agredida, después me sirvió para iniciar la reflexión que si me permiten, vengo a dejarles por aquí.

Y es que, este, no es el primer episodio que me toca presenciar de alguien desbordándose en las últimas semanas, me han tocado varios y, yo misma, he sido una de esas personas, desbordadas.

Lo que está pasando en el mundo nos afecta a todos de manera contundente. La sobredosis infinita de información tan desgarradoramente trágica. La posibilidad de decirle a todo el mundo lo que pensamos de manera inmediata vía mensajes electrónicos. La “capacidad” de tomar cartas en tantos asuntos. La devastadora realidad que no deja de hacernos sentir impotentes. Atemorizados. Devastados. 

Y encima de todo eso la accesibilidad a la opinión de todos los demás a través de las redes sociales que nos hace, inherentemente, creer que se trata de tomar partidos, de “elegir equipo”, borrando peligrosamente la línea entre la necesidad de apoyar causas y por lo tanto tener que declararle la guerra a la otra.

Estamos todos ¡todos! desequilibrados. A flor de piel. Brincando a la menor provocación. Aturdidos. Sobre estimulados con imágenes e historias espeluznantes de una guerra que parece imposible de resolver y que lejos de unirnos como humanidad, nos ha polarizado y confrontado. Otra vez. 

Viendo las secuelas que empiezan a surgir como resultado de esta polarización y como la violencia, los bandos, las agresiones y la estupidez humana extremista, empieza a tener repercusiones y eventos violentos en otras partes del mundo, el antisemitismo rampante, el dolor de ver a un pueblo sufriendo, las consecuencias de la venganza a un grupo terrorista del que ellos no forman parte y son incluso sus principales víctimas.

La semana nos deja horrorizados ante la tragedia sin precedentes del huracán Otis en Acapulco. La naturaleza que no deja de decirnos que estamos jugando con fuego al no tomar en serio el cambio climático… y nos recuerda que estamos, todos, a merced de ella. 

Devastados ante la dimensión (que estoy segura no hemos acabado de entender) de las consecuencias que Otis tendrá para mucha gente. La crisis humanitaria, económica, sanitaria y social que se viene encima es realmente alarmante.

El huracán por sí mismo es alucinante para cualquier mexicano, pero encima hay que sumarle la reacción del gobierno ante esta situación sin precedentes en la historia de nuestro país. O, la no reacción, sería mejor decir. Nos hemos dado cuenta con horror en manos de quién estamos (por si no nos había quedado claro) y eso nos tiene a todos, más alarmados. Descolocados. Furiosos. Aterrorizados.

Pegados a nuestros celulares permanentemente consumiendo actualizaciones, imágenes, videos, testimonios, sin poder diferenciar qué es importante, qué es nota roja, qué es cierto, o falso… Estamos todos pegados a las pantallas para enterarnos minuto a minuto de una cosa más horripilante que la anterior. Hemos perdido la noción de la diferencia entre informarnos, e intoxicarnos con la información.

¿Cómo digerimos todo eso que consumimos?

No lo hacemos. Estamos atragantándonos en el buffet de las redes sociales, sin ningún tipo de auto regulación. Y por eso, estamos empezando a vomitar.

Y es que hay una enorme diferencia entre estar bien informados, a meterse en el loop del refresh permanente. Entre compartir información valiosa, a caer en el tenebroso mundo del fake news. La propaganda. O la desinformación. Y entre pensar que ser “activistas” en redes sociales es importante (que sí es importante) a que es lo único que podemos hacer.

¿Qué podemos hacer ante las cosas horrendas que estamos viendo, ante lo que está sucediendo, frente a la gravedad del momento de la humanidad?

¿Cómo procesar tanta oscuridad?

Pues miren, no soy ninguna experta, pero creo que definitivamente gritarnos, agredirnos, regañarnos y descalificarnos los unos a los otros, no sirve para absolutamente nada más que para generar más oscuridad.

Creo que hay que tener la sensibilidad para tratar de empatizar con lo que está sucediendo y la situación por la que atraviesa la gente que se encuentra en los lugares de desastre y ponerse dos segundos en su piel. Creo que hay que dejar de ver el teléfono a ratos y pensar qué cosas prácticas puedes hacer para ayudar a la causa que quieres ayudar: pasarlo a la acción en lugar de ser solo un espectador/compartidor compulsivo de información no curada.  

Creo que, también, hay que ser respetuoso y tener madre, léase no andar posteando superficialidades (cof cof el mame de la F1 en CDMX cuando hay una crisis humanitaria sin precedentes a 380 km de distancia) o chingaderas (como el presidente en un evento de campaña al día siguiente, diciendo que “tuvimos suerte”) … o sea, hay que tener tantita madre, sin lugar a dudas.

Pero después de pensarlo un par de días, creo que también, en respuesta a la señora furiosa que me dijo que cómo podía postear algo que no fuera del huracán (cuando, reitero, no he dejado de postear todo lo que me parece importante, o indignante,  del huracán), si lo que queremos es prender la luz en medio de tanta oscuridad, es importante que todos hagamos lo que sabemos hacer, con sutileza, con respeto, con sensibilidad… pero necesitamos seguir.

Para bien o para mal, la vida tiene que seguir y cada uno necesitamos asegurarnos de continuar aportando a nuestros entornos de la mejor manera que lo podamos y lo sepamos hacer.

Nuestro país necesita que sigamos trabajando. Empujando. Generando.

Necesitamos más que nunca ser productivos. Más que nunca estar bien informados. Más que nunca estar unidos. Enfocados. Equilibrados.

Usar la indignación como gasolina para construir. Re-construir. Si para algo puede servir tanta pinche desgracia es para entender que solo hay una  forma de salir adelante: juntos.

Y que, para estar bien juntos, como siempre lo he dicho, primero aplica el principio de la mascarilla de oxígeno del avión: te la tienes que poner primero tú, para poder ayudar a los demás.

Así que asegúrense de estar priorizando su salud mental, aprendiendo a mantener a raya los niveles de ansiedad y procesando su estrés de maneras específicas (ejercicio, sueño, alimentación, terapia, detox de pantalla, respiración, conexión interpersonal, trabajo).

Parte de la salud mental es tener claro que no podemos resolver todo, que no podemos cargar con todo. Hay que aprender a tomar distancia (en las medidas y proporciones de cada quién), tener claro que a nadie le sirves histérico y que es imposible, e insostenible, vivir en estado de alarma permanente. Hay que elegir las batallas. No se puede pelear en todos los flancos. No somos responsables del mundo entero.

Somos, todos, falibles. Estamos, todos, frágiles. Entender eso hará que nos demos permiso de soltar nuestras exigencias y de cachar -hablando de sostener- a otros cuando se desmoronen, o exploten. Cuidar a nuestra gente cercana es una de las principales aportaciones que podemos hacer para ser luz en medio de tanta oscuridad.

Creo que lo mejor que podemos hacer, en cuestión de prender la luz, es asegurarse de seguir haciendo lo que sabes hacer, de la mejor manera que lo puedas hacer, seguir aportando eso que tú aportas y que hace que tu entorno sea más valioso, más luminoso, más productivo, más feliz, más tranquilo, más eficiente.

Es verdad que hay muchísimas cosas por las cuales estar preocupados, pero creo que como decía mi papá, lejos de preocuparse: hay que ocuparse. Así que haz lo que sabes hacer y hazlo bien y, si vas a ayudar, busca maneras de ayudar de manera informada, activa y enfocada. Suelta tu celular. Ponte a trabajar.

Y finalmente, o antes que nada, acuérdate que nadie la está pasando bien. La humanidad está pasando por un momento en donde parecería que estamos perdiendo la humanidad.

Así que lo primero que tenemos que hacer entonces, es ser humanos.

Abrazo grupal.

Más de la autora: Para todas las señoras, mexicanas, de todas las edades

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