La amistad imposible entre México y Estados Unidos

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La semana pasada, durante la reunión bilateral que sostuvieron el presidente de Estados Unidos, Joe Biden y el mandatario mexicano, López Obrador, el estadounidense empezó la sesión diciendo: “ya no hay política del buen vecino, ya no usamos lenguaje como el de nuestros amigos del sur, ustedes son un país igual a nosotros, nuestros países están en pie de igualdad y la relación emergente se basa en el respeto mutuo”.

Biden dijo algo que parece obvio desde hace décadas, pero que distintos presidentes mexicanos han ignorado: México y Estados Unidos no son países amigos. Son socios comerciales y tienen una de las mayores integraciones económicas del mundo, son países cuyas sociedades fronterizas están estrechamente ligadas a través de años de historia compartida.

En términos generales, la reunión fue positiva para el presidente y la comitiva mexicana. Las críticas, en general, coinciden en ese sentido. Pero la realidad es que no sabremos la trascendencia de los acuerdos alcanzados hasta dentro de unas semanas y podemos prever que habrá sorpresas. 

Porque no importa lo que diga Biden, la realidad es que no somos países amigos. La convivencia siempre ha sido compleja: el principal objetivo de Estados Unidos es tener una frontera sur segura, mientras que para México significa la relación internacional más importante e influye en casi todas sus decisiones de política exterior.

Por eso son tan relevantes las reuniones entre los presidentes de ambos países: México tiene una posición geográfica estratégica no solo porque la cercanía con Estados Unidos facilita el comercio con el mercado más grande del mundo, sino porque ser vecinos de la primera potencia mundial ha determinado sus posiciones ante los asuntos del planeta. 

Desde 2005, estas reuniones son conocidas como “Cumbres de Líderes de América del Norte” y participan, además de los presidentes de Estados Unidos y México, el primer ministro de Canadá. 

Durante la última reunión, que sucedió la semana pasada, se acordó que la prioridad de los tres países es trabajar de manera conjunta para terminar con la pandemia de COVID-19, además de generar una recuperación económica incluyente, equitativa y que atienda el cambio climático, además de promover la equidad de género, racial, étnica y social para beneficio del capital humano de la región.

El presidente López Obrador tuvo una participación positiva en la que planteó temas relevantes como la necesidad de buscar el desarrollo regional en conjunto y analizar la demanda de mano de obra en Canadá y Estados Unidos para abrir el flujo migratorio de manera ordenada. 

Con lo que sabemos hasta ahora, se evitaron temas que parecían incómodos para la delegación mexicana como la reforma eléctrica que quiere el presidente López Obrador y que ha sido criticada por el gobierno de Estados Unidos. 

Pero más allá de los acuerdos de la cumbre, la relación con Estados Unidos seguirá siendo prioritaria para México. El Tratado de Libre Comercio México Estados Unidos y Canadá (TMEC) y su antecesor el TLCAN, han sido las tablas de salvación de la economía mexicana en las últimas décadas. 

Y ni qué decir de los miles de millones de dólares que envían las y los paisanos a través de las remesas y que desde hace varios años son la principal entrada de divisas desde el exterior. Sin ellas, las crisis económicas como la que desató la COVID-19 habrían sido mucho más difíciles para miles de hogares. 

Haciendo eco de las palabras del presidente Biden, el gobierno mexicano tendrá que asumir que ya no es el amigo del sur, que nunca lo fue, y que la relación con Estados Unidos está llena de contradicciones e intereses económicos, militares y políticos. 

Lo que no parece ser tan cierto es lo segundo que dijo Biden. México y Estados Unidos no son iguales. Hay un claro desequilibrio en el tamaño de sus economías y de sus ejércitos que influye directamente en cada uno de los acercamientos y tratos entre ambos países. 

Distintos presidentes mexicanos han sabido manejar esta disparidad estableciendo alianzas estratégicas con gobiernos enemigos del estadounidense como Cuba, Bolivia o la Unión Soviética en su momento, a la vez que trabajaban incluso con espías de la CIA, la Agencia de Inteligencia de Estados Unidos.  

Sobre todo, los mandatarios mexicanos tienen que asumir que Estados Unidos es y será una de las principales potencias mundiales y que la relación con México no cambiará: seguirán defendiendo sus intereses comerciales y económicos, algo que veremos con mucha claridad si es que López Obrador insiste en realizar una reforma energética como la que planteó al Congreso en meses anteriores.

Es por ello que esta semana en Cuestione estaremos hablando de los distintos ángulos de la relación entre México y Estados Unidos y de cómo, más allá de que sea imposible tener una relación de amistad, más nos vale llevar la fiesta en paz y aprovechar las ventajas comparativas que le da a la economía mexicana estar al lado del mercado más grande del mundo. 

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