Energías limpias e IP, los grandes enemigos de quienes viven en el pasado

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Cuando Manuel Bartlett nació no existía, ni en sueños, algo distinto al carbón, el petróleo o el gas para generar electricidad. Eran las únicas fuentes de energía. La fuente energética más limpia que existía, aunque a nadie le interesaba la limpieza o el medio ambiente, era la generada por las presas. 

La famosa Presa Hoover, en EU, tenía apenas dos años cuando nació el actual director de la CFE, en 1938. ¿Y en México? En México existían algunas presas, todas manejadas por empresas privadas.

Justo un año antes de que naciera Bartlett, el gobierno mexicano creó la Comisión Federal de Electricidad. En ese entonces, tan solo el 38% de la población en México tenía acceso a energía eléctrica.  

Cuando Adolfo López Mateos nacionalizó la industria eléctrica, Bartlett tenía 22 años. Era un joven estudiante de derecho en la Universidad de París, a donde se fue becado por el gobierno de Francia y por la UNAM. 

El mundo cambió desde entonces. Se descubrieron las posibilidades de la energía nuclear y los devastadores efectos en el medio ambiente de los combustibles fósiles. 

Se desarrolló la energía termoeléctrica y se descubrieron mecanismos para explotar la energía generada por el sol, el aire y hasta el mar.

El mundo cambió. Pero Bartlett no.

Él sigue obsesionado con una falsa idea de soberanía energética. Insiste en la explotación y combustión de carbón para generar electricidad. Le causa repulsión la inversión privada. No parece entender los beneficios de los campos solares o de los parques eólicos. 

Claramente, ni él ni la mayoría en este gobierno cree en el calentamiento global. Y ese es un grave error.

Este gobierno contó, durante dos años, con un aliado trascendental en su lucha por devolver nuestra realidad al siglo pasado: Donald Trump. Él, al igual que Bartlett, tampoco cree en el calentamiento global. Es más, el presidente de Estados Unidos hasta abandonó el Acuerdo de París que busca combatir ese fenómeno.

El problema es que, parece, el tiempo se le acabó a Trump y, quizás, a Manuel Bartlett también.

Joe Biden, el presidente electo de Estados Unidos, ha dicho que ese país se reincorporará al Acuerdo de París en cuanto tome posesión de la presidencia, el 20 de enero de 2021. Y esas son malas noticias para quienes aún creen que hay un futuro con carbón, petróleo y sin ayuda de la iniciativa privada.

La posición de este gobierno es tan insostenible que, incluso, algunos de los principales países productores de petróleo, como Estados Unidos, China y los Emiratos Árabes Unidos, le han apostado ya a las energías renovables y construyeron algunos de los parques solares más grandes del mundo. Y no lo han hecho por conciencia ecológica: más bien, se han dado cuenta que también puede ser un buen negocio.

En el informe que elaboró la Agencia Internacional de Energía en 2018, asegura que si queremos alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, para el año 2040, dos tercios de la energía eléctrica del mundo deberán provenir de fuentes renovables. 

¿El gobierno mexicano tiene la capacidad para reconvertir su estrategia y construir plantas solares o eólicas en lugar de seguir quemando carbón? No, la realidad es que no la tiene. 

Necesita, sí o sí, de la inversión privada que tanto ha combatido el gobierno de México y que le urgen a las empresas de Energía, esa secretaría que encabeza Rocío Nahle: Pemex, de Octavio Romero Oropeza y la CFE de Bartlett.

Pero el viejo político poblano ha demostrado ya su incompetencia. 

Tan es así, que ya protagonizó, hace un par de semanas, una guerra de declaraciones con el gobernador de Tabasco, Adán Augusto López, de Morena, quien lo acusa de negligencia y de haber provocado las terribles inundaciones que azotan a aquel estado del país, pues la CFE habría desfogado mal la presa Peñitas. El mandatario tabasqueño amenaza con llevar el caso a tribunales.

Para manejar a una empresa como CFE se requiere mucho más que colmillo político o experiencia en transacciones inmobiliarias. 

Pero, además, se requiere mucho dinero que este gobierno, claramente, no tiene.

¿O de qué otra manera se puede explicar que a consejeros de Pemex se les haya ocurrido que el Banco de México invierta parte de sus reservas en bonos de esa empresa del gobierno? Idea que, por cierto, fue ampliamente aplaudida por la secretaria de Energía, Rocío Nahle.

Claramente, están desesperados. Afortunadamente, el subgobernador del banco central mexicano, Gerardo Esquivel, ya aclaró que la Ley le impide a ese organismo invertir en ese tipo de bonos. Por ahora.

Es por eso que se vuelve indispensable que México deje de mirar con añoranza a un pasado que ya se fue y voltee hacia el futuro. Un futuro donde las energías limpias y el trabajo conjunto entre gobierno e iniciativa privada nos conduzcan al desarrollo. Un futuro sin calentamiento global. Un futuro sostenible para nuestras hijas e hijos.

Por eso es que, esta semana, analizaremos las posibilidades que tienen las energías limpias en nuestro país, el problema que representa para México y el mundo, la añoranza por las energías basadas en combustibles fósiles y, sobre todo, la importancia de detener inmediatamente el calentamiento global. 

Nos estamos jugando nuestro futuro.

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