Escritora exhibicionista

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Me han dicho: “las escritoras serias no enseñan las piernas”, “a Sabines no le hizo falta enseñar las nalgas”, “¿qué necesidad de enseñar el escote si el poema es bueno?”. Hace años, no recuerdo el contexto, tuve la determinación de convertirme en la mejor persona que pudiera ser, sobre todo en estas épocas de agresiones impunes de desconocidos en las redes sociales. Siempre respondo de la manera más educada posible: “no soy una escritora seria, soy una escritora divertida”, “sí, pero es que Sabines no tenía mis nalgas”, “no, señora, pero ¿ha escuchado hablar del exhibicionismo?”.

Así, a cada conato de ataque procuro tomar uno de dos caminos: o ignorarlo olímpicamente, o responder de la manera más inteligente, sarcástica, humorística o educada posible, como una de las más recientes en Twitter, respuesta a una foto mía con escote pronunciado que acompañaba al texto: “escribo de placer y deleite por la vida porque esa es mi manera de danzar con los dolores del pasado. #PorUnaVidaSexy”, a la que una amable seguidora respondió: “y para llamar la atención como mujer debemos enseñar las bubis para yo hacerlo también”, a lo que contesté: “puedes enseñar lo que tú quieras con el objetivo que prefieras. Lindo día”. Finalmente ella me dio también una respuesta educada, o condescendiente: “OK. Gracias bella”. 

También sucedió hace poco algo que hizo enojar a un ahora ex seguidor. Subí una definición de mi Diccionario erótico en un Reel de Instagram y el bien intencionado señor arruinó el chiste con la definición de Diccionario legal, a lo que respondí: “seguro eres el rey de la fiesta (tres emojis de carcajada). Gracias por venir a arruinar el chiste. Saludos y buen día”; la reacción del caballero en cuestión fue responderme con amargura y tacharme de “pseudo escritora dizque erótica” en una franca muestra de su falta de sentido del humor, imaginación y de tolerancia a la frustración, y es que hay gente que no sabe defenderse con estilo y su único recurso a la mano es la ofensa.

Así, tengo ejemplos para dar y regalar de trolls y toda clase de fauna virtual que se esfuerza en hacerme enojar o claudicar en mis afanes de escritora exhibicionista, sin lograrlo, porque para mi fortuna y su desgracia tengo un carácter ligero, un sentido del humor muy negro, tolerancia a la frustración y la ya mencionada convicción de ser la mejor persona que pueda.

Poseemos muy pocas cosas, y una de esas son las convicciones, por eso he creado las mías a prueba de ofensas, balas e imbéciles: no sé qué infierno vivirá la gente que nada más crítica todo, se queja todo el tiempo y lo único que es capaz de ver son los defectos, los errores, las discrepancias, las diferencias; lo único que es capaz de sentir es insatisfacción o envidia o enojo porque alguien existe sin pedirle permiso, y entonces no necesita mi ayuda para ensombrecer más su día, y por supuesto, carece del poder de oscurecer el mío, tan pletórico de belleza, poesía, retos por cumplir y de erotismo.

¿Por qué la gente está tan obsesionada con el verbo enseñar, con lo que una enseña o deja de enseñar? ¿Por qué está tan pendiente de las vidas ajenas y desperdicia la propia haciendo bilis por algo que no puede controlar? ¿Pensarán de verdad que van a cambiar a alguien con esas actitudes? No lo sé. Prefiero no invertir mi tiempo en esos pensamientos que no me alimentan en nada y si algo consiguen, si acaso, es confirmar mi naturaleza rebelde y mis ganas de seguir viviendo como se me da la gana.

El mundo ya tiene demasiada gente que vive por inercia, sin alegría, sin ideas propias bien reflexionadas; sin voluntad para buscar, hasta encontrar, la manera más honesta de vivir. Cada quién sus esqueletos en el closet y sus batallas. Yo elijo emborracharme de vez en cuando con mis demonios y seguir fluyendo con mi vida, mis circunstancias y mis decisiones. 

Claro, con los escotes pronunciados que tanto amo, mis minifaldas y mis pantalones entallados. Bien lo escribió Toni Morrison en Beloved: “ser libre era una cosa, pero reivindicar la propiedad de esa libertad era harina de otro costal”.

Más de la autora: Preguntas frecuentes

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