Hermanas-madres, el fenómeno que perpetúa la desigualdad entre hombres y mujeres

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Cecilia y Clara no se conocen, pero comparten el mismo destino desde que eran niñas. Son las hermanas de sus hermanos pequeños que han asumido el rol de madres desde que tenían 13 y 11 años de edad, respectivamente. Hoy ambas tienen 21 y han sido lo que se llama hermanas-madres.

En México, las hermanas-madre son una figura recurrente en las familias. Son niñas y adolescentes que asumen los roles y responsabilidades de cuidado de sus hermanos menores. Este fenómeno se hace más recurrente en medio de la pandemia, que ha arrastrado una de las peores crisis económicas de la historia de México. Con más de un millón de personas que perdieron su empleo formal en la pandemia, padres y madres ahora pasan más tiempo buscando los medios para subsistir. 

La carga de responsabilidades para las hermanas-madres también han aumentado en estos momentos, pues a su aportación a las labores domésticas, hay que sumar el acompañamiento de la escuela a distancia. 

Pero, ¿cómo afecta esta parentalización (cuando un hijo asume el rol de uno de los padres) a las niñas y adolescentes?

Los roles que han asumido Clara y Cecilia, aunque normalizados, no son los correctos para un buen desarrollo social y emocional, pues son forzadas a asumir roles que no les corresponden, explica Lilia Joya, profesora de la Facultad de Psicología de la UNAM

Para Clara, de 21 años, la situación le ha cambiado la vida. Es estudiante de la carrera de Trabajo Social en la UNAM, y nos dice que “nunca he tenido novio. Cuando un chavo se me acerca, se da cuenta de todo lo que cargo, y como que mejor se van, porque son muchas responsabilidades. Desde cuidar a mis dos hermanos, encargarme de las labores del hogar y ahora, con la pandemia, también ayudar a mis abuelitos”. 

También comenta que “muchas veces, las mamás tienen que salir a trabajar todo el día y las hijas son quienes deben encargarse de las labores domésticas y de atender a sus hermanos o hermanas. Comienzan a obtener responsabilidades que no van acorde a su edad, tienen que madurar de golpe para que la familia siga funcionando”. 

Creo que sí me perdí de muchas experiencias. Desde lo más simple, como ir al cine. Yo no podía hacer esas cosas porque tenía que atender a mis hermanos”, nos dice Cecilia. “La primera vez que fui a una fiesta ya tenía 19 años. Y eso porque me salí sin permiso”.

Pero esto no es igual para los niños, en México, tan sólo el 43.3% de mujeres jóvenes (entre los 15 y los 29 años) son estudiantes, pero el 54% se dedica a los quehaceres del hogar, frente al 84.4% de los hombres que son estudiantes y únicamente el 6.7% se dedicaron a los quehaceres del hogar, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

Para saber más: Confinamiento empeoró desigualdad entre hombres y mujeres en el hogar

“Cosas de mujeres”El presidente Andrés Manuel López Obrador declaró en junio pasado que “la tradición en México es que las hijas son las que más cuidan a los padres, nosotros los hombres somos más desprendidos, pero las hijas siempre están pendientes de los padres, de los papás, de las mamás”.

Cuando Cecilia asumió el cuidado de sus hermanos, iba en primero de secundaria, y su hermano mayor Estebán, de 17 años, estudiaba el bachillerato. “Mi mamá me dijo que debía ayudarla en las tareas de la casa y la comida, porque mi papá no dejaba que mis hermanos lo hicieran, porque son cosas de mujeres”, relata Cecilia.

La parentalización suele afectar más a las niñas que a los niños, lo que ayuda a perpetuar los roles de género, disminuye las oportunidades para las mujeres en comparación con los hombres y, en muchas ocasiones, lleva a repetir el mismo patrón en la siguiente generación

A los 21, Cecilia se enamoró y tuvo una hija. Esto, que parece un hecho independiente al haber asumido el cuidado de sus hermanos, en realidad va de la mano. Ya que por haberse encargado del cuidado de sus hermanos y el hogar, al terminar sus estudios de bachillerato decidió comenzar a trabajar, en lugar de ir a la universidad.

En contraste, Clara ha logrado permanecer en la escuela, pero no ha sido fácil. Cursa el cuarto semestre de la carrera de Trabajo Social en la Unam. “Ahorita que aún no empiezan las clases en la UNAM es más fácil, porque tengo tiempo para hacer todo lo que me toca –comenta Clara mientras toma un respiro y sigue–. Siempre le he ayudado a mi mamá, pero con la cuarentena el trabajo se hizo más pesado porque no acaba a ninguna hora. Antes, al menos iba a la escuela y veía a mis amigos, pero ahora no hay descanso”. 

Con la pandemia, la carga para Clara ha aumentado, ya que ahora apoya a su hermano de cinco años y a su hermana de 15 años a tomar las clases en línea y en las tareas, mientras sus dos padres pasan más tiempo en la calle, buscando vender ropa y calzado, pues con la cuarentena los clientes escasean. 

“Es preocupante que los roles de género se sigan reproduciendo. Muchas veces las niñas ven el trabajo de cuidados cómo algo natural. Algo que eventualmente iban a tener que hacer y no se dan cuenta que están dejando de vivir cosas propias de su infancia o adolescencia”, Lilia Joya, profesora de la Facultad de Psicología de la UNAM. 

Las niñas y adolescentes que deben asumir estas responsabilidades no se desarrollan de manera adecuada. “No se les incentiva a practicar cosas fuera de los cuidados, no tienen tiempo libre para descubrir otras actividades, además se les educa a ser dependientes del hogar, muchas mujeres cuando crecen se dedican de lleno a la casa, dejan de ser mujeres y se les da la etiqueta de madres o esposas”, observa Diamanda Carrasco, terapeuta de Sorece

La falta de distribución en los trabajos de cuidado permite que este círculo vicioso continúe durante décadas, además de seguir reproduciendo y perpetuando los roles de género que afectan al desarrollo personal de las niñas, adolescentes y mujeres, de acuerdo con la ONU.

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La pobreza va de la mano

La sobrecarga del trabajo de cuidados es un problema que se basa en la desigualdad económica de las familias y en el machismo. Durante siglos, las mujeres son quienes se han encargado del hogar, lo que implica también cuidar a los niños, niñas y las personas de la tercera edad. Esta tarea también recae en las niñas, más frecuentemente en los hogares con carencias económicas, nos explica la profesora de la Facultad de Psicología de la UNAM.

De acuerdo con el reporte Trabajo de Cuidados y Desigualdad de Oxfam México, las personas de hogares con ingresos más altos dedican menos horas al trabajo de cuidados que las de hogares con ingresos más bajos. 

La problemática de las hermanas-madres tiene un doble efecto negativo, pues no solo las niñas se ven en desigualdad frente a sus pares varones, sino que también lleva a perpetuar el círculo de pobreza, pues al reducir sus años de estudio o convertirse en madres jóvenes, tienen menos probabilidades de salir de la pobreza, dice la especialista. 

En México, mientras que en promedio una mujer alcanza los 9.01 años de estudio, los niños alcanzan en promedio 9.33 años de escuela, de acuerdo con el INEGI

Las hijas siempre están pendientes de los padres

Tanto Clara como Cecilia experimentan sentimientos de estrés, frustración y enojo por el doble trabajo que realizan, ya que no tienen tiempo para ellas mismas ni sus estudios o algo tan sencillo como descansar.  

“Cada familia y cada caso es diferente, pero las niñas o adolescentes que tuvieron estas responsabilidades a una edad tan temprana pueden desarrollar ansiedad o hasta depresión. En la adultez puede haber una disminución en la calidad de vida, pueden desarrollar depresión o insatisfacción a largo plazo ya que se consumen las energías y reservas emocionales, pues no se las pueden dedicar a sí mismas”, explica Diamanda Carrasco, terapeuta de Sorece.  

Las expertas coinciden en que las niñas y adolescentes que tiene que contribuir con el trabajo de cuidados dejan de vivir cosas acorde a su edad, ya no tienen tiempo para juegos, pláticas con las amigas, no pueden descubrir nuevos intereses o dedicar el tiempo suficiente a la escuela y  tener un rendimiento bajo, esto puede afectar en su desarrollo a largo plazo, pues podrían truncar sus estudios o vida profesional.

La situación de Cecilia y Clara podría cambiar si las tareas del hogar se repartieran no sólo entre ellas y su mamá, sino también con sus hermanos, hermanas y papá. Es necesario que los hombres comiencen a contribuir con el trabajo de cuidados que implica actividades como atender a los niños, niñas y personas mayores, tareas domésticas diarias, hacer las compras de la despensa, pagar los servicios, entre otras cosas, para que tanto mujeres como niñas puedan crecer y vivir plenamente. 

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