Instituciones en riesgo

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Una carambola de tres bandas: así se siente el golpe que han sufrido varias instituciones en estas últimas semanas. Así se siente el último año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Como una acelerada marcha del que sabe que el tiempo ya va en cuenta regresiva y debe ajustar y cerrar todos los círculos antes de salir.

Nada ha sido un engaño, nada debería ser una sorpresa. Lo dijo muy claro en 2006: “Ya decidimos hacer a un lado esas instituciones caducas que no sirven para nada. ¡Que se vayan al diablo con sus instituciones!”, dijo. Y vaya que lo ha cumplido. 

Poco a poco las ha ido dilapidando, dejando vacantes nombramientos, reduciendo presupuestos, planteando reformas justificadas bajo argumentos de denostación al mismo tiempo que fue sumando fichas aliadas. Todo con la complicidad de los legisladores oficialistas y aliados colocó a sus leales: Guadalupe Tadei, Jorge Montaño, Arturo Zaldívar, Lenia Batres, Yazmín Esquivel, Mónica Soto

Calculando cada movimiento, como lo vimos con el INE, ha sido con organismos autónomos como el Inai o la Cofece o los más recientes han sido pasos más rápidos y golpes más fuertes: instituciones pilar de la justicia y la democracia como lo son la Suprema Corte y el Tribunal Electoral.

El presidente conoce muy bien su juego y vaya que lo ha sabido jugar. Detrás de ese juego y de su estrategia hay dos claves: el poder que tanto le costó ganar y el fraude que acusa se cometió en 2006 cuando el INE y el Tribunal declararon ganador a Felipe Calderón.

Por ello el enfoque de todos sus ataques: Calderón, las instituciones que lo legitimaron y todo aquello que represente restarle poder a él, a su movimiento, a su transformación. Pero ¿dónde ha estado el otro jugador? Reconozcámoslo: la oposición ha sido  un contendiente débil, un contendiente ensimismado, soberbio y perdido. Uno que no ha sabido defender sus posiciones y mucho menos a las instituciones. La oposición ha estado y sigue sin rumbo, no tiene propuestas, no sabe cómo reconquistar los votos perdidos. No tiene estrategia, solo reacciona y ataca. 

¿En dónde quedamos nosotros los ciudadanos? Por un momento pareció que tomaba fuerza la voz de la sociedad civil, parecía empoderada, fuerte, decidida a hacerse escuchar. Pero fue devorada: sí, por los intereses partidistas y de grupo.

Atrapados todos en su juego, en su lucha encarnizada por el poder, ocupados todos en el enfrentamiento. Mientras, la pregunta es: ¿Quién gobierna? ¿Quién se ocupa de la seguridad y la paz que nos arrebata el crimen cada día? ¿Quién se ocupa de un sistema de salud que solo en la narrativa se parece al de Dinamarca? ¿Quién se ocupa de que los niños tengan una educación que de verdad les proporcione las herramientas para lograr un lugar en un mundo cada vez más competitivo y globalizado? ¿Quién trabaja para que el campo no se muera? 

Hoy todo está secuestrado por una clase política que ha perdido la capacidad de hacer política. Señores y señoras de todos los colores: entendamos que hacer política no es luchar por tener la razón: lo han explicado los más grandes filósofos y pensadores de la historia antigua y moderna. “La política es el arte de la negociación”, definía Tzevetan Todorov y advertía  lo peligrosa que es la visión de quien hace política dividiendo todo en amigos y enemigos.

Mientras sigan basando su política en la división México seguirá atrapado en la mediocridad, en el miedo, en la pobreza, no habrá progreso.México necesita construcción y mirar hacia adelante. México necesita reconciliación.

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