MeToo: justicia y responsabilidad a debate

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¿El caso Vega Gil tambaleó al movimiento?

El 15 de octubre del 2017, la actriz Alyssa Milano, famosa por su actuación en la serie ‘Charmed’, donde encarnaba a una de tres brujas hermanas, llamó a víctimas de violencia sexual a solidarizarse. “Si has sido acosado o agredido sexualmente, escribe ‘me too’ como respuesta a este tuit’”, escribió.

La reacción fue apabullante. Miles de personas respondieron al mensaje contando sus historias. Ahí nació #MeToo como un grito desesperado de las víctimas y, sobre todo, como una necesidad de justicia efectiva.

A partir de entonces, el movimiento ha tenido muchas variantes, desarrollos y experiencias alrededor del mundo. En México, por ejemplo, ha habido varias réplicas.

La más reciente comenzó el pasado 21 de marzo con #MeTooEscritoresMexicanos, que buscaba denunciar el acoso en el medio literario, aunque luego se extendió a otros ámbitos como la música, la academia, el activismo social y el periodismo.

Las denuncias a través de Twitter —que se replican en Facebook e Instagram— han dejado repercusiones de distintas dimensiones para víctimas y las personas, en su mayoría hombres, señalados como abusadores. El desprestigio, la violencia verbal, las amenazas, la pérdida de trabajo y hasta un suicidio han ocurrido a partir de estas denuncias.

El suicidio se dio este lunes 1 de abril, cuando se confirmó la muerte del escritor y músico Armando Vega Gil, quien había sido denunciado, de manera anónima, a través de la cuenta @MetooMusicaMx de haber acosado a una mujer hace 14 años, cuando ella tenía apenas 13 años.

A través de su cuenta de Twitter, Vega Gil aseguró que la acusación era falsa y, ahí mismo, anunció la decisión de suicidarse. Eso fue como a las 4 de la mañana del lunes.

“No hay salida. Sé que en redes no tengo manera de abogar por mí, cualquier cosa que diga será usada en mi contra […] debo aclarar que mi muerte no es una confesión de culpabilidad, todo lo contrario, es una radical declaración de inocencia; sólo quiero dejar limpio el camino que transite mi hijo en el futuro […] La única salida que veo frente a mí es el suicidio, así que me decido por ella”.

Eventualmente, autoridades, representantes y personas cercanas al exbajista del ochentero grupo Botellita de Jerez, confirmaron que el músico y escritor de guiones y literatura para niños, niñas y adolescentes, se había suicidado.

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La noticia provocó todo tipo de reacciones. Por un lado, se culpó al #MeToo de haberse convertido en una cacería de brujas, en donde todas las denuncias, sin importar si hablan de acoso sexual, laboral, insunuaciones callejeras, relaciones tóxicas o violaciones van al mismo lugar, sin matices ni dimensiones.

Por el otro, están las voces que subrayan que nadie más que Armando Vega Gil es responsable de la decisión de quitarse la vida y que el hecho abona a falsos debates sobre la validez de los testimonios de las víctimas, además de desacreditar el movimiento.

Como en cualquier polarización de temas, los absolutos han salido por montones, pero ninguna de las afirmaciones ha ayudado a distinguir la totalidad del problema que deja muchas preguntas: ¿Qué hace falta para que las víctimas de abuso en México decidan denunciar ante las autoridades? ¿La acusación contra Vega Gil se comprueba/desecha con su muerte? ¿Fue completa responsabilidad de Vega Gil su suicidio? ¿A quién le falló la justicia? ¿Es Twitter el nuevo juez de la sociedad?

Responsables y culpables: qué dice la Psicología

Ante las dudas que supone un suicidio de estas características, y todos los prejuicios que lo rodean y perpetúan, Cuestione preguntó a la psicoanalista Luz García López sobre lo que implica el abuso, la denuncia y el suicidio.

La especialista explicó que “la idea del suicidio ronda la mente desde la adolescencia, como un punto de inflexión en la vida, y éste involucra un propósito y reflexión filosófica. Pero si se conserva más allá de los 25 años, entonces existe una patología que roza una relación con lo anormal. Esta relación hace que no se encuentren argumentos para sostener la vida”.

Entonces, ¿la denuncia contra Armando Vega Gil es responsable de su decisión? “Aunque una denuncia de la dimensión de la que fue acusado Armando Vega Gil puede relacionarse como un detonante que sobrepasa los límites del suicida, no existe culpa alguna de la persona que lo denunció”, asegura Luz.

“La denuncia en sí misma no es constructora de la destrucción de un suicida, es constructora de la dignidad de una vida: la denunciante. Las mujeres que salen a hablar sobre sus experiencias lo están haciendo desde una dimensión de romper la impunidad, una dinámica civilizatoria”.

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“En términos individuales, las causas por las que Armando tomó la decisión de quitarse la vida son merecedoras de análisis. Sin embargo, hay un elemento importante de considerar en este caso… Habría que revisarlo desde lo general, es decir, cómo forma parte de una estadística trágica”.

Luz se refiere a que en los últimos 25 años la tasa de suicidios se duplicó. Tan sólo entre 2010 a 2017, casi 48 mil personas se quitaron la vida en México. Ocho de cada 10 eran hombres, según el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI).

La prueba de que no hay relación directa entre el señalamiento y el suicidio, asegura, es que “existen un sinfín de hombres famosos que son acusados de acoso, violencia o violación y no se suicidan porque no se rompe su equilibrio”.

Esto devela que hay un problema general con la depresión, que se puede ahondar por una falta de sensación de pérdida de control en su vida y en sus espacios sociales.

Por último Luz subraya que pensar que el #MeToo tiene que frenarse por esta circunstancia es erróneo, pues justo lo que promueve el movimiento es detener los abusos de mujeres. “La tarea de verbalización es un acto de salud, un momento extraordinario”.

Puede ser diferente

Como todos los movimientos sociales, #MeToo no es infalible ni perfecto y se ven ya las terribles consecuencias en todas las partes involucradas, para quienes los costos emocionales, públicos y privados son aún incalculables.

Carlos Monsiváis, en sus análisis sobre el tratamiento de las muertas de Juárez, adelantó una fractura constante en los acercamientos a las batallas femeninas: “Las abstracciones tienden a banalizar los delitos. Un muerto puede ser un acontecimiento tremendo, pero los centenares de víctimas femeninas afantasman la matanza en la perspectiva de las autoridades […]”.

La muerte de Vega Gil, bajo el estatus de “presunto” agresor, juega en contra de la denuncia, pero también de su imagen. ¿Es cierto que dijera lo que dijera iba a ser usado en su contra? ¿Los hombres, una vez que son señalados, no tienen más opciones?

En contraparte al caso Vega Gil, el #MeTooMX también tuvo un caso de falsa acusación probada y su respectiva disculpa pública por parte de quienes lo señalaron. Dicho caso es el de Leopoldo Maldonado, activista de Artículo 19, organización pro derechos humanos, quien confrontó su denuncia así:  

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Anonimato y denuncia ante la justicia.

Uno de los reclamos constantes hacia el #MeTooMx es el anonimato de muchas víctimas. Lo problemático, dicen, es que esto da pie justo a las acusaciones falsas. Pero, ¿es fácil como víctima “dar la cara”? ¿El proceso de denuncia ante las autoridades es seguro? ¿Las víctimas tienes todas las facilidades de encontrar justicia? 

Habría que saber que, por lo menos en la Ciudad de México, denunciar ante el Ministerio Público no es la mejor opción pues no se recibe una atención integral de acompañamiento de víctimas y es muy probable que sean obligadas a encarar a su agresor, lo que las pone de nuevo en riesgo.

Aunque existe el Centro de Apoyo a la Violencia Intrafamiliar (CAVI), donde no es necesario presentar ningún documento para crear un expediente de investigación que puede ayudar a tramitar divorcios y juicios de custodia, además del acompañamiento legal también dan ayuda pscológica, pueden ser canalizadas al Sistema de Desarrollo Integral de la Familia (DIF), donde también se le pide al agresor “conciliar”.

¿Qué sigue?

Es fundamental reestructurar la manera en la que se concibe la denuncia y se imparte justicia en los casos, así como acercar los mecanismos para la denuncia y la reparación del daño a las víctimas. Apenas en enero de 2018 el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública empezó a registrar las averiguaciones previas por los delitos de acoso, abuso y hostigamiento sexual, y sólo a nivel estatal.

Y así como la impartición de justicia, la vigilancia y el soporte institucional del Estado son importantes para desarmar la violencia sexual en todos sus niveles, los cuidados sociales como la empatía, el reconocimiento y el acompañamiento son imprescindibles para que ninguna víctima, sea del lado que esté, padezca los daños irreparables.

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