Medios al estilo gore muestran la poca sensibilidad para tratar temas delicados

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No les bastó con el inhumano asesinato de Ingrid Escamilla. También la humillaron ya muerta. Mientras la sociedad mexicana se conmocionaba con el feminicidio, tres periódicos mexicanos publicaron, en sus portadas, las brutales imágenes de su cuerpo destrozado. 

Filtradas por las autoridades en un acto ilegal e irresponsable, los medios impresos El Gráfico, La Razón, ¡Pásala! y Metro usaron las fotografías con titulares tan insensibles como: “La culpa la tuvo Cupido” y “A días de San Valentín, hombre mata y deja desollada a su novia en un depa de la Gustavo A. Madero”. Así decidieron contarnos la historia del feminicidio de Ingrid. 

Fue un acto oportunista y cruel. Usaron un terrible asesinato para vender y ganar audiencia, explotando el morbo social por dinero. Esas imágenes persistirán en nuestra memoria y la de sus familiares y amistades, revictimizándola y convirtiendo su dolor en un espectáculo. 

No son medios menores. El Gráfico depende de El Universal, La Prensa parte de la Organización Editorial Mexicana, o sea, El Sol de México, Metro es parte del Grupo Reforma y ¡Pásala! pertenece al Grupo Editorial Notmusa. Son dueños de Récord, TV Notas y H para Hombres, que también lucra con las mujeres. 

Estos grandes grupos periodísticos son responsables de haber olvidado por completo la ética periodística, así como su responsabilidad legal. Y no solo eso, en el caso de El Universal y el Gráfico, por un lado y Reforma y el Metro por el otro utilizan dos códigos de ética completamente distintos para sus medios. El Universal y Reforma no usan el mismo código para sus periódicos hermanos: El Gráfico y Metro.

Estos periódicos que usaron impunemente la imagen de una mujer asesinada en sus portadas, lo hicieron para vender ejemplares. Es y ha sido su negocio durante años: lucrar con el morbo de las personas. Usar, al más puro estilo del cinegore el horror, la sangre y la crueldad humana con el fin de conseguir un beneficio económico.

La forma en cómo contaron esta y otras historias nos habla de la poca sensibilidad que tenemos los medios de comunicación a la hora de informar y la escasa atención a los temas delicados. Más que contribuir a informar, lo que logran es revictimizar a quienes sufrieron de estos hechos.

No es un fenómeno nuevo. Sucedió antes con Lesvy Berlín Osorio, por dar un ejemplo. Su novio la mató en las instalaciones de la Ciudad Universitaria, en 2017. La prensa no solo se encargó de reproducir teorías falsas de la muerte de la estudiante, sino que la descalificaron al decir que consumía drogas. 

También pasó con el ahora olvidado multiomicidio de la Narvarte, donde fueron asesinadas cuatro mujeres y un hombre, en un departamento de una céntrica colonia de la Ciudad de México en 2015. Los medios también revelaron fotos de la escena del crimen sin ninguna precaución.

Y el más reciente, el infanticidio de Fátima. No dudaron en hacer eco de la información médica y personal de la mamá de la niña de 7 años y hasta criminalizaron a la familia. Es una violencia pública que se repite una y otra vez, sin que la prensa entienda que está dañando a personas y a su dignidad.

Sería importante recordar que en 2011, 1715 grupos informativos se comprometieron en el Acuerdo para la Cobertura Informativa de Violencia, entre otras cosas, a cuidar a las víctimas y a las personas menores de edad en las coberturas noticiosas y con un contexto de inseguridad.

Y el año pasado, más de 11 medios de comunicación y plataformas digitales en México, firmaron el Pacto por la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres y las Niñas, en el que prometían “eliminar estereotipos sexistas en sus contenidos y realizar una cobertura ética” sobre este tipo de temas. Sin embargo, persiste el aprovechamiento de las tragedias por dinero.

El impacto que tienen las fotos con un contenido violento es enorme y duradero. Nos insensibiliza como sociedad, nos aliena como personas y nos hace parte del maltrato a las víctimas.

El Observatorio de Violencia de Género en Medios de Comunicación (OVIRGEM) encontró, en un estudio que realizó en periódicos de Puebla en 2018, que 53% de las imágenes que ilustran la nota reproducen la violencia, de forma explícita o implícita.

En las fotos en las que aparece la víctima, el 63% muestra rasgos de violencia y en el 55% del material publicado no existe la censura ni la protección de identidad. 

Por si no fuera suficiente, estos medios pasaron por alto la Ley General de Víctimas, que respalda los derechos de una persona que murió luego de ser víctima de un delito, y la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, que señala que “los medios de comunicación no deben fomentar la violencia contra las mujeres” y establece que “quienes no cumplan con esa estipulación deberán ser sancionados”.

¿Sirve de algo publicar este contenido en las páginas de medios informativos? No. Al contrario, tendríamos que negarnos a compartirlas, pues solo alimentan el morbo con narrativas sensacionalistas, se mercantiliza el dolor de las víctimas y banalizan los hechos.

Los medios no cumplieron, pero tampoco el gobierno. Esta no es la primera vez que las autoridades filtran material que atenta contra la integridad de una persona, como ocurrió en el caso de Ingrid.

Como respuesta, la Fiscalía de la Ciudad de México propuso -apenas el 14 de febrero- la “Ley Ingrid”, que busca castigar con prisión a los servidores públicos que publiquen imágenes, datos, videos y  audios de un hecho delictivo.

Si bien la Secretaría de Gobierno es la encargada de castigar a los medios que publicaron estas imágenes, como la misma dependencia lo asumió en un comunicado, estaríamos a la espera de conocer cuáles serán las sanciones que les impondrán. Si es que esto llega a pasar. Otra vez, la impunidad será el legado de esta horrible tragedia.

En Cuestione creemos que hacer un periodismo libre, veraz, incluyente y con perspectiva de género nos ayudará a construir mejores realidades para el futuro de nuestro país. Por eso, esta semana estaremos contándote los riesgos que existen cuando los medios se olvidan de informar y caen en el amarillismo, explicaremos las letras chiquitas de la libertad de expresión y lo que debíeramos estar haciendo los que contamos historias todos los días.

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