El mensaje de la capital

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¿Cuáles son los momentos qué definen el futuro? ¿Cuándo es ese punto de inflexión en que las cosas empiezan a cambiar? A veces los vivimos sin darnos cuenta y a veces creemos que los estamos viviendo y son espejismos. Al final, siempre es la historia la que nos cuenta si nos tocó ese momento.

Hoy, mucha gente percibe la multitudinaria marcha del domingo pasado en defensa del INE como eso: el punto en que la marea cambió y ha nacido algo nuevo. Algunas razones hay para considerarlo. 

En primer lugar, quienes critican al gobierno encontraron por fin un punto de acuerdo: evitar una reforma a nuestro sistema electoral. A pesar del ridículo que hizo el secretario de Gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres, al calcular en “entre 10 y 12 mil personas” la asistencia, está claro que la protesta fue un éxito.

Con Batres, seguidores del oficialismo se montaron en un esfuerzo generalizado de minimizar el hecho. Fue tal su dedicación a estigmatizar a quienes asistieron que se sintió casi desesperado.

El mismo presidente López Obrador hizo un cálculo más generoso, aunque también minimizado, de los asistentes: 60,000. Poco después, en un desplante del patriarcado hegemónico, llamó a su propia marcha “de venganza” el 27 de noviembre, con el reto “vamos a ver quién la hace más grande”. 

Ha habido múltiples efectos y lecturas de la marcha, empezando por la construcción de un “plan B” del gobierno para evitar un fracaso de la reforma constitucional y tratar de hacer sus cambios a través de modificaciones a leyes secundarias para lo que no necesita la mayoría calificada del Congreso.

La oposición, por su parte, se ha envalentonado sintiendo que tiene un apoyo popular que no esperaba, lo cual también puede ser un error de lectura.

Estando en la marcha, pudimos constatar tras hablar con decenas de personas que hay rechazo al gobierno pero también una profunda frustración con la incapacidad de la oposición de levantar ideas, liderazgos y una cohesión que la haga verdaderamente competitiva.

Pero hay otro efecto que vale la pena considerar: la Ciudad de México es ya un verdadero riesgo para Morena. La capital ha estado a la vanguardia en la ruptura de las hegemonías del poder dominante, y empieza a perfilarse de nuevo en esa dirección.

Fue en 1997 cuándo Cuauhtémoc Cárdenas ganó la elección de jefe de Gobierno en la primera elección de ese tipo, y sería solo tres años después que el PRI abandonaría el Ejecutivo tras décadas de dominación total. No fue el primer estado que perdiese el PRI, pero sí fue el momento en que ese partido se sintió derrotable en una elección federal. Un punto de inflexión.

La ciudad se mantuvo bajo el control del PRD por tres sexenios más, hasta que ex perredistas se sumaron a Morena y se la arrebataron en 2018. Pero la elección intermedia más reciente demostró que el electorado de la ciudad está dispuesto a mostrar su insatisfacción.

Esto fue recibido como siempre lo es un fracaso del gobierno: con insultos, calificativos, estigmas y descalificaciones. Como sea, y si bien en la marcha de la capital hubo contingentes de muchos estados, es innegable que fue una fuerte muestra de desaprobación activa a la actual gestión.

Mientras miles marchaban, Claudia Sheinbaum, la jefa de Gobierno, estaba en Veracruz promoviendo su propia candidatura a la presidencia. Con alegría, minimizó la marcha y el descontento que reflejó.

En los hechos, aún se ve muy lejano que la oposición sea capaz de quitar a Morena del Ejecutivo en la próxima elección presidencial, que aunque no parezca está a la vuelta de la esquina. Pero la Ciudad de México es otra historia.

Perderla quizá no es tan dramático como perder el poder federal, pero sí sería un duro golpe simbólico a la hegemonía que ha construido Morena en sus años de gobierno. Podría ser un punto de quiebre en su dominación política.

Solo el tiempo nos dirá si la oposición encuentra el talento para convocar y unificar este descontento y logra convertirlo en votos suficientes para ganar la capital. Pero la ciudad ya ha demostrado algo: no le tiene miedo al cambio.

¿Volverá a desafiar al poder? 

Veremos.

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