Águila por dentro, mujer por fuera

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Volví a la casa de mis padres por la pandemia, donde vivo bastante reclusa del mundo real. Y cuando mi madre me pregunta por el tiempo en que llevo en Brasil, doblo mis dedos contando, porque la respuesta no es clara. “Cinco meses” le digo, y me acuerdo de la historia de las águilas. 

Confieso que no sé mucho sobre los animales – por lo menos, no tanto como mi sobrina de cinco años, que día por medio dice ser un perro por dentro y una niña por fuera”-  pero la historia que les voy a contar  me produjo gran interés. 

A los cuarenta años, las águilas deben elegir entre renovarse o morir

(Sí, es bastante más dramático de lo que tenemos que hacer nosotros, los humanos). 

Todo eso, porque pasado esa edad, su pico largo y puntiagudo empieza a curvarse contra su pecho, sus alas ya envejecidas pesan, dificultando el vuelo. Y sus garras, con las cuales capturan a sus presas, se vuelven flexibles. 

Para no morir de hambre, el águila debe emprender en el doloroso proceso de renovación: arriba de una montaña, arma un nido cercano a un paredón de piedra y comienza a golpear con su pico hasta arrancarlo. Como si eso no pareciera doloroso lo suficiente, debe esperar crecer su nuevo pico para sacar cada una de sus uñas y talones. Y a partir de eso, empezará a desplumar para dar espacio a un nuevo plumaje.

Todo este proceso toma 150 días – o cinco meses… No escribo esta columna para contar que el tiempo en la casa de mis padres ha sido así de doloroso. Pero relaciono las historias porque sí, este ha sido un tiempo – y creo que no sólo para mí – de renovación, que ha implicado entender que las herramientas, situaciones, relaciones que tenía, ya no sirven para la nueva realidad del mundo. 

Así que era necesario buscar un refugio y pasar por el violento, pero sanador, período de renovación (mucho más silencioso y emocional). 

No sé cuánto tiempo más viviré a partir de este nuevo plumaje que poseo – las águilas viven treinta años más después de su renovación – y creo que esta no será la última vez en que necesite arrancar todo lo que para mí es familiar en la búsqueda de  poder volar cada vez más alto. 

Tal vez, sea como mi sobrina: águila por dentro y mujer por fuera; y cada par de años recuerde esta columna. Así como la necesidad de aceptar el dolor y lo desconocido para vivir el vuelo de renovación.

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