Normalizar lo extraordinario

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Nos deslizamos a escenarios catastróficos

Vivimos tiempos extraordinarios. Muchos de los referentes cotidianos con los que organizábamos la vida están alterados y algunos no existen más. La “vieja” normalidad que abandonamos hace apenas unos meses hoy nos produce una nostalgia parecida a la que generan aquellos amores que se han marchado para nunca más volver.

La pandemia, la crisis económica, la incontenible violencia y el acontecer político configuran un contexto de realidad dislocada que genera una pesada incertidumbre sobre cada uno de nosotros.

Me imagino que sería difícil explicar esta “nueva normalidad” a un izquierdista que, como sucede en la película “El Bulto”, hubiera caído en coma y, por lo tanto, habría carecido de información sobre el acontecer de los últimos años.

Al superar el estado comatoso y recuperar la conciencia nuestro hipotético convaleciente empezaría a enterarse de un conjunto de sorprendentes situaciones que ahora son parte de esta “nueva normalidad” en la que estamos inmersos, y no me refiero sólo a los ámbitos sanitario, laboral o educativo.

En particular, en cuanto a la política, ¿cómo explicar a nuestro recién recuperado del coma que el presidente de México ofrece una conferencia de prensa de dos horas? Además, ¡todos los días!, además de sus infaltables mensajes sabatinos y dominicales. La dificultad no terminaría ahí, ahora tendríamos que referirnos al porqué el presidente está promoviendo la venta de cachitos de lotería para la rifa de un avión que no rifa un avión.

¿Cómo explicar, asimismo, que el presidente pretenda que los mexicanos normemos  nuestra conducta por una Constitución Moral cuya elaboración ha encargado a un grupo de trabajo? ¿Qué decir de las frecuentes invocaciones bíblicas del titular del Poder Ejecutivo en un país constitucionalmente laico? ¿Por qué un día, ante un video filtrado, el presidente acusa de corruptos a los protagonistas, y otro día, ante otro video semejante, el mismo gobernante defiende a su hermano desde la palestra presidencial?

¿Qué respuesta daríamos ante la pregunta de por qué el presidente es hostil al movimiento feminista y a las organizaciones de la sociedad civil? ¿Cómo dar razones que pudieran justificar la militarización de la seguridad pública y la participación de las Fuerzas Armadas en labores ajenas a sus objetivos, como las que desempeñan las empresas constructoras y administradoras? ¿A qué argumentos se puede recurrir para comentar que la Guardia Nacional haga las veces de muro de Trump y detenga a los migrantes?

¿Qué decir de la alianza de Morena con el Partido Verde o el vínculo del presidente con Elba Esther Gordillo? ¿A qué malabares explicativos tendríamos que pedir ayuda  para justificar que Manuel Bartlett, autor del fraude electoral de 1988, ahora dirija la Comisión Federal de Electricidad, y que Arturo Romo, el otrora empresario simpatizante de Pinochet y vinculado al Opus Dei y los Legionarios de Cristo sea el jefe de la Oficina de la Presidencia?

¿Qué explicaciones daríamos de la liberación del hijo del Chapo y del posterior saludo del presidente a la mamá del narcotraficante, o de la irresponsable convocatoria a la celebración de la Independencia en plena pandemia? ¿Cómo justificar ante las preguntas de nuestro recién recuperado del coma, que siga dirigiendo la estrategia contra la pandemia el mismo funcionario público que afirmó que llegar a los 60,000 fallecidos por COVID-19 sería un escenario “muy catastrófico”?

En fin, larga sería la lista de acontecimientos extraordinarios que contribuyen a configurar esta “nueva normalidad” política, y que para no ser arrollados por la incertidumbre nos piden que concibamos como normal lo extraordinario.

Ahora es parte de la “normalidad” política que el presidente, haciendo a un lado a las instituciones especializadas del Estado mexicano acuse, juzgue y condene a sus adversarios con base en videos y documentos de dudosa procedencia; ahora son “normales” las aportaciones económicas a los partidos sin necesidad de reportarlas al INE, si es que son hechas por el pueblo bueno y utilizadas para una “buena” causa, así como, dicen, lo hicieron Madero y Leona Vicario. ¿Cómo explicar, pues, esta realidad dislocada a nuestro convaleciente del coma?

Y así, paso a paso, se van sumando más y más acontecimientos extraordinarios a esta nueva “normalidad”. Y con ello, mediante este proceso de normalizar lo extraordinario poco a poco nos estamos deslizando hacia escenarios que pueden llegar a ser, en efecto, “muy catastróficos”.

Pero no nos sorprendamos en demasía, los procesos de normalizar lo extraordinario también han ocurrido en otras épocas y otras latitudes. El ascenso y consolidación del poder de Hitler y de Mussolini son buenos ejemplos.

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