Recortes a programas sociales podrían aumentar pobreza de mujeres

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Lorena trabaja en una feria y es una de las mujeres que dirige uno de los hogares más pobres del país, pero es beneficiaria de todos los programas sociales y, según por cómo se mide la pobreza en el país, sus necesidades básicas están cubiertas. 

Su historia la documentó el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) en un informe de 2016. 

Ella logra su ingreso de un juego de feria, pero lo hipotecó para comprarle una motocicleta a su hija Naomi, su brazo derecho y la que continuará con el negocio porque no aprendió a leer ni a escribir.

Las comerciantes viven en un cuarto de menos de seis metros cuadrados: con dos catres, una televisión que les regaló el gobierno federal, una silla de plástico y una pecera; la ropa se guarda en bolsas y debajo de las camas. En el patio, hay un excusado y una parrilla, en la que a veces cocinan. 

Además de Naomi, ahí también viven Mariana, Estrella y Antonio, los otros hijos de Lorena, así como su sobrina Estefany. Todas duermen en los dos colchones individuales que se aglutinan en la pequeña habitación y que, al mismo tiempo, comparten con tres perros

Lorena se ha visto orillada a buscar firmas que avalan que sus hijas asisten a la escuela y obtienen calificaciones aprobatorias, aunque hace meses que no se paran en un aula porque trabajan en la feria.

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Lorena es la única que está a cargo de la casa luego de separarse de su pareja, pues el padre de sus hijas golpeaba a toda la familia.

La mujer vive en una casa de cemento firme que, en sentido estricto, cubre las características básicas de servicios, calidad y espacios; pero ella no es propietaria del cuarto. 

Formalmente, las y los niños están inscritos en la escuela y ella cursó hasta la preparatoria -que al final quedó trunca- por lo cual ninguno tiene atraso educativo

El hogar recibía apoyos de Prospera, que las condicionaba a estar inscritos en el Seguro Popular, por lo que Coneval asume que tienen acceso a la salud. Como el trabajo de Lorena es informal, no cuentan con acceso a la seguridad social. 

Quienes habitan en la vivienda no declaran falta de comida, ya que cuando no tienen ingresos provenientes de la feria, Lorena ve la forma de alimentar a su familia.

Lorena cumple con varios de los criterios que evalúa el Coneval para descartar la pobreza, pero eso no se traduce en que ella efectivamente tenga un nivel de vida adecuado. 

Por el contrario, invisibiliza su condición, ya que de acuerdo a los criterios que logra cubrir Lorena, ella podría ser una de las mujeres que dejó de ser pobre en la década reciente.

De acuerdo con el Coneval, la pobreza de las mujeres se redujo en 10 años al pasar de 44.6% a 42.4% entre 2008 y 2018.

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¿Se está midiendo mal la pobreza?

Isalia Nava Bolaños, economista especializada en género e investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explicó en entrevista para Cuestione que la forma en la que se mide la pobreza en México debe modificarse para ser más realista.

Esto porque la mayoría de los ingresos de las mujeres todavía provienen de fuentes indirectas, como remesas, seguridad social por parte de su esposo o ingresos de otras personas de la familia. 

Una medición más apegada a la realidad demostraría que la pobreza o riqueza de las mujeres permanece subordinada a los ingresos de su pareja o de otros hombres, pero no por fuentes directas y autónomas, explicó la académica.

Si bien las tres carencias en las que más disminuyó el porcentaje de mujeres en estos 10 años fueron acceso a la salud, a una vivienda de calidad y la educación, según datos del Coneval. Nava Bolaños aseguró que un factor determinante fue que en estos años cada vez más mujeres ingresaron al mercado laboral.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en el segundo trimestre de 2019 había al menos 27 millones de mujeres entre la Población Económicamente Activa, mientras que en el mismo periodo, pero de 2008, había 23 millones.

Los programas sociales como el Seguro Popular pudieron ser un factor determinante para cubrir las necesidades de salud, pero la reducción de la pobreza de las mujeres pudo ser más amplia y constante si se hubieran mejorado sus ingresos para equipararlos con el crecimiento económico de los hombres, ya que los programas sociales no lo son todo, analizó la economista.

Por ejemplo, la carencia que menos reducción de población femenina presentó en estos 10 años fue de alimentación, esto a pesar de que desde 1997 en México operan programas sociales para contrarrestar la carencia alimentaria, como Progresa, Oportunidades, la Cruzada contra el hambre Prospera

Pero, de acuerdo también con datos del Coneval, al segundo trimestre de 2019, las mujeres ocupadas recibían 77.8 pesos por cada 100 que ganaron sus pares varones. 

Este es un rezago de años anteriores. En 2016 los datos muestran que las mujeres ganaban una quinta parte menos que sus pares, aun cuando tienen el mismo nivel educativo.

Un impedimento para que las mujeres salgan más rápido de la pobreza y la pobreza extrema es la desigualdad en el tiempo que dedican mujeres y hombres para tareas no remuneradas de cuidado y de limpieza en los hogares. Ellas tienen menos horas para realizar una ocupación remunerada, observó la especialista.

Retrocesos

Nava Bolaños señaló que lo que tendría que hacer la nueva administración es revisar con más detalle la condición de pobreza y pobreza extrema de las mujeres, revisar sus principales fuentes de empleo y desarrollar más programas sociales enfocados a reducir estas brechas.

El programa de Apoyo a las Madres Trabajadoras que daba ingreso a las estancias infantiles para el cuidado de las niñas y los niños contribuía a que más mujeres participaran en el mercado laboral por jornadas más prolongadas.

Transferir de manera directa los apoyos a las familias significa trasladar la carga de cuidado a las mujeres, lo que impediría su ingreso al trabajo formal y significaría un retroceso en la reducción de la pobreza femenina, destacó la investigadora. 

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¿Quién pierde más?

Desde 2016, Coneval reconoció que “las condiciones de desventaja históricas de las mujeres indígenas, por ejemplo, son tan grandes en comparación con otros grupos sociales que la política (sociales) (…) serán insuficientes para ver en 20 años a una niña indígena compitiendo en igualdad de circunstancias con los jóvenes”.

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