El domingo 19 de septiembre, la Conagua informó que el río Tula podría volverse a desbordar debido a las fuertes lluvias que cayeron sobre el centro del país. La advertencia puso en alerta a una zona del estado de Hidalgo que había sufrido una inundación trágica apenas dos semanas antes.
“Debido al #Pronóstico de #Lluvias de fuertes a muy fuertes en la #CDMX, #EdoMéx e #Hidalgo durante las próximas 24 horas, la #Conagua mantiene monitoreo y vigilancia del posible incremento del río Tula y de las presas en la región.”
Comisión Nacional del Agua en Twitter, 19 de septiembre de 2022
El 6 de septiembre, una inundación en Tula y el valle del Mezquital dejó un saldo de 17 muertos y aproximadamente 31,000 viviendas afectadas, según el informe de la coordinadora nacional de Protección Civil, Laura Velázquez Alzúa.
Lamentando la tragedia, el presidente López Obrador mencionó que las lluvias habían causado esta terrible inundación: “Se está atendiendo a los familiares de los que perdieron la vida. Vamos a seguir pendientes, porque se desbordaron ríos, presas, llovió muchísimo en todo lo que es el Valle de México y esto causó el desbordamiento de los ríos”.
Y aunque es cierto que las fuertes lluvias fueron la causa original de este desastre natural, la decisión sobre el lugar que se terminó inundado fue política y no una consecuencia del flujo natural del agua, aseguró Dean Chahim, un ingeniero ambiental y doctor en antropología por la Universidad de Princeton en Estados Unidos.
Chahim, quien hizo su tesis de doctorado sobre el sistema de drenaje de la Ciudad de México, escribió en una columna para el Washington Post que la inundación “no fue un ‘fenómeno natural’, como señalan las autoridades, ni un hecho aislado: fue un efecto predecible derivado de un manejo político del drenaje en el Valle de México, donde se ubica la Ciudad de México y su zona conurbada”.
Para Dean Chahim, lo que hizo que se desbordara el Río Tula no fue el desfogue de las presas Daxhó y Requena, sino “el torrente adicional, de al menos 220 metros cúbicos, de aguas negras y pluviales provenientes del Valle de México que la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y el Sistema de Aguas de Ciudad de México (Sacmex) mandaron al Valle de Mezquital”.
Es decir, Conagua y Sacmex decidieron trasladar el problema hacia Tula a través del sistema de drenaje de la capital en lugar de que estas aguas negras inundaran la Ciudad de México, algo que Chahim observó que sucedía constantemente cuando hizo la investigación para su tesis doctoral entre 2017 y 2019: “cuando el sistema de drenaje se llena, no hay forma de prevenir por completo las inundaciones, más bien hay que dirigirlas a través del cierre de compuertas y la restricción de bombeo. Pude constatar un patrón discriminatorio, en las que las compuertas se cierran primero en las zonas de alta marginación como Iztapalapa, Ecatepec y Ciudad Nezahualcóyotl, dejando que se inunden para proteger a la zona centro de la capital del país”.
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Y el problema es que estas inundaciones seguirán sucediendo, porque uno de los más grandes retos que tiene la Ciudad de México, desde hace siglos, es cómo deshacerse del agua. La desecación histórica de la cuenca del Valle de México inició poco después de la conquista española y sigue siendo un gran desafío porque el hundimiento de la ciudad hace cada vez más difícil sacar el agua que originalmente se acumulaba en los siete grandes lagos que había en donde ahora hay calles y plazas.
La solución, dice Chahim, es ampliar lo más posible la retención de agua en la Ciudad de México restaurando los vasos o reguladores (principalmente las presas del poniente de la ciudad) que hoy están azolvados e invadidos.
Por lo pronto, seguir culpando solo a las lluvias de las inundaciones cuando se trata de decisiones políticas puede calificarse como falso.
