Cuando te vuelva a ver

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It´s been a long day without you, my friend

And I´ll tell you all about it when I see you again

We´ve come a long way from where we began

Oh, I´ll tell you all about it when I see you again…

Wiz Khalifa

“Ya verás, prima, este es mi año”, me dijiste mientras manejabas una moto de agua en Tequesquitengo, conmigo abrazada a tu espalda para no caer. Y ese año te moriste. A los 33 años. En Semana Santa. No podía ser de otra manera, tu estilo siempre fue la pausa dramática, la vuelta de tuerca, el tercer pie del gato.

Puede ser que suene algo oscuro, pero creo que te hubiera gustado tu muerte: accidental, uno de tantos accidentes que tuviste, porque también tu estilo era ese, llegar a los hospitales desangrándote, con algún hueso fracturado u otro reto médico, como aquella vez que te caíste en el gimnasio y te tuvieron que hacer veintitantas cirugías para reconstruirte el vientre. Durante años tuve la certeza de que tú, como un ángel de la guarda terrenal, concentrabas todos los contratiempos médicos de la familia para que a nosotros no nos sucediera nada, sólo así podía explicar que en una familia tan numerosa como la nuestra, de más de cien personas, estuviéramos sanos y enteros, desafiando a toda estadística. Menos tú, el concentrador de desgracias, desafiando a toda estadística.

En tu vocación por ayudar a otros resultó que con tu muerte cerebral le devolviste la esperanza a nueve personas que hoy continúan con tus riñones, ven con tus córneas, aprovechan varios años más con tu hígado. Te quedaste aquí en fragmentos de tu cuerpo, y también en los pensamientos de quienes te amamos y tuvimos la fortuna de conocerte y de abrazarte en cada despedida cuando siempre nos decías “te quiero mucho”, como en aquella película de hace tiempo: “nunca te vayas sin decir te quiero”, de Jeroen Krabbé. Lo último que me dijiste fue justo eso: “te quiero”.

¡Cuando vuelva a verte tendré tanto que contarte! Te diré cómo aquella novela que tanto me dolió escribir se convirtió en un best seller y me trajo, en un truco de magia parecido a los tuyos, al compañero de mi vida. Te platicaré del amor por la música, la guitarra, el bajo y la batería de tu sobrina y de la pasión por los números de tu sobrino; que me divorcié del abogado que arregló el asunto legal de tu catástrofe y recuperó la moto de la que te caíste; que tu muerte me hizo replantearme la vida al punto de que en ese 2011 mi existencia se llenó de caos, finales, desencantos, desenlaces y una de mis peores experiencias: le regalé mi editorial a un imbécil con cara de buena gente. 

Cuando te fuiste caí en el engaño de que más me valía poner mis sueños guajiros de ser escritora en pausa para ser esposa modelo, madre abnegada, ama de casa a prueba de polvómetros, no fuera a ser que me muriera también prematuramente y mis hijos se quedaran sin la persona que más los amaría en el mundo; o no fuera a ser que le pasara algo a alguno de ellos y me arrepintiera para siempre de perderme cada segundo de su desarrollo infantil. 

Traicionarme para no abandonarlos me salió carísimo: ese 2011 también me di cuenta de que mi marido me estaba poniendo el cuerno de nuevo, que debíamos meses y meses de renta, que la mayoría de mis amigos no eran amigos, sino escritores en espera de que les publicara su libro; cuando me quedé sin editorial quedaron tan pocas personas a mi alrededor que me hizo falta reconstituirme hasta en el asunto de la amistad.

Cuando vuelva a verte también te contaré cómo descubrí el amor libre; cómo, después de mi desengaño familiar, profesional y de amistad, después de haber estallado en miles de esquirlas, volví a construirme en una versión corregida (o incorregible) y aumentada y me convertí en esa mujer que tantas veces platicamos tú y yo: orgullosa de sus talentos y atrevida para darlos a conocer. Sí, Rodrigo, logré arrancarme las inseguridades, los miedos y los pudores y traje por fin a mi piel a ese personaje que tanto me palpitaba dentro.

Aunque tengo la certeza de que al morir nos convertimos en una nada aderezada con recuerdos, me gusta imaginarte rodeado de quienes se fueron antes y después de ti: tío Jesús, tía Lulú, abuelito Luis, abuelita Alicia, Daniel, tía Lupita, tío Fernando, y que nuestra familia volverá a unirse en algún sitio sin tiempo ni adioses. Hace unos días hubiera sido tu cumpleaños 46 y te confieso que a veces juego a imaginar qué tanto me hubieras contado tú a mí si en vez de tuya, aquella muerte habría sido la mía.

Hasta siempre, Rodri. Te quiero mucho.

Más de la autora: Rendición

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