Las emociones esas

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El mundo está tan obsesionado con los momentos de felicidad, belleza, éxito, plenitud, paz, optimismo, orgullo, excitación, fe, confianza y diversión que se vuelven tan virales en las redes sociales, que nos convence de que emociones como la ansiedad, el miedo, los celos y el enojo son tan terribles que debemos ignorarlos a toda costa para no mostrar debilidad de carácter y, sobre todo, con la convicción de que allá en el futuro sí se encuentra la vida soñada, el paraíso, la tierra prometida. Para eso trabajamos día a día.

“No caigas en la tiranía de la felicidad que muchas veces intentan imponernos, pues, paradójicamente, es una fuente inagotable de frustración emocional y te empuja a rechazar todo lo que no sea ‘placentero’”. Leí en el libro Volver a ser tú: claves para entender y superar la ansiedad, del Doctor Joaquín Mateu-Mollá, mi más reciente acercamiento a comprender algunas de esas emociones incómodas que de pronto aparecen en el insomnio de toda persona sobre la faz de la tierra. 

Las emociones, esas mal definidas como “negativas”, son como un dolor de cabeza: avisan que hay algo mal en el cuerpo y hacen falta algunos reajustes para continuar la fiesta de la vida sin las molestias. En la mente sucede igual: esa incomodidad indica la necesidad de movimiento, por eso reconocerlas es necesario, útil y te acercan al autoconocimiento, indispensable para la verdadera felicidad, tan lejana del optimismo irracional, por no decir estúpido. 

Sí, todo muy lindo, pero ¿qué utilidad, concretamente, pueden tener las emociones? Aquí algunas ideas (no son las únicas; tú, con tu experiencia, encontrarás las tuyas):

La tristeza sirve para:

  • Provocar una pausa en la búsqueda de alternativas nuevas para mejorar el estado de ánimo.
  • Ayudarte a valorar la alegría y la paz que sí experimentas y a veces das por sentadas.
  • Predisponerte a la reflexión en silencio.
  • A veces trae junto consigo al llanto, esa excelente válvula de escape que ayuda al cuerpo a relajarse después de la tormenta.

El miedo sirve para:

  • Conservarte con vida y con el cuerpo íntegro en situaciones de peligro.
  • Enseñarte a tener cautela en situaciones presentes que se parecen a las del pasado y resultaron desastrosas.
  • Ponerte en estado de alerta, afinar los sentidos, los instintos y así darte una perspectiva distinta.

Los celos sirven para:

  • Librarte de relaciones en las que la pareja no cumple con tus estándares mínimos de convivencia.
  • Ponerte a buscar estrategias nuevas para volver a enamorar a tu persona amada. 
  • Detonar mayor deseo sexual.
  • Motivarte a lograr algo con la inspiración puesta en el éxito de alguien más.

El enojo sirve para:

  • Ayudarte a no aguantar situaciones injustas o a personas que se aprovechan, dañan, mienten.
  • Impulsarte a poner límites. 
  • Detonar la realización de ideas abandonadas en la necesidad de demostrarle a alguien que sí puedes.

La ansiedad sirve para:  

  • No permanecer en una zona que parece cómoda y en realidad no te hace sentir a gusto.
  • Conservar la curiosidad, la energía del descubrimiento, la sed por los hallazgos.
  • Modificar aquellas actitudes o hábitos que no están funcionando.
  • Cerrar ciclos del pasado que requieran de un desenlace para extraer de ellos el aprendizaje que nos ayude a avanzar en el presente y el futuro y dejen de ser anclas de dolores antiguos.
  • Recordar que la vida es emocionante, que la incertidumbre es parte de tomar decisiones, ejecutar planes y utilizar el cuerpo para experimentar el mundo.

El común denominador de estas emociones es la incomodidad. Los seres humanos crecemos, aprendemos, avanzamos en la incomodidad. ¿Por qué alguien habría de querer cambiar un estado de perfecta calma, por el caos?

Reconocer las emociones no es debilidad: es fortaleza, porque no hay alguien más fuerte que aquella persona que ya pasó por el intenso contacto con sus peores demonios, los conoce y en lugar de dejarse derribar o esconderlos en el closet como esqueletos, los invita a tomar café de vez en cuando. 

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