Estudiantes en el abandono

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Esta semana millones de niños iniciaron un nuevo ciclo escolar. En los meses previos la atención de este regreso a clases se centró en la idoneidad de los nuevos libros de texto, para garantizar una educación de calidad y dejamos de lado, prácticamente invisibilizados, retos añejos del sistema educativo que ni los nuevos textos, ni los nuevos planes de estudio van a resolver.

Pilares fundamentales que han sido ignorados. El rezago del sistema educativo mexicano viene de sexenios atrás, es cierto, pero la falta de una política pública integral incrementó la problemática y por si eso no hubiera sido suficiente, los poco más de dos años de COVID-19 anclaron aún más la crisis.

Dos de los más graves problemas que dejó la pandemia y que a la fecha no han podido ser resueltos son el rezago y la deserción escolar. Sobre este último las cifras no han sido claras, ya que mientras el INEGI reveló que más de 5,000,000 de estudiantes no se inscribieron al ciclo escolar 2021-2022, la SEP solo reconoció cerca de 521,000 y ante ese mal diagnóstico, un mal seguimiento: no hay cifras claras tampoco respecto a la reintegración de esos estudiantes en los siguientes ciclos. 

Respecto al rezago, la organización Mexicanos Primero documentó una pérdida significativa de aprendizajes. En el estudio Equidad y Regreso mostró que en diciembre de 2021, del total de los niños de entre 10 y 15 años que entrevistó, 23% ya no pudieron comprender un texto de tercer grado, y 8% ya no pudo nombrar una cifra de dos dígitos cuando seis meses antes ambas cosas las podían hacer.

Qué se ha podido recuperar es incierto porque desde la desaparición del Instituto Nacional de Evaluación Educativa, o sea en 2019, no ha habido pruebas diagnósticas oficiales sobre los aprendizajes en el aula. No debemos olvidar que la falta de una educación de calidad amplía las brechas de desigualdad, y nuevamente los más afectados han sido los estudiantes de escuelas públicas.

Para ellos no solo es el rezago, también la deficiente infraestructura de los centros escolares merma su educación. Existen alrededor de 217,000 escuelas públicas de todos los niveles, y el 51% tiene 30 o más años de antigüedad y en muchas de ellas la falta de mantenimiento ha derivado en graves carencias. Según datos del INEGI, alrededor de tres de cada 10 alumnos de educación básica no cuentan con mobiliario básico; la cifra se dispara a siete.

Una situación que se ha agravado desde que el presidente López Obrador anunció que todo lo que tiene que ver con construcción y mantenimiento de instalaciones educativas se entregaría directo a las sociedades de padres de familia y ya no estaría a cargo del INIFED.

Este hecho ha derivado en la falta de claridad no solo del destino de los recursos, sino también de la falta de certeza sobre las mejoras.

Hace un momento citaba las brechas de desigualdad y cómo desde la escuela se perpetúan y miren este dato: solo el 37.3% de las escuelas públicas cuentan con servicio de internet con propósitos pedagógicos en una era en la que las nuevas tecnologías y la conectividad son básicos potencializadores de desarrollo. Sé que estarás pensando: ¡muchas ni siquiera tienen luz!

Seguimos condenando a millones de niños a anclarse en la pobreza, y si de maestros hablamos, en México un maestro de escuela pública debe atender a 35 alumnos en promedio, mientras que en otros países de la OCDE la media es de entre 14 niños por profesor y además ganan 33% más que nuestros maestros. ¿Podemos dar mejor educación con maestros rebasados, mal pagados y además mal preparados?

En la educación primaria, tres de cada 10 profesores no tiene título de estudios superiores; 40% ni siquiera terminó los programas de capacitación.

Hasta aquí he mencionado tres pilares de los cuatro que desde mi perspectiva se debieron atender.

Dejo a propósito un último punto porque merece una atención urgente: se trata de la salud mental y la construcción de paz dentro y desde el entorno escolar.

México ocupa uno de los primeros lugares a nivel mundial en acoso escolar: siete de cada 10 estudiantes lo viven. Y no solo se ha permitido que los casos aumenten, sino también que los niveles de violencia escalen.

Atender la salud mental como parte de la política educativa es urgente. Los niños, niñas y adolescentes atraviesan momentos muy complicados de soledad, violencia y desesperanza.

Abramos el debate, no solo son los libros: los retos de la educación deberán ser todos atendidos en una política educativa del próximo gobierno. Exijamos que desde la escuela no se condene a generaciones a la pobreza y la desigualdad.

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