Entre el miedo y la esperanza

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Empezamos a ver el ocaso del año 2023. Las fiestas decembrinas, junto con los gastos, la ansiedad y las demandas que nos generan han llenado nuestros días. Así, las noticias que quizá ocuparían más tiempo en nuestra mente se van quedando de lado.

Quizá brincamos ante una masacre o algún evento de alto impacto, pero la política y sus detalles se van volviendo más borrosos en estos días.

Con todo, no es un mal momento para pensar en lo que se viene para el próximo año: la elección más grande de la historia moderna. Será un momento definitorio entre las distintas aspiraciones de país, de sistema democrático y de valores sociales que decimos defender.

La primera mitad de 2024 será agotadora. Viviremos tapados de propaganda, noticias falsas, insultos y agresiones; las promesas y propuestas serán grandiosas e interminables. 

Los procesos electorales giran en torno a la idea de cambio o continuidad, pero en esencia hay dos grandes emociones que se viven en las campañas electorales: la esperanza y el miedo

Diversos especialistas han analizado el fenómeno, entre quienes destaca Drew Westen, un psicólogo y profesor de psiquiatría en la Universidad Emory. En su libro “The Political Brain”, Westen analiza cómo estas dos emociones definen nuestro voto.

Westen afirma que el miedo y la esperanza son elementos poderosos en la política, y son los candidatos que pueden conectar emocionalmente con los votantes quienes tienen más éxito en movilizar el apoyo. Su enfoque se basa en la psicología cognitiva y en cómo los marcos emocionales influyen en la manera en que las personas procesan la información política.

López Obrador fue en 2006 víctima de una campaña de miedo que lo afectó lo suficiente como para quitarle ese mínimo margen que necesitaba para ganar. Luego, en 2018, logró capitalizar la esperanza de millones. 

Esta elección será un poco diferente: Claudia Sheinbaum deberá tratar de capitalizar el miedo de algunos sectores sociales, y ya han empezado a hacerlo. López Obrador ya ha amenazado que de ganar la oposición se acabarán los apoyos sociales. Se juega con la idea de incertidumbre y amenaza: “vas a perder beneficios”, “el futuro será incierto”, “volverán los años oscuros”. Campaña de miedo. 

También jugarán con la esperanza, aunque será menos fácil para Sheinbaum: ella no tiene el carisma de Andrés Manuel, así que depende de su figura. Pero hay varios sectores que necesita emocionar y no le será tan fácil: son los decepcionados de la 4T. 

Xóchitl Gálvez también debe jugar con ambos factores. Por un lado, ser la esperanza de que México será mejor con ella. Eso le implicará el enorme esfuerzo de sacudirse la imagen de representar a los partidos tradicionales que ya han decepcionado a la sociedad, y tratar de construir una narrativa de “renacimiento mexicano”. Deberá apostarle a romper con la polarización, a tratar de unir a la sociedad en principios básicos de democracia, justicia e igualdad. La promesa de un cambio positivo, de una mejor sociedad.

También tendrá que jugar con el miedo para otros sectores: detener la destrucción de las instituciones, defender los órganos autónomos, mantener la división de poderes, cuidar la democracia. 

Será complejo para ambas mantener coherencia en sus discursos y una densidad apropiada en sus propuestas: que sean realistas pero comunicables. No es tan fácil eso.

Lo que sí sabemos es que el próximo año la ciudadanía enfrentará el gran desafío de entender esto: nuestro voto definirá en gran medida el México que le heredaremos a nuestros hijos e hijas. No es una elección menor.

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