Escucha a tus padres

Compartir:

- Advertisement -

Despierto antes de las seis de la mañana, preparo mi té de canela – que empecé a tomar para no terminar tomando cinco litros de café – y me pongo a escribir. Mis padres están conversando, mientras el sol nace, sobre los vínculos humanos y la inevitable desilusión que sufriremos o seremos responsables en la relación con el otro. Sonrío escuchandolos.  

Después de estar, oficialmente, seis años lejos de mi país, me encuentro en la casa de mis padres. Al inicio quise creer que el motivo para volver era la pandemia. Hoy, pasado tres meses, entiendo que volví para renovarme.  

Abandoné al país que me acogió con una maleta bastante más chica de lo que pensaba que sería. Dejé amigos y un departamento amueblado y volví a la casa de mis padres con el corazón roto de una relación amorosa que inocentemente pensé que sería de aquellas que llaman “para siempre”. 

Tal vez, si hubiera vuelto dos años atrás, no habría aguantado seguir aquí tanto tiempo. Ya vimos demasiadas películas sobre volver a vivir con los padres, como para no entender la sensación de “fracaso” del personaje en la habitación de su juventud y las rutinas familiares que vuelven a hacerse obligatorias

Pero algo de mi historia es distinta. No vine a quedarme indefinidamente – aunque me pregunto qué se puede considerar definitivo después de un año como este. Vine a renovarme y para eso casi siempre es necesario contención. 

Y aquí estoy, escuchando a mis padres y percibiendo cosas de mí y del mundo que me eran completamente ajenas. Viendo las sencillas rutinas pasadas como un tesoro – como ver películas antiguas con mi padre.

Pienso en cómo la vida es dinámica:  Lo importante que es nacer en un lugar y tener referentes y después, igual de importante, romper con el esquema en que naciste y buscar tu propio lugar – físico y emocional. 

Pero ¿qué hacer con esa relación cuando ya está marcada la línea de la vida de ellos y la de uno? 

No sé si es necesario, o fundamental, o incluso importante – prefiero quedarme con: Es bonito volver. 

Tal vez no como yo, con maletas y sin plazo. Pero revisitar esa relación y aprender a escucharlos – no desde un lugar de adoración ciega como cuando eramos chicos, sino con límites y gratitud – nos ayuda a avanzar en nuestra propia vida. 

Le Clézio, un célebre autor francés, escribió un libro llamado El Africano, en que decía: 

“Todo ser humano es el resultado de un padre y de una madre. Se puede no reconocerlos, no quererlos, se puede dudar de ellos. Pero están allí, con su cara, sus actitudes, sus modales y sus manías, sus ilusiones, sus esperanzas, la forma de sus manos y de los dedos del pie, el color de sus ojos y de su pelo, su manera de hablar, sus pensamientos, probablemente la edad de su muerte, todo esto ha pasado a nosotros”.

Cuando lo leí, me hizo más clara la idea de que cuando sanamos las relaciones con los que nos dieron la vida, somos capaces de cambiar o no – pero a conciencia – a nosotros mismos y nuestros destinos.  

Entiendo que tuve “suerte” en la experiencia con los míos. Pero he conocido a muchas personas que siguen responsabilizando a sus padres – en algunos casos ya fallecidos – sobre los problemas de sus vidas. Y me es inevitable pensar que la búsqueda de sanar ese vínculo es una elección propia, que se puede realizar o no con la participación de ellos. 

Si tu experiencia no es positiva, no te digo que los perdones o que te obligues a quererlos. 

Te propongo a que los escuches si es posible, o recuerdes conversaciones del pasado para poder hacer dos cosas:  honrar la vida que te dieron y cambiar absolutamente todo en ella que para ti no tiene sentido. 

Puedo estar equivocada pero, honrar el pasado es la manera más sencilla de lograr avanzar hacia adelante. 

Termino esta columna cerca de las diez de la mañana – después de asistir a mi padre con  un mail y ayudar a mi madre a conectarse a su reunión por Zoom – con la sensación de que los intercambios más sencillos entre nosotros van a ser las bases sólidas de esa relación y que sí, inevitablemente sufriremos y seremos responsables por futuras desilusiones. 

Y pese a eso, todo estará bien

Otro texto de la autora: ¿Conversar para perder?

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.