Plagios y política

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La semana pasada estalló un nuevo escándalo alrededor de otro presunto plagio en un trabajo de tesis de titulación de un funcionario de alto rango: ahora es el caso de  la tesis de licenciatura de ni más ni menos que la ex fiscal General de Justicia de la Ciudad de México, Ernestina Godoy.

Todo mundo habló de ello luego de que se publicara la investigación de Guillermo Sheridan en donde presentó detalle a detalle la comparación de párrafos y páginas completas idénticas en el trabajo de Godoy y en artículos publicados por investigadores nueve y siete años antes.

La copia fue incluso de citas al pie de página: incluyó el link del repositorio de tesis de la Dirección General de Bibliotecas de la UNAM, donde cualquier interesado o escéptico puede consultar lo presentado en 2004 por la entonces estudiante, Ernestina Godoy

Ella inmediatamente negó la acusación y publicó una carta en donde aseguró que todo eran “infundios, mentiras y calumnias de un grupo de derecha para afectar su posible ratificación al frente de la Fiscalía”.

Este caso es tan grave como el de la ministra Yasmín Esquivel o el de Enrique Peña Nieto, funcionarios de altísimo nivel que por lo menos, por lo menos, no saben hacer un trabajo de investigación, una materia que todos llevamos desde secundaria: metodología de la investigación y que los principios básicos de citar autores y fuentes nos los exigían en la escuela.

¿Hay motivos políticos detrás de lo evidenciado? Sí, seguramente: igual que en los señalamientos a Esquivel, Peña, Xóchitl Gálvez, Claudia Sheinbaum; pero ello no exime de responsabilidad a quien cometió el plagio u omitió las reglas básicas de la investigación. 

Lo malo aquí como en todos los otros casos es que independientemente de por qué, alguien decidió buscar, rascar tantito y encontró.

En su carta Godoy amenaza que ya está emprendiendo acciones legales para defenderse de lo que aseguró es una difamación en su contra. Aunque el precepto de la justicia en México es que un acusado es inocente hasta que se demuestre lo contrario, resulta difícil pensar en la inocencia de la ex fiscal porque no son pequeños párrafos, sino hojas y hojas enteras en las que no se cambia ni una coma de los artículos de Merino y Thoening. Es más, lo único que modifica es el espaciado entre párrafos de esas hojas y hojas idénticas.

Pero dice que son infundios. Revisemos rápidamente qué significa infundio según la Real Academia de la Lengua: mentira, patraña o noticia falsa, generalmente tendenciosa. ¿Será? Ya lo dije: parece difícil creerlo, pero será la autoridad la que habrá de determinar si es que Godoy presenta la denuncia. 

Recordemos que aunque el plagio es un delito de acuerdo al Código Penal, este prescribe rápidamente y la tesis de Godoy es de 2004. Seguramente ustedes como una servidora se preguntan qué pasa y qué ha pasado en la UNAM que en esas tesis todos han sido o plagiarios y omisos. En la máxima casa de estudios si se sanciona un plagio, el tramposo puede perder hasta el título. 

Lo malo es que los asesores o no se dieron cuenta o forman parte cómplice del engaño. La esperanza hoy quizá es pensar en que ya tenemos acceso fácil a herramientas que detectan cuando alguien hace “copy paste” o toma ideas y trabajos de otros para presentarlas como propias, quizá el uso y aplicación de esas herramientas nos permitan eliminar algo que por lo señalado parece una práctica común.

Quizá ahora sí la UNAM pueda garantizar la probidad de sus procesos de titulación a través de tesis y de sus titulados.

Pero además: ¿la UNAM está obligada a revisar el caso como señalan muchos?  ¡Claro! Pero no olvidemos cómo el caso Esquivel ató de manos a los abogados de la Universidad. De los casos Godoy y Esquivel será difícil llegar a la verdad por su relación directa en la procuración de justicia de nuestro país.

Lo trágico es que hoy, más que nunca, estamos viendo el uso de las instituciones del ramo para intereses particulares.

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