Salud y educación: carencias antes y después de la pandemia

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La pandemia por el nuevo coronavirus representa un desafío sin precedentes para México. En cuestión de meses, la enfermedad saturó hospitales y envió a los y las estudiantes a casa. El problema es que el país ya tenía carencias que no le permitieron sobrellevar este cambio, sobre todo en los sectores de salud y educación. 

El Consejo Nacional de la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) es una de las instituciones que evalúa el acceso de las personas a ciertos servicios. 

En su último reporte sobre dimensiones de pobreza, el CONEVAL ilustra la evolución de estos indicadores y también hace una proyección para el 2020 sin contar la pandemia.

Con excepción del último año en salud, pareciera ser que el camino de México era alentador. Las personas sin acceso a servicios de salud y educación eran menos que hace 20 años. Sin embargo, la COVID-19 cambió la manera en que los hospitales y las escuelas se organizan. Valdría la pena echar un vistazo a la situación del primer año de la pandemia en estos sectores.

Salud post COVID-19 

Ante la incertidumbre de un nuevo virus, era necesario que los servicios de salud empezaran a moverse para atender a la población. El impacto de la pandemia en 2020 afectó a muchas familias mexicanas. De acuerdo con la Encuesta de los Efectos del COVID-19 en la Ciudad de México (ENCOVID-19 CDMX), el 24% de los hogares reportó haber tenido al menos una persona enferma y con síntomas. De estas, el 77% estuvo satisfecha con la atención médica brindada.  

Sin embargo, no pasó lo mismo con aquellas personas que estuvieron en una situación más crítica ni para los hospitales que las atendieron. El Instituto de Ciencias Globales de la Salud de la Universidad de San Francisco se dio a la tarea de analizar la respuesta por parte del gobierno mexicano. Según el reporte, “la atención médica se quedó corta.”

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La primera ola de la pandemia sobrepasó la capacidad hospitalaria. El problema empezó con la manera en que tenían que revisarse los casos de COVID-19 y el tiempo que llevaba hacer esto. La duración promedio de una persona enferma del nuevo coronavirus en el hospital llegó hasta los 30 días y, además, tenían que estar aisladas del resto de los pacientes. 

Era cuestión de tiempo para que la capacidad de los hospitales se viera rebasada. Casi la mitad de los fallecimientos en hospitales de la Ciudad de México tuvieron que ver con falta de disponibilidad de camas para cuidados intensivos.Los datos de la Secretaria de Salud sostienen lo anterior. Hubo días en los que casi una tercera parte del total de camas disponible en los hospitales de la ciudad eran solo para pacientes de COVID-19 intubados.

Al llegar más y más personas a los hospitales, el servicio de salud empezó a desplazar a aquellas que no estaban enfermas, posponía hospitalizaciones o daban de alta a gente antes de lo debido. En pocas palabras, hubo más personas sin acceso a la salud debido al coronavirus y a una gestión desorganizada.

Educación post COVID-19

Las condiciones de los y las estudiantes para continuar con su educación en la pandemia tampoco eran sólidas, en especial en un México donde el 40% de las personas son consideradas pobres y con carencias en el acceso a ciertos servicios.

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Con base en datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 2.3 millones de personas dejaron de estudiar solo por cuestiones relacionadas con la COVID-19. Las razones abarcan desde falta de computadora para tomar las clases hasta la dificultad que los padres tenían de estar para pendiente de la educación remota de los y las hijas.

De acuerdo con los reportes del CONEVAL sobre el tema, la educación es indispensable para que las personas accedan a mejores empleos y tener un mejor salario. Esto es importante porque les permite tener un empleo y así acceder a una institución de salud y no exponerse a enfermedades. 

De hecho, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) reportó que el 49.6% de las personas fallecidas por COVID-19 en México contaban solo con la primaria terminada.

¿Cómo reparar el daño?

La pandemia afectó el acceso a la salud y a la educación. Con las carencias existentes y ahora con una tercera ola a la vuelta de la esquina, es de esperarse que los hospitales se vuelvan a llenar y que la educación vía remota continúe. El rezago en estos sectores seguirá.

Un estudio previo a la pandemia sobre condiciones mínimas para vivir adecuadamente del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) ya sugería una propuesta para solucionar ambos problemas. En lugar de buscar políticas alrededor de definiciones de bienestar establecidas por expertos, el centro busca una respuesta a partir de la opinión y necesidades de las personas. 

Para ello, fue necesario preguntarle a las personas de todos los niveles socioeconómicos sobre una definición de vida digna. Esta incluye “necesidades básicas, como la alimentación, la vivienda y el vestido, así como tener la oportunidad de trabajar, acceso a los servicios de salud y educación y al tiempo libre,” al igual que “estar comunicado(a) e informado(a), vivir en un ambiente estable y seguro, y ser parte de la sociedad.”

En cuanto a la especificación de los mínimos apropiados en salud, las personas destacaban no solo el acceso a la atención pública, también un presupuesto adicional para servicios privados. En la educación se destacaba la importancia en la calidad, sobre todo en niveles básicos.

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Resulta importante tener un concepto de vida digna en el diseño de políticas de acceso porque se toma en cuenta la opinión de la gente sobre lo que le hace falta. Marcelo Delajara, director del programa de Crecimiento Económico y Mercado Laboral del CEEY, nos dijo que “las soluciones deben reflejar mejor el sentir de la población. Las políticas deben ir acorde a una expectativa social.”

“La discusión pública nos abre la puerta para que las políticas satisfagan verdaderamente” dice Dejalara. Todo esto implica un consenso social de lo que es la vida digna y una mejora en la calidad de las políticas. 

Si las condiciones previas a la pandemia ya exigían una solución que se enfocara en lo que la gente necesita, posterior a ella es más necesario. Antes de pensar en alguna respuesta específica para aumentar el acceso a la salud y educación luego de una crisis como la actual, habría que preguntarle a la gente cómo quiere que sea este acceso.

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