La tragedia ambiental

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“El problema es que los humanos tienen el don de elegir precisamente las cosas que son peores para ellos” : J.K. Rowling, Harry Potter

Con los efectos acumulados de un modo de vida dependiente de la destrucción del medio natural, la indiferencia de la sociedad ante los problemas crecientes de contaminación y la posición del actual Gobierno Federal de menospreciar todo esfuerzo orientado a cuidar la calidad de nuestro entorno, México vive la peor tragedia ambiental en su historia.

La contaminación urbana es uno de los problemas ambientales más críticos. En las ciudades se asienta casi el 80% de la población que padece de la mala calidad del aire que provocan las actividades industriales y, principalmente, el transporte en vehículos automotores que utilizan gasolina y diésel, combustibles fósiles que producen residuos dañinos para el medio ambiente y la salud de la población. 

Según el Centro Mario Molina, la tendencia al uso creciente de vehículos en las ciudades hará que en 2030 circulen 70 millones de vehículos a motor, con las consecuencias de una mayor congestión del tráfico, contaminación local, ruido, emisiones de gases efecto invernadero y accidentes automovilísticos. De acuerdo con los datos del Centro de Ciencias de la Atmósfera, la mala calidad del aire en las ciudades mexicanas supera por mucho los estándares internacionales.

México es uno de los países del orbe calificados con mayor estrés hídrico; la demanda de agua es más alta que la cantidad disponible. Cerca del 10% de la población no tiene acceso al agua potable y cerca del 30% que sí tiene acceso tiene problemas de cantidad suficiente y calidad. A esto agreguemos que se registra una de las sequías más severas y extendidas en décadas que padece el 85% del país, situación que hace enfrentar a más de 50 millones de personas algún tipo de escasez. Cerca del 70% de los ríos, lagos y presas registran contaminación. Y, por supuesto, se tiene un gran rezago todavía en la eficiencia física de la distribución del agua potable y en el tratamiento y reuso de las aguas residuales.

Los expertos coinciden en que esta situación empeorará como resultado del cambio climático, por lo cual se debe esperar un incremento de la temperatura, reducción de las precipitaciones medias anuales, sequías más severas, aumento de las condiciones que favorecen los incendios y mayor escasez de agua en las zonas urbanas.

Conforme a los diagnósticos de la propia Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), México genera casi 119 toneladas diarias de desperdicios, con lo cual lo ubica como el país que más basura produce en América Latina. Lo preocupante es que existe un extraordinario rezago en la conciencia social para la separación, disposición adecuada y reciclaje de la basura, así como graves deficiencias en el equipamiento, los sistemas operativos y el cumplimiento de las normas sanitarias mínimas en la gestión de los residuos sólidos.

La destrucción de los recursos naturales avanza sin freno. Tan solo en 2020 se perdieron 300 mil hectáreas de vegetación, de acuerdo con los estudios de la Plataforma Global Forest Watch y la Universidad de Maryland, mientras que las autoridades federales estiman que de 2021 al 2024 se perderán alrededor de 216 mil hectáreas de bosques por año.

El panorama es verdaderamente alarmante. La pandemia de la COVID-19, no obstante que es una resultante de la alteración de los ecosistemas, no parece ser un motivo que nos motive a la reflexión y a un mayor compromiso con el cambio que se requiere para vencer la incertidumbre sobre nuestro futuro. ¿Qué esperamos?

Y la oscuridad se hace más densa cuando constatamos el extravío de un Gobierno Federal que, desde la ignorancia y la soberbia, minimiza el fenómeno científicamente probado del cambio climático, acusa de conservadores neoliberales a los verdaderos ambientalistas, reduce el presupuesto y desmantela las instituciones del sector ambiental. Un gobierno de caprichos y ocurrencias como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y el Programa Sembrando Vida, entre otros, que constituyen actos de destrucción real de los ecosistemas.

Pero nada comparable en sus alcances con la iniciativa de reforma eléctrica del Presidente, mediante la cual se quiere dar un salto hacia el pasado, minimizar la producción de energías renovables y producir electricidad con combustibles fósiles, altamente contaminantes. El retroceso.

Es necesario preguntarnos qué tenemos que hacer para enfrentar los problemas de la contaminación y destrucción de los recursos naturales y cómo definir con los gobiernos locales agendas de trabajo que nos comprometan a superar la tragedia ambiental. 

https://oscarpimentel.com

Otra colaboración del autor: El avance del retroceso

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