AMLO a contrarreloj

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El presidente y sus votos desesperados

Naces, creces, eliges un oficio o profesión, sales de casa de tus padres, te reproduces (o no) y mueres. El reloj de la sociedad marca esas horas fatales y, si no las cumples, fracasas.

Millones de personas sienten el peso de ese fracaso. Basta con revisar los tuits de jóvenes que terminaron una carrera y descubren que no hay empleos o, si hay, ofrecen menos de 10 mil pesos; que deben compartir departamentos con otros amigos —y formar así nuevos tipos de familias— y que el queso, la cajeta y el champú, que antes tomaban de la alacena familiar, son artículos de lujo.

Jóvenes que, quizá, hayan sido asaltados o abusadas sexualmente en las calles, o que los changarros de sus padres paguen renta a alguna banda criminal. Y que ven a sus padres o abuelos, después de 40 años de trabajo, sin pensión ni dinero para médicos y medicinas.

De ahí los 30 millones de votos de Andrés Manuel López Obrador. Más que indignados, desesperados. Y esperanzados con un gobierno que, con arrogancia, se llama a sí mismo La Cuarta Transformación. A esos desesperados, López Obrador acaba de añadir otras decenas de miles, los trabajadores de confianza, honorarios y eventuales del gobierno federal que echaron a la calle, mujeres y hombres que ganaban, la mayoría, entre 6 mil y 20 mil pesos.

En la Secretaría de Cultura, por ejemplo, el 70 por ciento trabajan por honorarios o son eventuales. Muchos de ellos acaso votantes de Morena, cuyos sueldos se usarán ahora para pagar los 100 mil millones que cuesta la pensión a los adultos mayores y los 44 mil millones para los jóvenes, antes llamados ninis, que trabajarán para el sector privado (bajo el concepto de “capacitación”) pero con carga al presupuesto público y que recibirán 4 mil pesos al mes.

A López Obrador le urge que ese dinero caiga pronto en los bolsillos de los jóvenes y los viejos. Por eso apura sus coordinadores estatales (los superdelegados) a que elaboren la lista mágica de adultos mayores, personas con discapacidad y jóvenes que recibirán el subsidio del Estado. Porque eso sí: López Obrador será todo lo populista que quieran sus detractores, pero su presupuesto lo podría firmar cualquier gobierno neoliberal: mantiene el equilibrio macroeconómico, paga la deuda y reparte unos miles de millones en subsidios universales. La Cuarta Compensación.

Durante la década de 2000 a 2010 los gobiernos de centroizquierda vivieron un auge en Sudamérica. Fue una época de despegue mundial. China era una locomotora que crecía a tasas cercanas al 10 por ciento y arrastraba el tren de países como Brasil, Argentina y Venezuela, que le vendían materias primas. China se desaceleró, esos años quedaron lejos y no se ve en el horizonte que la economía mundial arrastre a la maltrecha economía mexicana.

López Obrador juega en un contexto global estancado, a diferencia de Lula o Chávez en su momento. A su gobierno le urge que en 2019 caiga dinero en los bolsillos de la gente, aunque sea poquito y por vía de transferencias directas (en lugar de, por ejemplo, empleos estables y bien pagados). Si no ocurre pronto, las 30 millones de ilusiones empezarán a evaporarse.

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