AMLO y la historia: la sexta figura

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El interés del presidente por ser recordado

(Primera parte)

El presidente siente un gran interés por la historia de México. Su esposa es historiadora y él mismo ha buscado contribuir a la historiografía de su terruño. En las conferencias de prensa es usual que ilustre sus argumentos tomando ejemplos de nuestro pasado. Su visión de la historia es como el libro de texto gratuito con el que nos educamos varios. Una historia que postula una continuidad entre algunos episodios relevantes o hitos: IndependenciaReformaRevolución.

Como los enamorados, que interpretan su pasado como un camino que los conducía inexorablemente al encuentro de sus almas, así estos tres hitos eran el camino que nos llevaba al PRI. A la historia oficial la animaba esta teleología legitimadora del régimen autoritario. López Obrador comparte esta versión de la historia. Su única objeción es que implícitamente daba por concluida la sucesión de hechos que hicieron retemblar en sus centros la tierra.

La versión priista de la historia es muy simplista. En parte por consideraciones de adoctrinamiento, y en parte por consideraciones prácticas: para inculcar ciertas ideas desde la infancia es necesario expresarlas en forma directa, sin detenerse en los matices, complejidades y sutilezas que caracterizan a los procesos históricos. La continuidad teleológica no es la única simplificación. 

Otra es el maniqueísmo: los grupos que promovieron la independencia, la reforma y la revolución no sólo se perciben como grupos homogéneos en su interior, sino que cada uno es una nueva manifestación histórica del precedente. Todos forman parte de la misma Liga de la Justicia.

Otra gran simplificación es que estos eventos son indisociables de un puñado de individualidades. No es que Hidalgo haya impulsado la lucha por la independencia: es que no es posible concebir algo así como un México independiente sin la figura de Hidalgo. Y así.

El gran interés de AMLO por la historia se debe a que anticipa su lugar en ella. Claro, todos los presidentes tienen la garantía de que al menos tendrán su entrada en Wikipedia. Hasta la presidencia de 45 minutos de Pedro Lascurráin es profusamente mencionada.

Pero López Obrador quiere más. No se contenta con ser un presidente meramente honesto y eficaz como un Adolfo de la Huerta o Ruiz Cortines. Estos presidentes se concentraron absolutamente en atender sus responsabilidades y poco o nada en su Imagen Histórica. Ciertamente, para valorarlos en la actualidad se requiere de un alto interés y disposición a no dejarse llevar por esa forma de pereza intelectual que es la indignación moral. 

Si le dijeran a AMLO que así será recordado en el futuro, yo creo que se muere de la tristeza en ese instante. Uno no dedica 25 años de su vida a la lucha sólo para ser un “buen” presidente (como si los hubiera para aventar al aire). 

Para López Obrador, su gobierno no es uno más: es el sexenio del cuarto hito, el de la transformación definitiva. O, si en el futuro un ególatra decide que toca un nuevo hito, espera que le llame la quinta transformación y que su figura sea la sexta en el logo de este hipotético gobierno… ubicada al centro, llevando la bandera.

¿Pero qué lugar ocupará AMLO realmente en la historia, más allá del que él ya se asignó? En mis siguientes entregas exploraré esta pregunta recurriendo a otras experiencias que pueden servir para ilustrar cómo podría nuestro presidente trascender a la historia. 

Casi seguro que no como él se ve a sí mismo, porque la versión priista de la historia es sencillamente poco convincente (los libros de texto actuales son mucho mejores), pero tal vez sí logre ser un presidente recordado con respeto y cariño

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