Hay gente que miente y otros que mienten con la verdad. El presidente electo es de los segundos y no hay mejor ejemplo de ello que toda la fantástica (en el sentido de una historia como de Harry Potter) discusión sobre los aeropuertos.
Un día antes de que comience la consulta de Morena para que ellos decidan si se habrá de continuar con la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México en Texcoco o mejor remodelamos la base aérea militar de Santa Lucía, en Tecámac, Estado de México; el Aeropuerto Internacional Benito Juárez, en la Ciudad de México y el de Toluca, la Cuarta Transformación dio claras muestras de lo que ellos entienden por “imparcialidad”.
El ingeniero Javier Jiménez Espriú, futuro secretario de Comunicaciones y Transportes, presentó un nuevo estudio “muy profesional, muy serio” (dijo), en el que se asegura que las operaciones simultáneas de Santa Lucía y el Benito Juárez son perfectamente viables.
Después recibió preguntas de los reporteros y uno, sagaz, le preguntó si no estaba faltando al principio de imparcialidad que el presidente electo y líder moral, universal, fantástico e inconmensurable de la Cuarta Transformación, Andrés Manuel López Obrador, había pedido a sus funcionarios para llevar a cabo la famosa consulta.
Jiménez Espriú dijo que no, para nada, no’mbre cómo creen… y siguió.
Más allá de si el aeropuerto se hace o no, y de si -como dicen muchos medios, columnistas, especialistas, empresarios, expertos financieros y un largo (y seguramente muy fifí) etcétera- la inminente cancelación del proyecto de Texcoco se vuelve un problema financiero descomunal para el próximo gobierno ya en funciones. Es más, más allá de la ya muy diseccionada -por tramposa- metodología que utilizará Morena para su consulta, lo verdaderamente curioso del asunto es darse cuenta que Andy (como nos gusta llamarle) es, simplemente, “Andy, el gran maestro de mentir con la verdad”.
A ver, los críticos, “analistas”, comentaristas y opinólogos que lo critican un día sí y otro también, llevan algo así como un año no atinándole a ninguno de sus comentarios o “análisis” de lo que AMLO es o no es, hará o dejará de hacer. Entre que, según ellos, el tabasqueño iba a perder estrepitosamente como siempre (en esas andaban en noviembre de 2017) y que luego no, que él se iba a poner el pie. Y ya luego que siempre no, que se le veía moderándose, que no estaba tan mal. Y de ahí pasamos a que casi lo veían guapo y atlético luego de la elección y que ahora no, que los tiene muy decepcionados y preocupados. Pero Andy siempre ha sido Andy. Él es así: lineal, empecinado, consistente y congruente.
Eso no parecen quererlo ver sus detractores, pero claramente tampoco lo ven sus neodefensores, una camada de activistas e intelectuales que siempre han estado del lado bueno y correcto de la historia (según ellos) y que le buscan y le hallan maneras de defender al líder moral de la regeneración nacional, porque tienen la esperanza de que les cumpla cosas que nunca les ha prometido: leyes progresistas que amplíen derechos a las minorías, por ejemplo.
Andy es conservador, siempre lo ha sido y lo va a seguir siendo. Él nunca nos ha mentido. Somos nosotros los que nos engañamos tratando de leer mensajes ocultos en su honestidad y abierta palabrería. Él es del pueblo, habla como lo que sea que entiende él por pueblo y para lo que sea que él crea que es el pueblo.
No habla a fifís ni a “conservadores”, muchos menos a esos progresistas que (por) ahora tanto lo defienden.
Sería bueno tratar de dejar de buscarle tres pies al Andy, escuchar con calma sus declaraciones y tomar posición con respecto al futuro del país en función de lo que dice, porque él lo que dice, lo cumple. Por eso digo que miente con la verdad. Solo que los que inventamos las mentiras somos quienes no creemos en su palabra.
Si Andy dice que será Santa Lucía, va a ser Santa Lucía. No hay por qué desgastarse. Así es Andy.