Carranza y su vecino gandalla

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“A los parientes y a los vecinos no los escoge nadie”, se suele decir cuando la fortuna nos asigna un vecino gandalla, ruidoso, bravucón, poco cuidadoso con la frontera entre sus derechos y los de los demás. Un vecino como Donald Trump, quien amenazó a México con elevar los aranceles por no hacer lo suficiente para impedir el flujo de migrantes que entran a los Estados Unidos sin documentación. El gobierno mexicano, negociando desde una posición de desventaja, tuvo que acceder a varias demandas norteamericanas. Los defensores del acuerdo, no obstante, ven un éxito en lo logrado.

López Obrador, aficionado a la historia, podría encontrar en Venustiano Carranza un ejemplo de la mejor forma de enfrentar la adversidad diplomática. Después del involucramiento norteamericano en el golpe de estado contra Madero, Woodrow Wilson (1913-1921), intentó corregir el rumbo desconociendo al dictador Huerta y apoyando a Carranza. La mejor forma de hacerlo, a su buen entender, era enviando tropas a México.

A fines de 1913, Carranza tenía un liderazgo político endeble sobre una coalición heterogénea formada por caudillos que tenía la fuerza militar, y no era claro cuál sería el resultado del enfrentamiento con el ejército huertista.

El apoyo pudo haber sido de gran ayuda a Carranza para resolver su doble problema en momentos de alta incertidumbre. Sin embargo, Carranza rechazó firmemente la propuesta, de modo que Wilson, siempre idealista, decidió reiterarla el 21 de abril de 1914 con el desembarco en Veracruz de un cuerpo de infantes de marina.

Carranza, consciente de la desigualdad entre sus fuerzas y las del país vecino, decidió no combatir la invasión, pero rechazó tajantemente la ayuda y exigió el retiro inmediato de las tropas. Esto bastó para convencer a Wilson de que el avance sobre la capital requeriría más tiempo y recursos de los que podía dedicar en momentos de guerra inminente en Europa.

Ya derrocado Huerta, y con las facciones revolucionarias combatiendo entre sí, el reconocimiento de Wilson a Carranza motivó el ataque de Pancho Villa a Columbus, en marzo de 1916. El gobierno norteamericano envió una expedición armada a territorio mexicano con la misión de apresar a Villa o al menos destruir sus fuerzas. Wilson solicitó a Carranza permiso para la incursión. Carranza se habría beneficiado con la derrota de un adversario, pero negó el permiso, y, aunque una vez más se abstuvo de una respuesta militar, emitió una fuerte protesta. Para retirarse, el gobierno de Estados Unidos ponía condiciones desproporcionadas, incluyendo reservarse el derecho de volver a invadir México a fin de proteger la vida y propiedad de ciudadanos norteamericanos. Carranza se negó, y finalmente obtuvo el retiro incondicional.

Carranza era un hábil negociador que rara vez cedía a la primera. Por ejemplo, sacó todo el provecho que pudo del interés de Estados Unidos en que se uniera a los aliados en contra de Alemania en la primera Guerra Mundial, pero jamás llegó a hacerlo.

López Obrador y sus seguidores han presentado el resultado de las negociaciones con Estados Unidos como un éxito. La experiencia de Carranza nos proporciona una guía para valorar esto: ¿hasta qué punto hubo una postura pública y clara de rechazo a las acciones abusivas de la parte más poderosa? ¿En qué medida puede decirse que se valoraron las consecuencias de largo plazo de ceder ante las demandas de la contraparte? ¿El gobierno mexicano conserva algún bien codiciado aún por los Estados Unidos, que podría servir en futuras negociaciones?

La respuesta a estas preguntas nos dirá si había o no razones par festejar el éxito de López Obrador.

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