Corazón hecho loza japonesa

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El mundo nos rompe a todos, y luego algunos 

se hacen más fuertes en las partes rotas”.

Ernest Hemingway

Siempre tuve una fijación por objetos rotos. Tal vez por reconocerme en ellos: en la taza sin ala, en la escandalosa explosión de un plato que llega al piso. Al mismo tiempo, me angustia romperlos, porque escucho – ahora por la memoria de mi adolescencia – la voz de mi padre. “¡Piensa en lo que estás haciendo, Mirella!”. Y me cuesta seguir su orden, ya que mis pensamientos, en general, tienen muy poco espacio en el mundo concreto. 

Los japoneses tienen la tradición de reparar objetos rotos rellenando sus grietas con oro. Para ellos, un objeto así, tiene historia, y movimiento, y finalmente, tiene fuerza. En lugar de ocultar su “defecto”, los japoneses – tan sabios – lo celebran. Y dignifican su fragilidad

Pienso en los japoneses y su tradición, sentada en un banco de un parque: una vez más tengo el corazón roto  y quiero creer que, tal cual una vajilla japonesa, él es digno de ser arreglado con oro. 

Así como todos los corazones trizados que habitan – injustamente avergonzados – este planeta. 

Yo  

Entiendo la vergüenza de hombres y mujeres por tener a sus corazones rotos y vulnerables, también puedo comprender que tengan miedo al rechazo, a la desilusión, al famoso “amor no correspondido”, y por eso, deseen un corazón resistente y sin permiso para romper. Sé que en general parece hermosa la protagonista de la película que es fría y supuestamente empoderada y que es agotador aquel personaje del libro que habla sin cesar de su desamor. Finalmente, gana la idea de que ser insensible es un tema de sobrevivencia, y con eso, se aprende a  no llorar, a no querer sentir.  

¡Tan mala escuela tenemos! 

Puedo entender todo eso, y muchas veces, puedo pensar que sería más fácil, pero me rehuso a tener un corazón de plástico, que se acobarde no se permita sentir y romper y sentir de nuevo (y romper tantas veces más). 

Escribo esta columna desde este banco y deseo reconstruir mi corazón como una loza japonesa.  Quiero creer que repararlo sin jamás ocultar su imperfección, es dar sentido al pasado y aprender con ello. Quiero creer que cuando se junten todos sus pedazos, mi corazón será más grande, más destemido y digno de amar, que lo anterior. 

Quiero creer que su fragilidad es lo que inspira el amor que he sentido y su abrumadora capacidad de reconstruirse es lo que me hace despertar todas las mañanas. 

Es tiempo de silencio, autocuidado y oro. 

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