Empezamos el 22 de junio, día en que una niña se pasó de traviesa frente a las cámaras en un evento del presidente. Algo normal entre los jóvenes, pero que causó mucha polémica en redes que querían darle significados más grandes a lo que solo fue una travesura.
Incluso la misma presidencia respondió con una señal que pensaban sería igual de contundente, pero que terminó siendo solo una ñoñada.
Portadas de periódicos con fotografías impactantes, historias tristes que terminaron en tragedia, derechos humanos trabajando a marchas forzadas, esto es lo que nos ha dejado la solicitud de Trump de proteger su frontera. Y al final, terminamos siendo el muro.
Pero el tema del que más hablamos fue el sargazo. Un gran problema regional (y cuando digo regional me refiero a todo Centroamérica y el Caribe) que ha sido un gran dolor de cabeza para la industria del turismo en los últimos años, pero que fue tema ya que la presidencia lo minimizó diciendo que no era algo grave.
Se invertirán 52 millones de pesos en intentar resolverlo, aunque las medidas deberían ser tomadas en conjunto entre los países involucrados a una escala mucho mayor. Esperemos que reconsideren la importancia de este problema.
Y pues seguimos divididos, esta semana el programa financiado por el estado, La Maroma, se aventuró a entrevistar a gente del ITAM tirándole su respectiva tierrita. Habló de “los estudiantes blancos”, de la falta de méritos de los exalumnos “célebres”, etc. El internet se volvió loco llamándolos racistas, ellos se defendieron refugiándose en la libertad de expresión y en que el “racismo inverso” no existe. En un tuit inocente el grandioso periodista Javier Risco (jeje, es mi amigo) soltó una risita por la incongruencia (aparente) de una mujer que criticaba a las escuelas públicas y que estudió en una y por eso lo atacaron llamándolo machista…. Sigh, seguimos divididos y alguien se debe estar beneficiando de esto.
El escándalo de la semana fue que se descubrió que quien se encarga de la FGR comparte abogado con el más buscado del momento, Emilio Lozoya. En un claro conflicto de interés.
Ya para terminar, el gran oso de la 4T fue cuando presentaron la Estrategia Nacional de Lectura con bombo y platillo. Todo estuvo muy bien salvo que el logotipo de la iniciativa fue un diseño aparentemente robado a un brasileño a quien tuve la oportunidad de contactar y que mencionó que ese mismo día se acercaron con él para ofrecer comprarle su diseño. Muy interesante, ¿no?
Esta semana me dejó así: