De chairo me como un taco

Compartir:

- Advertisement -

¿Debemos seguirnos insultando?.

Quizás ustedes no lo sepan, pero el término chairo, de acuerdo con la muy machista Real Academia de la Lengua Española, se usa para dar nombre a una sopa. Sí. Sopa.

“Sopa típica de las regiones andinas en que se pone chuño, papa, carne y verduras”, se puede leer en el diccionario digital español.

En México, chairo se usa para otras definiciones. Políticas, principalmente, en los últimos tiempos. Pero no siempre fue así.

En los viejos años 80 del Siglo XX, cuando el nacionalismo revolucionario priista aún nos obligaba a comprar Chiclet’s Adams y ollitas de tamarindo en la tiendita, se le decía chairo a quien se distinguía por su propensión a masturbarse. De hecho, a la masturbación le decíamos, coloquialmente: chaira.

Con la aparición de las redes sociales y el incremento inusitado y sostenido de intolerancia que caracteriza a algunos de sus usuarios, el término comenzó a ser usados para definir a quienes apoyaban de manera acrítica y sin reparos al ahora presidente de México (o a quienes atacaban sin piedad ni miramientos a los seguidores o defensores del maldito neoliberalismo rapaz, encarnado en las figuras de Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón Hinojosa).

El término despectivo, clasista y completamente vacío que conocemos ahora para criticar, menospreciar y desestimar a quienes apoyan a Andrés Manuel López Obrador y su Cuarta Transformación de la vida pública nacional es de uso más reciente. Probablemente generalizado desde hace unos cuatro o cinco años. Desde siempre, terriblemente lamentable.

De acuerdo con el Diccionario del español en México, elaborado por el Colegio de México, el término es un sustantivo y adjetivo ofensivo para definir a: “Persona que defiende causas sociales y políticas en contra de las ideologías de la derecha, pero a la que se atribuye falta de compromiso verdadero con lo que dice defender; persona que se autosatisface con sus actitudes.”

He ahí, pues, la conexión entre las chairas juveniles de los 80 y 90, y las que les achacan a quien “defiende causas sociales y políticas en contra de las ideologías de la derecha”.

Sin meternos a desmenuzar la definición, lo que sí resulta claramente irresponsable es emplear el término para dirigirse a quien sea. Como se señalaba en este espacio la semana pasada, la descalificación a lo distinto que tan peligroso se vuelve en este momento, es lo mismo aplicable para quienes son considerados fifís que para quienes son descalificados como chairos.

Y no es solamente el discurso amable y políticamente correcto que busca evitar la división entre los mexicanos el que motiva esta reflexión.

El asunto es que si queremos aprender a construir un mejor futuro para nuestro país, y terminar de manera definitiva con la impunidad, la corrupción, los feminicidios, asesinatos, secuestros y demás lacras que laceran a nuestra sociedad, tenemos que comenzar por escucharnos unos a otros para conocer las áreas de construcción en común que podamos aprovechar.

El pasado 1 de julio, quien esto escribe no votó por Andrés Manuel López Obrador. Nunca lo he hecho ni pienso hacerlo jamás. Mis diferencias con el presidente son añejas y de fondo. Pero eso no quiere decir que sea inteligente desear que le vaya mal al presidente.

Aún más estúpido es destruir relaciones (amorosas, de amistad o familiares) por diferencias ideológicas.

Pero nada se puede hacer si el principio del que queremos partir para construirnos una nueva sociedad es el de la descalificación. Ni chairos ni fifís es más que una consigna. Es la única oportunidad que tenemos para entendernos. No la desaprovechemos.

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.