¿Se trató de un paso mal calculado?.
El “incidente” sobre la autonomía universitaria, planteado en la iniciativa de reforma en materia educativa que el presidente entregó a la Cámara de Diputados es, en efecto, algo más que un error que debe ser enmendado. Incluso es posible que no haya sido un error sino que fue un paso calculado.
AMLO quisiera poder hacer todo y rápido; es clara su intención de concentrar cada vez más poder, pues entre más poder detente más podrá hacer. No le basta con las muy amplias facultades y atribuciones de la presidencia de la República y las holgadas mayorías en ambas Cámaras del Congreso. La Guardia Nacional, los llamados “superdelegados” en las entidades federativas o la medición de fuerzas con el Poder Judicial, entre otras, son decisiones que van en el sentido de incrementar el poder del presidente de la República. De hecho, me parece que ese es el factor común de la política que AMLO ha realizado en estos primeros días del sexenio. El manotazo sobre la mesa para cancelar el NAICM en Texcoco y poner en evidencia que ahora las decisiones las toma él, también puede inscribirse en dicho sentido.
Los órganos autónomos tampoco son santos de la devoción de AMLO y, sospecho, la autonomía universitaria le debe parecer una piedra en el zapato que le impide decidir plenamente en materia de educación superior y tomar medidas como, por ejemplo, nombrar a los rectores, cancelar los exámenes de admisión o ampliar la cobertura estudiantil tanto y tan rápido como él quisiera, pues éstas son decisiones que las universidades autónomas toman por sí mismas gracias precisamente a su autonomía. ¿Alguien cree que las 100 universidades que AMLO creará serán autónomas?
La reacción al amago de dejar fuera del texto constitucional la referencia a la autonomía universitaria fue inmediata en las redes sociales, aun cuando el secretario de Educación Pública y el propio AMLO se apresuraron a declarar que se trataba de un error que sería corregido. Y es que la autonomía universitaria se ha convertido en uno de los mitos que hoy son constituyentes de lo políticamente correcto. Casi nadie osaría hablar mal de la autonomía universitaria, es un asunto “de principios”.
No obstante, bien haríamos en evaluar la autonomía universitaria y sus usos, no todos ellos, por cierto, defendibles. La autonomía universitaria es el marco en el que muchas universidades cumplen aceptablemente sus funciones básicas, pero también ha sido usada como escudo protector de ineficiencias, simulaciones, opacidades, corruptelas, impunidades y del usufructo de grupos de poder. Cuando la autonomía universitaria no se ejerce con responsabilidad, deja de cumplir los propósitos para los que fue concebida. Así, podría ser pertinente una evaluación de la autonomía universitaria de cara a los retos actuales de la educación superior en México. Más vale una discusión seria de la autonomía universitaria y no su desaparición del texto constitucional debido a un imperdonable error en la redacción de la iniciativa legislativa o a un descuido, involuntario o no, hacia lo que se aprueba.