El reto de Morena

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Es institucionalizarse como auténtico partido

Aún antes de renunciar al PRD, Andrés Manuel López Obrador procedió a la creación del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Así, por un tiempo AMLO abiertamente se mantuvo como miembro del PRD a la vez que construía su nuevo partido. 

Al llamado de López Obrador muchos perredistas ingresaron a Morena y tuvieron lo que llamaron “doble militancia”. Fue en un mitin en 2012, después del proceso electoral de ese año, en el Zócalo de la Ciudad de México, que AMLO renunció al PRD y dijo que se iba en paz, sin rencores ni recelos.

No obstante, a partir de ese momento inició una continua sangría al PRD debido a la migración de sus miembros y militantes a Morena. Ya durante el proceso electoral de 2018 este transfuguismo partidista creció gracias al ofrecimiento y negociación de candidaturas y dejó al PRD, prácticamente, en calidad de cascarón; la mayor parte de su militancia mudó de piel al engrosar las filas morenistas.

Asimismo, durante este proceso y en particular en la campaña electoral de 2018, Andrés Manuel incorporó en Morena a nuevos miembros y militantes que no tenían su origen en el perredismo ni en la izquierda sino en otras corrientes y tradiciones políticas, algunos con trayectoria e identidad derechistas o conservadoras, como los grupos evangélicos; la hoy senadora Lilly Téllez; Manuel Espino, exdirigente del PAN y actual Comisionado del Servicio de Protección Federal; el senador y también exdirigente del PAN, Germán Martínez, y el empresario Alfonso Romo, actual jefe de la Oficina de la Presidencia, entre muchos otros. 

La historia reciente es conocida: Morena, con una integración variopinta, alcanzó su registro como partido en 2014 y en tan solo cuatro años ganó de manera espectacular la presidencia de la República y la mayoría en las Cámaras del Congreso

Durante el proceso anterior destacó el nítido liderazgo de López Obrador como organizador y centro político, ideológico y programático de Morena, imprimiendo a este partido un perfil personalista y caudillista. Sí, Morena nació y creció en torno a López Obrador hasta llevarlo a la victoria en 2018. 

Por ello, a muchos causó sorpresa que al asumir la presidencia de la República López Obrador pidiera licencia a Morena y declarara que mantendría distancia de su partido, pues ahora debía dedicarse por completo a sus tareas como titular del Poder Ejecutivo, dejando un sentimiento de orfandad en las filas morenistas que, en la mejor tradición perredista, se baten en lucha de facciones.

Según sus documentos básicos, Morena es un partido de izquierda. Por su parte, López Obrador, después de años de evadir el tema, llegó a reconocerse como un político de izquierda al considerar que ayudar a los semejantes es ser de izquierda (“Jesús Cristo fue el primer izquierdista”, dijo). No obstante, a pesar de esas coordenadas de AMLO y Morena en la geometría política, no queda claro el perfil de la sociedad a construir por el gobierno de la autodenominada Cuarta Transformación.

Entre evocaciones nostálgicas a los años previos a los gobiernos neoliberales, la condena a la pesada herencia de estos gobiernos y las borrosas imágenes de un vago postneoliberalismo no sabemos a qué tipo de sociedad se pretende transitar mediante la Cuarta Transformación

Por los programas sociales y la insistencia en el combate a la corrupción, en ocasiones uno puede suponer que la utopía andresmanuelista no va más allá de un capitalismo “honesto” y con rostro humano, si esto fuera posible, pero si uno mira proyectos como el Tren Maya parece que el neoliberalismo sigue vivo y coleando alegremente.  

La verdad es que el “proyecto” de la Cuarta Transformación se nos va revelando en la medida que va aconteciendo, en cada conferencia mañanera, en los mensajes sabatinos y dominicales, en los discursos de las giras del Presidente y en las “entrevistas” panegíricas a su persona. 

El “proyecto” de la 4T no es otra cosa que lo que AMLO diga cada mañana, y por ello es nítidamente personalista, errático, casuístico y arbitrario, e incluso en ocasiones caprichoso. Y en este marco de reciclado caudillismo presidencialista Morena, “la esperanza de México”, el partido mayoritario, tanto en sus filas como en sus fracciones parlamentarias, parece ser sólo un contingente atento a las mañaneras, en espera de las miradas, los gestos, las decisiones y las órdenes de su jefe político.

Si el proyecto de López Obrador es lo que diga López Obrador, vale preguntar, ¿Morena tiene proyecto propio o el proyecto de Morena también se reduce a lo que cada mañana diga López Obrador

Ante lo incierto de las decisiones personalistas del caudillo-presidente, Morena debe decidir si se resigna a jugar el lamentable papel de variable dependiente del poder presidencial, o bien como partido de izquierda enarbola un proyecto propio, democrático e incluyente que dé certeza y horizonte al futuro de México. 

Pero para ello Morena y los morenistas tendrán que pensar con cabeza propia y entender que, de otra manera, el partido tendrá vigencia sólo mientras la tenga el caudillo.

El reto de Morena es institucionalizarse como un auténtico partido político; evitar convertirse en el nuevo partido hegemónico al servicio del presidente; diseñar un proyecto político viable, democrático e incluyente; ser crítico, autocrítico y responsable como partido en el gobierno, y mirar a México más allá de un periodo sexenal. ¿Lo logrará?  

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