La descomposición capitalina

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No sorprende la falta de capacidad para gobernar – la gobernante está hecha para seguir, no para encabezar – pero nunca se esperaba un declive tan acelerado y preocupante. En los pocos meses que lleva de gobierno, la descomposición de la Ciudad de México es un hecho inocultable.  

No existe autoridad reconocible: quién manda es el crimen, las mafias del transporte, los grupos de interés inmobiliarios, los que provocan incendios. Hasta la naturaleza se impone más que el gobierno.

El gabinete está compuesto por funcionarios con carreras académicas, pero sin capacidad para diseñar políticas públicas útiles y, más que nada, factibles de implementarse. Seguridad pública, movilidad, medio ambiente, desarrollo urbano, educación: su incompetencia, falta de pericia o simple ignorancia es notable. Los problemas crecen conforme pasan los días, no los meses.

Entre la crisis de inseguridad, de la contaminación ambiental, de las políticas titubeantes y confusas en movilidad y educación, y la complicidad poco oculta con desarrolladores favoritos, la ciudad se acerca a un primer precipicio: la desconfianza hacia la autoridad.

Ese es, al parecer, el camino que lleva este gobierno capitalino, señalado por su frialdad, falta de empatía y desapego para con la gente. Y carente de respuestas ante los serios problemas de la ciudad. Crece el desempleo y, al mismo ritmo, la violencia.

En materia de inseguridad se aplica la supuesta política “de izquierda” en la ciudad. Su credo es que, si reparten mucho dinero a los pobres, no existirá incentivo para delinquir. Y vaya que reparten dinero, a manos llenas. Pero la violencia y el crimen crecen exponencialmente a pesar de los programas sociales. La distancia entre credo y realidad es abismal.

La izquierda no entiende la contradicción, porque abriría otra contradicción, ahora con el gobierno federal, que le apuesta al mismo credo: bajará la violencia regalando dinero.

El medio ambiente es otra crisis de la Ciudad. En vez de reaccionar rápidamente ante la amenaza de una crisis ambiental, el gobierno camina, lerdo, sin política y sin orientación. Esperaba un milagro y sobrevino el desastre. En vez de atacar el problema ataca al gobierno anterior.

El gobierno capitalino propuso suavizar las normas de verificación vehicular para ganar popularidad, justo cuando salta la crisis de contingencia ambiental. Para ocultar su política equivocada de movilidad pro-coche y anti-medioambiente, prefirió cerrar sus ojos ante la realidad. Pero, como siempre, se impuso la realidad al cálculo político interesado de los administradores de la ciudad.

La movilidad es un problema medular de la ciudad. Las mafias del transporte dirigen el actuar del gobierno. Autoridades promueven la política pro-coche que subyace detrás del derribo de árboles en Mitikah y la construcción desordenada de edificios, de asaltos violentos en el transporte público, en contaminación atmosférica como resultado de la reducción de controles en las verificaciones, repartiendo licencias de conducir sin examen para hacerse de dinero, no para mejorar la cultura vial.    

SEP federal, no la Secretaría de Educación local, es quien prohíbe a los educandos salir al recreo por el mal estado del aire. El gobierno local titubea en todas sus políticas. En vez de ser proactivo, espera, rezándole a Tláloc en vez de actuar aplicando conocimientos científicos de nuestra era.

La descomposición de la ciudad se acerca mientras el gobierno no se asume capacitado para enfrentar problemas difíciles, sino ocupado en ganar popularidad, regalando dinero y cerrando sus ojos a las amenazas de la realidad.

Contactos del autor:

ricardopascoe@hotmail.com

@rpascoep

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