La diplomacia de a 4T: contrastes y sombras

Compartir:

- Advertisement -

Las relaciones internacionales son un delicado juego de espejos. Siempre hablamos de amistad con otros pueblos y naciones, pero en realidad estamos discutiendo manejos interesados de la soberanía, así como de los recursos y poderes.

Tener influencia internacional empodera a las naciones. Les permite tener presencia en el mundo para empujar su agenda, ya sea de derechos humanos, comercial, ecológica o económica.

¿Cómo nos está yendo en la nueva era de México? Pues en el mejor de los casos, de forma irregular. Hay tres casos que son emblemáticos: Venezuela, España y, por supuesto, Estados Unidos.

Nuestro presidente se define como “nacionalista”. Los nacionalismos suelen tener un problema: nos separan del resto por nuestro lugar de nacimiento y nos generan un falso sentido de orgullo – somos especiales solo porque nacimos en cierto lugar.

Como sea, un nacionalista tiende a defender a su nación ante cualquier embate. Eso, se podría decir (estirando la liga) fue lo que hizo López Obrador con la demanda de disculpas por parte de España.

Mucho se ha escrito ya sobre ese tema y su pertinencia. Mi punto va más por el sentido de su utilidad. Fidel Castro nos enseñó que, ante problemas internos, apela siempre al enemigo externo. AMLO aún no está enfrentando grandes problemas internos (tiene alta popularidad y la economía no se ha desplomado, por ejemplo), pero sí necesita enemigos y causas. Esta causa, controversial y de utilidad dudosa, sirve para cohesionar a su gente y mantener control de la agenda. Pero es muestra también de un desinterés en ganar influencia y espacios internacionales. Por lo pronto, no cuenten con el voto de España si queremos un puesto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas… que probablemente no buscaríamos de todos modos.

La apatía con la que se enfrenta el tema de Venezuela, disfrazado de respeto a la constitución, es también emblemática. ¿Tienen broncas, crisis, desabasto? Suerte. Ni siquiera estamos mandando ayuda humanitaria, que seguro sería muy bienvenida. Nos da lo mismo.

Y, por supuesto, el caso Donald Trump. AMLO dijo en campaña varias veces que no iba a dejar impunes los ataques de Trump. Dijo que le respondería, que lo pondría en su lugar. Recordemos las intensas críticas de Morena a Enrique Peña Nieto por recibir a Trump. No eran críticas sin razón, pero esos mismos cuestionamientos se han desvanecido.

Uno podría argumentar, en buena onda, que el presidente entendió que una cosa es la campaña y otra gobernar, y que no se puede andar peleando con el principal socio comercial de nuestro país.  De acuerdo.

Pero su falta de respuesta a los constantes embates y amenazas del presidente de EU nos hacen daño. Trump va a estirar la liga, y eso genera inquietudes económicas, además de debilitar nuestra posición ante el mundo.

¿Cómo vamos a ejercer influencia si no podemos ni siquiera defendernos a nosotros mismos? Muestra una contradicción profunda en la forma de entender el ejercicio del poder y la importancia de la soberanía.

Mientras tanto, nuestro canciller brilla por su ausencia, quizá deseando que su apuesta de suceder al presidente no se eclipse.

Pero nuestro país, al no jugar un rol en el mundo, se empequeñece.

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.