La mal llamada

Compartir:

- Advertisement -

Sobre la reforma educativa

El 12 de diciembre pasado, López Obrador envió a la Cámara de Diputados una iniciativa con las que queda sin efectos la reforma educativa promovida e implementada por Enrique Peña Nieto. El actual presidente insiste en referirse a aquella reforma como “la mal llamada”. Posiblemente sea porque coincide con la perspectiva de algunos de sus críticos, según la cual se trató en realidad de una reforma laboral, y no una educativa. La reforma buscaba crear un sistema de incentivos para que los profesores incrementaran sus habilidades docentes al hacer que la contratación, la permanencia en el empleo y la promoción estuviesen vinculadas a los resultados obtenidos por los profesores en evaluaciones de sus conocimientos.

Pero esa reforma educativa derogada debe ser reemplazada por una política educativa, bien llamada y toda la cosa, que brinde educación de calidad a los estudiantes de las escuelas públicas. La calidad de la educación, reflejada en niveles razonables de logro demostrado en pruebas estandarizadas, requiere de esfuerzo, y esto tiene un costo. Los modelos educativos de las naciones pueden ser distinguidos por los actores que absorben la mayor parte de estos costos.

Por ejemplo, en Corea del Sur el alto nivel mostrado en las pruebas internacionales depende casi por completo en el esfuerzo de los estudiantes. Al concluir sus estudios secundarios, dichos estudiantes realizan un examen de conocimientos y el resultado en el examen determina la calidad de la universidad en la que se es admitido, y la universidad de egreso pesa mucho en las decisiones de contratación de las empresas y el gobierno. Por este motivo, los jóvenes coreanos dedican al estudio prácticamente todas las horas de vigilia, pues dedican las tardes a tomar clases privadas, dando origen a una prohibición gubernamental de impartir clases después de las 10 de la noche.

La reforma educativa recién revertida ponía la mayor parte del costo en los profesores: una vez establecidos los incentivos, dejaba en ellos buena parte de la tarea de hacer lo que fuese necesario para salir airoso en los exámenes. Contrasta esto con el modelo finlandés. Los profesores de Finlandia no están sometidos a evaluaciones periódicas, pero esto no quiere decir que están libres de exigencias: sólo obtienen la plaza de profesor los egresados de las ocho universidades pedagógicas, en las que se admite a una quinta parte de quienes presentan examen de admisión. La formación docente es de un altísimo rigor y se exige de los profesores que tengan grado de maestría.

Como comenta Amanda Ripley en su libro The smartest kids in the world, el cuidado que se pone en la formación de los profesores hace superflua toda infraestructura de supervisión y evaluación. El sistema pone buena parte del costo de la calidad educativa en los profesores, pues para llegar a ese puesto se requiere de un enorme esfuerzo. Pero el costo es compartido, en la medida en que todo el sistema educativo, incluyendo las universidades pedagógicas donde se forman estos profesores de primer nivel, es financiado públicamente.

En la reforma mal llamada este elemento de corresponsabilidad en la formación del cuerpo docente no estuvo presente. En una siguiente entrega se comentará sobre otras experiencias de reforma a la educación.

Sigue a Rodrigo Salazar Elena en Twitter

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.