La nueva normalidad

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¿O será una larga anormalidad?

“Nueva normalidad” le han llamado a la etapa posterior al encierro provocado por  la pandemia. Sin duda, esta etapa podrá ser nueva y duradera pero no por ello debemos considerarla como normalidad. Normalidad no será, pues no por concluir el encierro la pandemia habrá terminado; seguirán los contagios, y el número de enfermos y fallecidos continuará acumulándose quién sabe por cuánto tiempo más  mientras no haya un tratamiento específico o una vacuna. 

En esta “nueva normalidad” será común que si se registran otra vez brotes de contagio se deberá regresar al encierro. Normalidad no será, no lo podrá ser con la pandemia aún en curso y la crisis económica mundial en desarrollo.

Los gobernantes hubieran acertado si al periodo que está por iniciar en vez de llamarle “nueva normalidad” le hubieran llamado “larga anormalidad”, porque eso será. El COVID-19 seguirá cobrando víctimas y deberemos aprender a vivir con la sana distancia, el lavado de manos, la desinfección de objetos, los cubrebocas, las caretas, los guantes y quién sabe cuántos artefactos más. 

Sin embargo, ¿cómo garantizar esas medidas en el Metro de la Ciudad de México o en otras concentraciones masivas de esta gran urbe de 22 millones de habitantes? ¿Cómo lograr que nuestros niños puedan asistir a sus centros educativos y que estos cuenten con todas las condiciones para el cuidado de la salud de los infantes, si aún abundan escuelas con graves carencias de infraestructura básica? No, lo que viviremos no será normal.

No será normal padecer los muy preocupantes efectos de la crisis económica y presenciar o ser parte de la conflictividad social y política que este gobierno tendrá que enfrentar. No se necesita ser adivino para darse cuenta de que en la medida que el encierro vaya terminando reaparecerán con nuevos bríos los movimientos sociales que tienen demandas legítimas aún sin resolver. Además, veremos surgir los nuevos movimientos de los afectados por la crisis, que serán muchos y diversos. No, no van a ser tiempos normales.

En el ámbito internacional entraremos a una etapa en la que será replanteado el tablero del juego entre grandes potencias y bloques mundiales que protagonizarán una nueva disputa por la hegemonía mundial y las influencias geopolíticas. No será un proceso de corto plazo ni estarán ausentes las tensiones entre potencias, se tendrá que navegar en aguas agitadas. 

En fin, la etapa que viene no será normal porque las grandes coyunturas históricas nunca son normales, por el contrario, estas coyunturas son consideradas como tales precisamente porque rompen la normalidad. En los próximos años no tendremos una nueva normalidad sino que seremos testigos y partícipes de una sucesión de coyunturas en muy diversos ámbitos, marcadas por la conflictividad y con consecuencias imprevistas.

No, no serán tiempos normales, serán tiempos de una intensa disputa por determinar los resultados de este conjunto de coyunturas, con el propósito, ahora sí, de lograr una nueva normalidad, así, sin comillas. La nueva normalidad no nos llegará por haber terminado el encierro ni mediante un decreto del señor presidente, la nueva normalidad será resultado de las luchas políticas y sociales por venir

Para concebir una auténtica nueva normalidad, un nuevo orden económico, político, social y cultural se debe reflexionar más allá del futuro inmediato. Debido a ello,  ahora es pertinente renovar el pensamiento anticipador y la concepción y la práctica de los proyectos políticos, de la política proyectiva. 

Si un mundo mejor es posible, es en las grandes coyunturas históricas cuando existe la oportunidad de ser parido. En consecuencia, necesitamos reflexionar sobre el mundo en que queremos vivir, nosotros y las próximas generaciones, y debemos hacerlo de manera crítica y autocrítica, a partir de la considerable experiencia histórica acumulada por la humanidad en su perenne propósito de sobrevivir y de hacerlo con la mayor calidad posible. 

La pandemia ha desnudado —y lo seguirá haciendo— la profunda desigualdad que impera en México y el mundo. Más allá de mutaciones, el virus del COVID-19 es el mismo, pero las formas de vivir la pandemia por los seres humanos son muy diferentes, tanto dentro como fuera de nuestro país. Cada quien vive su pandemia de acuerdo con su condición social, sus recursos económicos y su horizonte cultural, y estas diferencias están marcadas por una profunda injusticia.

¿Queremos que la futura nueva normalidad siga registrando niveles de desigualdad tan ofensivos como los que hoy tenemos? ¿Queremos un mundo amenazado por el cambio climático y el deterioro ambiental? ¿Estaremos dispuestos a que en la nueva normalidad sigan prevaleciendo las diversas formas de violencia de género, de discriminación y explotación? ¿Otra vez un mundo signado por la injusticia y la violación persistente a los derechos humanos, en el que la vida de unas personas vale más que la de otras?

No, la nueva normalidad no deberá consistir en un regreso a lo mismo aunque con sana distancia; la nueva normalidad tendrá que concebirse y disputarse en ejercicio de lo que Norbert Lechner refirió como la conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado. 

Es para esa esa nueva normalidad que debemos prepararnos.  

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