La política de la violencia en la UNAM

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Como todas las historias de asesinato, la de Aideé es más triste cuando se conocen detalles sobre la víctima. La alumna del CCH provenía de una comunidad indígena y estaba muy entusiasmada con ingresar a la universidad. Como estudiante seria y responsable, su desempeño daba motivos para esperar lo mejor de sus estudios superiores.

Pero no, porque Aideé fue herida por una bala mientras tomaba clases de matemáticas. No está claro desde donde se disparó el arma, pero parece ser que la joven no era la destinataria. Simplemente tuvo la mala suerte de encontrarse en la trayectoria del proyectil.

Mala suerte, pero sólo en parte. El hecho de que una estudiante sea herida mientras toma clases en una institución pública debería dirigir nuestra atención hacia las autoridades de dicha institución. Los estudiantes han convocado a marchas y paros demandando mayor seguridad dentro de las instalaciones de la UNAM, impacientándose frente a los hechos violentos cada vez más frecuentes.

El rector Enrique Graue ha hablado abiertamente de las actividades de narcomenudistas dentro de la UNAM. Esto no puede conducir a un ambiente seguro. La forma en que estos grupos arreglan los problemas entre sí o los desacuerdos con sus clientes suele incluir el uso de la fuerza. Pero el rector ha descartado de manera rotunda solicitar la intervención de la policía o el ejército.

En cambio, ha recurrido a recursos como una campaña de concientización para evitar el consumo del estudiantado, que incluía joyas de la mercadotecnia como #NoEsTuAmigoEsUnNarco, hashtag que parece concebido para nunca ser trending topic. Sencillamente no puedo imaginarme a nadie pensando de su proveedor: “Yo creía que me vendía la mota por amistad, porque me valoraba como ser humano”. Lo mismo podrían haber publicitado #NoEsTuAmigoVendeTortasdeTamal.

La campaña de Graue representa la impotencia de la UNAM cuando se trata de promover la seguridad en sus instalaciones con medios propios. ¿Por qué, entonces, no pide la intervención de la policía? Como el rector está facultado para hacer tal solicitud, la autonomía de la UNAM no se vería comprometida, pero es previsible que al menos algunos de los estudiantes que demandan seguridad no estarían de acuerdo. Sin duda alguna los grupúsculos de izquierda radical convocarían a movilizaciones.

Aunque por sí mismos no necesariamente lograrían gran cosa, pueden verse potenciados si se montan en las actividades de los grupos mejor organizados. Estos grupos están respaldados y apadrinados por partidos políticos, y por ello pueden tienen la capacidad de iniciar un movimiento de magnitud importante, aunque no necesariamente para ponerle fin.

En 1999, el intento de elevar módicamente las cuotas derivó en una huelga que duró más un año y representó costos enormes. No es ningún secreto que, en los inicios, las movilizaciones fueron respaldadas por distintos funcionarios del Gobierno del Distrito Federal.

Para que Graue se decida a hacer su trabajo, tendría que hacer ver a la comunidad de estudiantes que la seguridad frente a criminales como los que operan en la UNAM requiere de la intervención legítima de la policía. Esto es crucial, pues estos grupos han demostrado que responden con todo a los intentos por arrebatarles la zona franca de la que disfrutan, y la comunidad universitaria debe mostrarse unida.

Pero además requiere que las autoridades y las fuerzas partidistas se comprometan a no aprovechar la situación para fortalecerse políticamente azuzando la movilización. Eso parece aún más complicado.

Aideé no las tenía todas consigo, pero estaba dispuesta a poner todo su empeño para prosperar profesionalmente. No sabemos si lo habría logrado, por efecto de una bala tal vez disparada al azar, pero hecha posible por la incapacidad de los responsables de su integridad para llegar a un acuerdo.

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