¡La prioridad soy yo!

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Las imágenes de la reunión del G-20 son impactantes. A todas luces será una reunión importante a nivel mundial, dada la cantidad de conflictos existentes en el mundo. Los significativos son la guerra de aranceles entre EU y China, el conflicto en el Golfo de Ormuz, tensiones entre GB y la UE por Brexit, el conflicto migratorio entre México y EU, el uso de aranceles como instrumento político, la crisis de gobernabilidad en Venezuela, la nueva relación de Rusia con Cuba y Venezuela, el Mercosur dividido entre Brasil y Argentina, el caso de Odebrecht y corrupción en todos los países de la región. 

Capturó la atención de la prensa el arribo a Japón de Macron de Francia, Xi de China, May de Gran Bretaña, Bolsonaro de Brasil, Macri de Argentina, Trump de Estados Unidos, Trudeau de Canadá, Putin de Rusia, Merkel de Alemania, Morrison de Australia, Modi de India, Erdogan de Turquía y el anfitrión, Shinzo Abe, entre otros.

Y México ausente. Ausente en un momento que habría sido importante hablar sobre la crisis migratoria con líderes de varios países y buscar una inversión pública y privada diversificada para el sureste mexicano y Centroamérica, además de abrir canales para ampliar inversiones no-estadounidenses en México y crear un frente internacional anti aranceles.

En vez de ello, el Presidente mexicano les envió una carta que muchos no van a leer. Las comunicaciones epistolares de AMLO son sibilinas. Repletas de recuentos históricos desconocidos, por referirse a México, son comunicaciones retóricas, fatuas, pretenciosas. Generan lo contrario de su supuesto objetivo. Despiertan la impresión de que el remitente desprecia a los remitidos y sus países. 

Ni Ebrard ni Urzúa serán interlocutores en Japón, aunque seguramente anunciarán grandes acuerdos. No pueden asistir a las cenas donde los líderes hablan con mayor franqueza y sinceridad, ni a las reuniones plenarias de mandatarios. Entonces, ¿a qué van?

Sencillamente a entregar la carta del Presidente. Van como recaderos.

¿Qué nos dice todo esto del Presidente mexicano? Dice, entre otras cosas, algo que muchos han analizado ya: desprecia al mundo, considera que viajar fuera del país es un malgasto de dinero y que no le reditúa nada al país. Pero oculta algo más profundo y, francamente, preocupante. 

No viaja fuera del país porque considera que hacerlo develaría un error suyo. Para viajar tendría que rentar un avión, porque las líneas aéreas comerciales no lo llevarían, exponiendo el avión a la posibilidad de un atentado contra un Presidente entre los pasajeros. Pero rentar un avión revelaría la futilidad de haber vendido el avión presidencial (aún sin vender, más bien está estacionado en un aeropuerto de Estados Unidos). Vender el avión fue una de sus propuestas de campaña más populares. Y no quiere ser señalado como hipócrita.

Ese avión era útil para la tarea de gobernar. En este caso de la reunión del G-20, ¿cuál era la tarea?

Representar a México, explicar los problemas que enfrenta ante las amenazas arancelarias de Trump, las presiones migratorias con Centroamérica y una economía que empieza a mostrar signos de un fuerte estrés. Habría sido el momento ideal para tratar de ampliar la inversión en México, diversificando nuestro comercio, activando el Acuerdo Trans Pacífico y buscando nuevos aliados.

Hacer todo eso le habría servido a México en un momento de crecientes dificultades internas. En vez de viajar para defender a México, el Presidente prefirió quedarse para proteger su imagen personal. Escogió a sí mismo por encima de la nación.

@rpascoep

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