Las desgracias del neoliberalismo

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Por ahí del año 5 antes del año cero de la 4T (o sea, 2013), en una maestría en dinámica no lineal se me invitó a dar una plática sobre matemáticas aplicadas a las ciencias sociales. Mientras exponía, uno de los asistentes movía la cabeza en señal de negación, en clara muestra de desacuerdo. Pasados algunos minutos, comencé a preocuparme. ¿Sería posible que estuviese yo diciendo un sinsentido? ¿Una burrada oculta para mi ignorancia pero evidente para una persona entrenada en el razonamiento matemático?

Al terminar de hablar, el sujeto en cuestión pidió la palabra. Sus palabras fueron, textualmente, las siguientes:

“Quiero decir que todo eso que estás diciendo es un argumento neoliberal, y el neoliberalismo es el causante de todas las desgracias de este país”.

Dejé de preocuparme. Si dije alguna bobada detectable por una inteligencia más sutil que la mía, esa inteligencia no se manifestó en las palabras de mi interlocutor.

No quiero dar a entender que yo voy por ahí sintiéndome muy listo a costa de la gente que me hace el favor de prestarme su atención. Pero este comentario es emblemático de un pensamiento perezoso, que utiliza la consigna y los lugares comunes como sustituto de las capacidades analíticas. Esta forma de razonar disfruta de la descalificación y del juicio sumario. Es propenso a la hipérbole (¿todas, todas, todas las desgracias del país han sido causadas por el neoliberalismo?), pero, más importante, es incapaz de captar diferencias importantes: su dogmatismo convierte al mundo en una noche negra en la que todos los gatos son pardos.

El uso de las matemáticas es una característica de ciencias que se hacen especializadas.

El neoliberalismo, por su parte, es un discurso político que promueve el libre mercado como solución a muy diversos problemas sociales. Muchos neoliberales respaldaban sus decisiones en la pericia técnica de equipos formados por economistas, a los que se dio en llamar “tecnócratas”. Pero eso no quiere decir que todos los economistas son neoliberales, ni que todo uso de instrumental técnico tenga como fin último justificar las decisiones de proyectos políticas de derecha como el neoliberalismo.

Algunos ejemplos: las decisiones sobre el tipo de cambio de neoliberales como Salinas y Menem violentan las prescripciones básicas de la ciencia económica. Paul Samuelson, uno de los principales artífices de la matematización de la teoría económica, era un neokeynesiano. Finalmente, la economía neoclásica, asociada con el neoliberalismo, da cabida a la intervención del estado en la economía, más allá de la mera regulación, en caso de existir “fallas del mercado”.

El amigo de párrafos más arriba carece del armamento intelectual para apreciar estas diferencias entre el neoliberalismo, la economía como disciplina y el uso de herramientas técnicas como auxiliares del conocimiento.

Bueno, pues esta forma de pensar se ha llevado más allá de las discusiones universitarias. Como es de conocimiento público, la revista El Trimestre Económico, editada por el Fondo de Cultura Económica ha pasado por un cambio en su Comité Editorial y un “giro de 180 grados” en sus contenidos. Las motivaciones de este cambio fueron expresadas así por Paco Ignacio Taibo II:

“En los últimos años el Trimestre había sido un portador del proyecto neoliberal. Para nosotros el proyecto neoliberal es un cadáver del que tenemos que despojarnos lo más rápidamente posible por el daño que le ha hecho a esta nación”.

Es como si el asistente a mi plática sobre matemáticas y ciencias sociales estuviera hoy a cargo de las decisiones, y no sólo de política editorial.

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