Las dos izquierdas y el futuro del INE

Compartir:

- Advertisement -

¿Cuál izquierda prefiere usted?

Hace unos días, en el programa que conduce Leo Zuckermann, ‘La Hora de Opinar’, reflexionaron sobre el futuro el INE Paula Sofía Vázquez, Carlos Bravo Regidor, Gibrán Ramírez y el propio Zuckermann. Gibrán puso un punto sobre la mesa sobre el que vale la pena reflexionar: lo que vemos es el encontronazo de dos izquierdas, una académica que tiene como base la UNAM, con una fuerte tendencia elitista. La otra populista, anclada en Morena.

¿Tenemos dos izquierdas? ¿Cuáles son las consecuencias de ello? Dejo fuera a la derecha, que se interesa únicamente por defender la mayor tasa de ganancia posible, mantener los criterios de opresión y explotación e imponer sus prejuicios como reglas de orden público. Esa derecha no me interesa.

No paso por alto la dificultad de definir a la izquierda, intentar hacerlo en estas líneas sería imposible. Una estrategia sencilla para ordenar un poco la realidad es usar la dicotomía izquierda–derecha para hablar de la disputa en materia económica; y la dicotomía conservador–progresista para dar cuenta de la disputa en materia de identidad y reconocimiento. 

Aquellos que apelan a un modelo económico más igualitario estarían en la izquierda, mientras que quienes están a favor de la interrupción legal de embarazo (ILE), por dar un ejemplo, serían progresistas. Visto así, podemos tener personas que son de izquierda (socialistas) conservadora (guadalupanos); o de derecha (neoliberales) y progresistas (a favor del ILE). 

Estas dos dicotomías suponen líneas graduales y continuas, donde son pocos los que están en los extremos. Por ejemplo, son pocos quienes hoy proponen acabar con la propiedad privada de los medios de producción (el extremo de la izquierda); o extinguir por completo cualquier política social (el extremo de la derecha).

¿Qué fue lo que pasó en la conformación política de América Latina? Nuestra clase política y económica se puso de acuerdo en que no podían seguirse matando para arribar a las presidencias; pero también se pusieron de acuerdo en que las demás reglas de la democracia son irrelevantes, en específico la construcción de un Estado democrático y social de derecho.

Si bien tuvimos un largo proceso de transiciones a la democracia que comenzó con República Dominicana y Ecuador en 1978; le siguieron Perú (1980), Honduras (1981), Bolivia (1982), Argentina (1983), El Salvador (1984), Guatemala, Brasil y Uruguay en 1985, Paraguay y Panamá en 1989, Chile (1990) y México (2000), la cultura política y organizacional de las clases política y económica se mantiene en la opacidad, la corrupción y, en el peor de los casos, en el gobierno por medio de redes violentas de macrocriminalidad.

Si bien hubo una serie de reformas institucionales que se desarrollaron en la década de los 90 sobre seguridad y justicia; y a partir de la primera década del siglo XXI sobre transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción, lo que impera es un cada vez más complejo diseño institucional que ha resultado neutralizado por las prácticas políticas de opacidad, corrupción e impunidad de quienes nos han gobernado.

Este es el marco de la disputa de las dos izquierdas. Una más académica que si bien se empecina por construir algo de Estado democrático y social de derecho -y de defender los pesos y contrapesos- ciertamente lo hace desde esquemas más elitistas en donde la soberanía popular no juega ningún papel y para quienes, en el mejor de los casos, el pueblo es un actor irrelevante y, en el peor, incluso peligroso.

Sin embargo, quien hoy se enfrenta con esa izquierda en la disputa por el INE es otra de corte populista para quienes la construcción de un pueblo conformado por los siempre excluidos y oprimidos es un elemento central. Pero para esa izquierda los pesos y contrapesos, la limitación del poder político y la conformación de un Estado de derecho, en el mejor de los casos, es algo irrelevante y, en el peor, es una confabulación liberal que se debe combatir.

¿Qué izquierda prefiere Usted? Espere, espere, ¡es una trampa! No tenemos por qué preferir una de las dos cuando debemos exigir lo mejor de ambas. Una izquierda progresista que deje de brincarse las formas y transgredir el fondo cuando siguen nombrando incondicionales al frente de órganos que debieran ser autónomos (tal como lo hacía la vieja derecha); una izquierda que se dé cuenta que la conformación de un Estado democrático y social de derecho no es una trampa liberal; y que, al mismo tiempo, siga apelando por la inclusión y transformación de los grupos siempre oprimidos.

No tenemos por qué elegir.

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.