Las mujeres y la crisis de comunicación

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Ya muchos hombres han escrito sobre las mujeres, en muchos casos cayendo en el ya legendario mansplaining. Muchas veces resultamos fastidiosos haciéndolo, aunque es importante que muchos están hablando del tema y tratando de comprenderlo mejor, haciendo autocríticas. Algo es algo.

Con todo, hay algo notable de este episodio: la tremenda crisis comunicacional del gobierno a partir del movimiento feminista que ha implantado la violencia contra la mujer en el centro del debate.

Es todo un caso de estudio sobre lo que NO debería hacer un gobierno ante una movilización social. Hay que revisar toda la seguidilla de errores que han puesto al gobierno más poderoso de las últimas décadas contra la pared.

El llamado al paro el día 9 de marzo no es nuevo ni es un invento mexicano. Otros años y en otros países se han llevado a cabo, famosamente en Islandia en 1975. El 90% de las mujeres pararon, y el país descubrió el dramático impacto de la ausencia de ellas.

En esa época –como ahora– feministas “moderadas” consideraron que el paro era un acto demasiado radical y confrontacional. Pensaban que alejaría a los hombres de sus causas.

Solo cinco años después, Islandia escogería a su primera mujer presidenta, Vigdís Finnbogadóttir. Es difícil separar el impacto político de un paro masivo y exitoso con la elección de su primera mandataria.

En México, todo comenzó con un craso error del Fiscal General de la República, quién anunció que se cambiaría la forma en que se tipifica e investiga el feminicidio. La reacción de grupos feministas no se hizo esperar, y el gobierno minimizó el tema.

Justo en esos días empezaba a compartirse en México, como en otros países latinoamericanos, el llamado al paro del lunes siguiente al Día Internacional de la Mujer. Conforme agarró tracción entre las mujeres, fuimos sacudidos por varios feminicidios. Entre los que mayor impacto tuvieron en la opinión pública están el de Ingrid Escamilla y el de la niña Fátima, solo unos días después.

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Así, era claro que era un tema que estaba posicionado en la opinión pública. Cualquier asesor en comunicación le podría haber hecho ver a la presidencia que era algo que se tendría que abordar, tanto en las conferencias de prensa de las mañanas como en otros espacios.

Pero no se hizo. El presidente, obsesionado con su rifa absurda del avión presidencial, se empecinó en tratar de evadir el tema. Estábamos empezando febrero –día 10 específicamente– cuando se le preguntó sobre el tema y dijo que no quería “que el tema solo fuera el feminicidio” y se apuró a tratar de volver al sorteo.

Las muertas se seguían acumulando y el gobierno seguía sin darse cuenta de que, o entraba al tema de lleno, o lo iba a devorar.  

Conferencia tras conferencia, López Obrador descalificó al movimiento feminista, lo tildó de conservador, lo minimizó. El 8 y el 9 ya estaban a la vuelta de la esquina y nadie en la administración reaccionaba con inteligencia.

La secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval –de por sí controversial– desdeñó el paro de mujeres con una torpeza inaudita. La secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, se sumó y luego se restó. Otras funcionarias se sumaron, pero las mujeres feministas ya tenían buenas razones para ver en el gobierno un adversario. Ahí, la movilización pasó de ser contra la violencia y se volvió, también, contra el gobierno.

Aquí es dónde pasó lo que me parece más interesante del desastroso diseño comunicacional del presidente: jamás invitó a las mujeres del gabinete o a la presidenta de Inmujeres a su conferencia mañanera. No les dio voz, no les dejó explicar todo lo que él no sabe explicar respecto a la violencia de género –como lo demostró con su triste decálogo.

Fue un error no invitarlas por varias razones. Primero, porque podrían dar un rostro más empático del gobierno, podrían detallar acciones concretas y clarificar las posturas de la administración. Segundo, porque López Obrador podría haber compartido el costo político de la situación, sin acumular sobre su figura todas las críticas. 

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El punto es que el presidente, al decidir ser el único vocero en este tema, y seguir cometiendo errores –como distribuir los boletos de la rifa el día 9, por ejemplo, y su propia pésima respuesta al día siguiente– ha minimizado por completo el rol de las mujeres en su gobierno.

Así, los días pasaron y cada vez fue peor. La frustración de las mujeres crecía, y las descalificaciones no paraban. Se evidenció el siniestro mecanismo de la oficina de Comunicación de la presidencia, que planta periodistas y preguntas para cambiar el tema o incluso atacar a las que cuestionan.

Los bots afines al gobierno en redes sociales dedicaron toda su energía a sabotear y calumniar a quienes han llamado al paro. Les declararon la guerra de la forma más torpe posible, y les confirmaron que son el enemigo.

Fue la falta de estrategia de comunicación lo que ha convertido esta marcha en una contra Andrés Manuel López Obrador.  De forma muy tardía –apenas el 5 de marzo– las mujeres del gabinete aparecieron.

Todas juntas, dieron un mensaje de unidad y de apoyo al movimiento; trataron de explicar sus acciones y su compromiso. Sin embargo, no salió como habrían esperado.

Primero, porque fue tan tarde en la crisis, que el ánimo social ya no estaba para andarlas escuchando. Fue una reacción lenta e insuficiente a un drama creciente.

Segundo, porque el mensaje que transmitieron fue que este es un gobierno feminista –una “idea fuerza” casi intransitable hoy en día– y que están detrás del presidente. Es decir, salieron, realmente, a apoyar a su presidente que ha despreciado a las mujeres desde el principio del asunto.

Tercero, porque deja la impresión de que no las habían dejado hablar hasta que a López Obrador se le salió de las manos; un claro acto de violencia política contra su propio gabinete.

Para terminar de demostrar que no entiende el tema, el presidente dijo que los hombres también se pueden sumar al paro. Dramático.

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Este fin de semana vimos la fuerza del movimiento, cuando cientos de miles de mujeres marcharon en todo el país. Su grito se sintió fuerte, y demostró su vigencia y urgencia.

Lo que es incuestionable es que ha sido la misma actitud de López Obrador la que ha convertido este momento en el peor de su gobierno. El mismo día 8, en su discurso en Zacatecas, el presidente no pudo resistir la tentación de “reconocer” la “abnegación” de la Margarita Maza de Juárez. La abnegación, como gran cualidad de las mujeres. Notable.

¿Qué habría pasado si desde que se anunció el paro el gobierno, en lugar de “darles permiso”, las hubiera convocado a sumarse? ¿O si las mujeres del gobierno hubieran podido ser las voceras en el proceso?

Al menos, habría podido mantener el tema sobre la deuda pendiente con ellas, en lugar de volverse el blanco de las críticas.  

Pero el presidente no quiso escuchar o escuchó a las personas equivocadas. Y el precio ya lo está pagando.

Pero para él, es un precio político. Ellas lo pagan con su vida.

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