Cuando Marcelo Ebrard confirmó que México desplegará seis mil soldados de la Guardia Nacional en la frontera con Guatemala, confirmó también lo que ya muchos intuyen: la secretaria de Gobernación hace de todo, salvo gobernar.
El famoso y temido Palacio de Cobián, sede de la oficina de Olga Sánchez Cordero fue, durante décadas, sinónimo de poder, de fuerza y hasta de represión.
Algunos de los personajes más siniestros y, algunos, brillantes, de nuestra historia fueron temidos y venerados en ese edificio. Fueron titulares de Gobernación antes de ser presidentes: Victoriano Huerta, Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil, Lázaro Cárdenas, Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortínez, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría.
Quisieron ser presidentes, pero no pudieron: Mario Moya Palencia, Manuel Bartlett, Fernando Gutiérrez Barrios (quizás el más temido de todos), Esteban Moctezuma, Francisco Labastida, Santiago Creel y Miguel Ángel Osorio Chong (este último, uno de los que más poder acumuló, lo que le valió ser boicoteado por su rival de amores en el sexenio de Enrique Peña Nieto: el inefable Luis Videgaray).
El nombre de Olga Sánchez Cordero era uno de los pocos que hacía suspirar de alivio a los críticos del muy incompetente gabinete del presidente Andrés Manuel López Obrador. No solo se trataba de la primera mujer en ser titular de esa secretaría, sino de una mujer inteligente, progresista, con experiencia en el servicio público gracias a los 20 años que sirvió como ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
El problema es que, fiel a su estilo personalísimo de gobernar, el mandatario no ha permitido que doña Olga cumpla con sus funciones. La realidad es que muchas de la decisiones de gobierno se toman en Palacio Nacional, entre las personas más cercanas al presidente: su esposa, Beatriz Gutiérrez Müeller junto con los hijos del tabasqueño, en particular José Ramón y algunos funcionarios como Julio Scherer, Marcelo Ebrard y Jesús Ramírez.
Eso quedó claro con la crisis de los aranceles, artificialmente creada por Trump e inflada y mal resuelta por el propio Marcelo. Ahí, en una mesa de negociaciones en Washington, en la que se discutían temas migratorios, no se sentó la encargada del tema migratorio, la secretaria Sánchez Cordero, a quien tampoco le informaron del acuerdo de desplegar 6 mil soldados en la frontera sur.
En los pasillos de Palacio Nacional suena con más y más fuerza que Olga ha presentado ya su renuncia y que, en realidad, el presidente ya se la ha aceptado, pero espera el momento político perfecto para anunciarlo.
La salida de Olga, de confirmarse, terminaría por encerrar en un círculo cada vez más radical e intolerante al mandatario mexicano. La de Sánchez Cordero era una de las pocas voces moderadas en el gobierno de López Obrador y, aunque no era muy escuchada, pesaba en la opinión pública y le lavaba un poco la cara.
Pero todo eso ha terminado. El anuncio de Ebrard dinamitó lo que le quedaba de fuerza política a la exministra Sánchez Cordero. Sus horas están contadas.