El escepticismo suicida

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Solemos poner mucha atención en la forma en la que se comportan los gobiernos en las democracias, para mantener al régimen democrático y evitar cualquier exceso que viole los derechos de las personas. Pero, ¿y las oposiciones? ¿Será que son irrelevantes para la democracia? Para nada. Desde hace varios años, politólogos como Robert Dahl o Juan Linz se dieron cuenta que mantener al régimen democrático también es una tarea de la oposición. 

El mejor de los mundos es contar con una oposición responsable y leal con el régimen democrático. Una oposición que, si bien es crítica al gobierno, construye, es abierta al diálogo para llegar a acuerdos y tiene un compromiso por mantener las reglas del juego. Un ejemplo de este tipo de oposición responsable pueden ser los gabinetes en la sombra, en los cuales la oposición tiene una persona que le da seguimiento a cada una de las distintas secretarías, señala los errores, y explica las alternativas que tomarían si ellos fueran gobierno.

El peor escenario es cuando un país tiene una oposición desleal al régimen democrático, cuyo único objetivo es golpear al gobierno, no tiene ningún compromiso con los medios electorales, ni con los derechos de las personas y no duda en usar mecanismos violentos. Afortunadamente no es el caso de México.

La oposición también puede ser leal al régimen democrático, pero irresponsable. Si bien respeta los mecanismos electorales para llegar al poder, la crítica al gobierno tiene el único objetivo de golpear, sin construir nada, sin la pretensión de llegar a acuerdo alguno. Golpear sólo para deslegitimar al gobierno y llegar al poder. La oposición irresponsable se encuentra dentro del juego democrático, pero cerca de las fronteras. Genera un mayor nivel de conflicto y de tensiones que se pueden tornar irresolubles más por la lógica de la relación gobierno-oposición que por las disputas ideológicas, que muchas veces ni siquiera existen.

Este es el tipo de relación entre el gobierno y oposición que se ha construido en México en los últimos años. Sin duda, es la oposición que construyó el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) después de la elección presidencial del 2006, y que mantuvo durante los gobiernos de Felipe Calderón y de Enrique Peña Nieto, tanto al interior del PRD como al frente de Morena. Pero esta oposición irresponsable también comienza a hacerse evidente hoy en contra del gobierno de AMLO, especialmente desde el inicio del 2020 y, de forma más enfática, en el marco de la pandemia.

Si bien la oposición irresponsable no pone en peligro al régimen democrático (esa es la diferencia con una oposición desleal), al darse en el contexto de una epidemia como la que vivimos en México, y una crisis económica como la que ya se ha instalado, la postura de la oposición irresponsable costará vidas, sufrimiento y carestía. Reitero, el punto no es que deje de haber crítica, sino qué tipo de crítica necesitamos para enfrentar esta crisis: una constructiva que piense cómo mejorar la acción del gobierno o una golpeadora que sólo tenga por objetivo deslegitimar al gobierno rumbo a la elección intermedia del 2021.

Por ejemplo, en el marco de la epidemia, podemos mirar las decisiones del gobierno a partir de dos tensiones que se deben balancear: información vs pánico; y salud vs economía. Sin duda el gobierno tiene la obligación de informar lo mejor posible en torno a los peligros del COVID19, pero no debe generar pánico. Por ejemplo, en la conferencia de prensa del 16 de marzo el subsecretario de salud Hugo López Gatell tuvo un resbalón y dijo: “La fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio, en términos de un individuo que pudiera contagiar a otros, la probabilidad del presidente es la misma que tiene usted o yo”.

De inmediato la oposición irresponsable magnificó la frase para desacreditar a quien es el principal estratega de la respuesta a la epidemia en México. Lo que el subsecretario quiso decir fue “El presidente no es un foco (fuerza) de contagio, sino un foco de esperanza (fuerza moral). Por eso él debe seguir dándole esperanza a la gente en sus giras”. Visto así, no sólo no es grave la mención, sino que se enmarca en la búsqueda del balance entre información y pánico. 

El propio López Gatell lo explicó posteriormente a La Jornada: “Técnicamente significa: la fuerza moral es el poder de convocatoria que él tiene. No es fuerza de contagio, pues en un mitin de 100 mil personas, si besara a mil, tal vez contagia a 30, lo mismo que cualquier otra persona que esté en el mismo sitio. Lo dije así y los políticos lo usaron políticamente”.

Es importante informar, pero también es relevante generar condiciones entre la población que no detonen pánico, algo que es contrario tanto a la toma de decisiones, como a la economía. Ya lo había dicho antes el secretario de Hacienda: el verdadero problema económico no será la caída de los precios del petróleo, sino la auto restricción de los actores del mercado en la pandemia. Hasta la fecha, los intentos de la oposición irresponsable por deslegitimar a Hugo López Gatell son cotidianos y contrarios a la administración responsable de la crisis.

Miremos la segunda tensión: tomar decisiones para garantizar el derecho a la salud, pero que afecten lo menos posible la economía. ¡Cuidado! El conflicto no es entre vidas y dinero. Una crisis económica como la que ya vivimos en México tendrá impactos en carestía para millones de personas, en sufrimiento y también en vidas. En ambos casos, el conflicto es vida digna vs vida digna. Lo importante es lograr el balance menos malo, que de cualquier forma tendrá impactos negativos.

En ese marco, una de las primeras disputas se dio en torno a decidir cuál era el momento preciso para iniciar el confinamiento. La oposición irresponsable logró establecer un juego perder – perder para el gobierno. Por cada día que se adelantara en la declaración del confinamiento, la caída de la economía sería más profunda. Al mismo tiempo, por cada día que se retrasara, la oposición irresponsable lograba mostrarlo como un gobierno desatinado, sin plan, sin conducción ante la crisis. Con esta apuesta, el grueso de los mexicanos perdemos.

Es importante identificar la estrategia de la oposición irresponsable y formular críticas alternativas y constructivas en el marco de la pandemia, en especial porque se viene el segundo conjunto de decisiones relevantes: el retiro progresivo de las medidas de confinamiento. Si parte de la oposición sigue actuando de forma irresponsable, el costo será en vidas, en carestía y en sufrimiento.

La actual disputa por la modificación a la Ley del Presupuesto se enmarca en esta lógica. Por un lado, un gobierno que considera que puede perder la mayoría en la cámara de diputados en la elección del 2021, y que requiere mantener el control presupuestal. ¿Para qué? Evitar que la oposición irresponsable se niegue a darle fondos para sus proyectos prioritarios como la construcción de refinerías y el tren maya. ¿Será que la oposición irresponsable actuará de la misma forma que lo hizo Morena cuando llegó al poder y canceló la construcción del aeropuerto de Texcoco?

Ojalá que tanto Morena como la actual oposición irresponsable logren entender la moraleja de esta historia… lamentablemente, lo dudo.

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