¿Para qué defender la Constitución?

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Eres una persona ocupada, con tareas y actividades específicas. No le puedes dedicar tiempo a la “grilla”. No eres como esos políticos del Congreso que “no hacen nada” y que solo comen de tus impuestos. Tú sí produces, sí trabajas. Tienes razón y, por eso, deberías de conocer la Constitución, ¿la conoces?

Si la respuesta a la anterior pregunta es “sí”, sigue tu camino; aquí no hay nada para ti. Pero si la respuesta es “no”, entonces quizá encuentres en las siguientes palabras algo que te puede convenir. Aquí te ofreceré razones estrictamente egoístas para que te interesen tus constituciones políticas (sí, en plural), pero, sobre todo, para que tengas ganas de defenderlas.

No tienen nada que ver con razones dogmáticas, legaloides, románticas o imprácticas, sino razones que están directamente vinculada a bienes deseables, como tener más dinero en la bolsa, mejor salud, mejores carreteras, más agua potable, mejor educación y, en general, mejores servicios. Empecemos:


1. Tus derechos están ahí.


A nadie le gusta que le vendan su propio auto o su propia ropa, ¿cierto? Bueno, pues sucede exactamente lo mismo con los derechos humanos: a nadie le gusta que los políticos le vendan los derechos que uno ya tiene y que, quizá, no se disfrutan por desconocimiento de ellos.

Primero, me gustaría que te autorespondieras algunas preguntas, para ver qué tal estás en el conocimiento de tus derechos: ¿Tienes derecho a fotografiar a un policía en servicio activo en la vía pública? ¿Y si dicho policía se encuentra realizando un acto de corrupción? ¿Y si el mismo policía se encuentra deteniéndote? ¿Depende del policía? ¿Depende de lo que estés haciendo? Y si te digo que tienes derecho a exhibir a un servicio público deficiente? ¿Y si te digo que los empleados públicos deben demostrar un mayor grado de tolerancia frente al escrutinio público de sus actividades? ¿Te sorprendería saber que la respuesta a muchas de estas preguntas es “sí”? Pues sí, lo tienes. Tienes derecho a exhibir a un servidor público deficiente. Y, también, derecho a que los empleados públicos muestren tolerancia frente al escrutinio público de sus actividades.

En las dos constituciones políticas que te afectan directamente (la federal y la de la entidad donde vives) están previstos tus derechos humanos: Tienes derecho a saber qué hacen los servidores públicos en el ejercicio del cargo, con quién lo hacen, cómo lo hacen, para qué lo hacen y cuánto dinero te cuesta. Es tu derecho saber.

También tienes derecho a expresar públicamente tu opinión de rechazo o aceptación de los servicios públicos que recibes, y de los empleados públicos que los proporcionan. Y a que éstos no te molesten, sin que su actuar esté fundado y motivado.

Además, tienes derecho a tomar decisiones que solo afectan tu esfera individual, como por ejemplo: fumar o no mariguana para fines recreativos.

Y uno de mis favoritos: tienes derecho a que cualquier juez siempre asuma que eres inocente y que nunca presuponga tu culpabilidad.


2. Los límites a los políticos están ahí

Todos nos quejamos de los políticos (como ya vimos es nuestro derecho) y es un derecho muy bonito, la verdad. Pero quejarnos no es a lo único que tenemos derecho, también tenemos derecho a que los políticos tengan límites. Por ejemplo: cuando el presidente, el gobernador, el alcalde, el ayuntamiento o sus empleados compran bienes o servicios o contratan obra pública están obligados a que esa contratación se haga en las mejores condiciones, tanto en precio como calidad, financiamiento y oportunidad. En otras palabras, están obligados a actuar como tú lo harías: verificar precios, comparar calidad y comprar en el mejor momento.

Todos los empleados públicos también están obligados a responder, en breve término, lo más pronto posible, a toda petición que presentes por escrito de manera pacífica y respetuosa. También están obligados a presentar su declaración patrimonial, esto es, a decir cuánto tienen y dónde lo tienen.

Este es uno de mis favoritos y debería de serlo también tuyo: todas las autoridades están obligadas a promover, respetar, proteger y garantizar tus derechos humanos. Y si no lo hacen, dichas autoridades pueden ser sancionadas penal, administrativa o políticamente. Y todo eso está previsto en tus constituciones políticas.

Yo sé que lo dicho hasta ahora suena a una película distinta a la que tú y yo vivimos todos los días. Y, de nuevo, tienes razón, sin embargo hay que decir que, en parte, esa película es así porque nosotros no nos involucramos en la dirección, actuación, fotografía, iluminación, edición y proyección de la misma.

Comprendo que eres una persona enojada con sus empleados públicos y desilusionada de la política, pero si no conoces tus constituciones políticas, ¿cómo te vas a formar una opinión del “amparo” (que no es amparo) que presentó el Presidente Enrique Peña Nieto, respecto futuros actos del gobernador o del fiscal de Chihuahua? ¿Con qué información te formarás un criterio respecto la controversia constitucional (ese sí es su nombre) que fue aceptada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación? ¿Cómo te constestarás si los ministros hicieron bien o no en admitir ese mecanismo de control de constitucionalidad?

En conclusión, tienes que defender a las constituciones políticas de tu país para que tú y tu familia estén mejor. No necesitas un cargo público para defenderlas, tan solo necesitas involucrarte con ellas -a lo cual me ofrezco gustoso a ayudar- y necesitas defenderlas desde la plaza, para que todos podamos escuchar.

Sigue a Luis Enrique Pereda Trejo en Twitter

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