Queremos buenas noticias

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Todo pareciera indicar que los medios no sabemos comunicar. O más bien, no estamos comunicando lo correcto. No solo la gente confía menos en la información, sino que al parecer estamos haciendo algo que les irrita: contar malas noticias.

Un estudio reciente del Instituto Reuters estableció que en los últimos años ha caído la confianza mundial de la sociedad hacia los medios de comunicación. A nivel global, sólo un 42% de la gente cree en las noticias que lee. En México nos va un poco mejor, con un 50% de personas que confían en los medios. Pero eso igual significa que la mitad de la población cree que los medios que consume le mienten.

No debe sorprendernos que caiga más la confianza: medios y periodistas son atacados cotidianamente por gobierno y partidos, acusándolos de vendidos o tendenciosos.

Es fácil entender por qué la gente no cree en los medios. La forma en que se difunden hoy las noticias – a través de las redes sociales – solo ha contribuido a fomentar esa desconfianza: los medios, ansiosos de ser clickeados o retuiteados, construyen títulos y notas que buscan impactar, más que informar.

Y también tenemos la innegable realidad de que muchos medios están comprometidos económica o políticamente con empresas o poderes fácticos. Eso es real y es grave, pero no significa que todo lo que leemos es falso.

Hay otra cosa no menos importante: no están informando lo que la gente, al parecer, quiere saber o escuchar. Según el mismo estudio, la sociedad quiere algo que no recibe: buenas noticias

Si hablamos de cambio climático, por ejemplo, los medios le dicen a la gente que no solo el mundo está a punto de morirse, sino que además es culpa de quién lee: son tus hábitos de consumo, tu capitalismo, tus conductas, las que tienen al mundo al borde del desastre. En política, les contamos todo lo que va mal, y les recordamos que fueron ustedes quienes eligieron a sus gobernantes. 

No es casual que las notas de perritos y gatitos, o de “personas que inspiran” sean tan exitosas; tampoco que la gente se encandile con estilos de vida de los ricos y famosos. Nuestras vidas ya son suficientemente difíciles y oscuras como para andarnos enterando de todo lo que está mal. Que la violencia, la corrupción, las mentiras, etc. Puras malas noticias. 

Así, entre la desconfianza y los horrores, la gente está abandonando los medios tradicionales, concentrándose en sus redes sociales – qué, además, están diseñadas para mostrarte las cosas que te gustan – y están perdiendo su voluntad de informarse (si es que la tuvieron).

El desafío que enfrentan los medios es también una decisión: ¿deben contar lo que la gente quiere escuchar o lo que consideran que deben saber? Ganarse la confianza del público es fundamental. En la medida en que los medios sean rigurosos y veraces, evadiendo los compromisos políticos o empresariales, podrán reconstruir su legitimidad.

Pero también deben cumplir con un rol de concientización y sensiblización social; deben informar de forma clara y amena, pero no dejar de llamar la atención sobre los problemas. Y sí, también hay que buscar las buenas noticias. Hay que dar luz y visibilidad a las personas que hacen cosas justas, que ayudan.

Al final del día, estamos contando la historia de nuestro tiempo. Hacerlo bien será nuestro legado.

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