¿Quién gana con la división?

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Críticos de AMLO, víctimas de odio.

Una querida amiga lanzó el reto hace poco en su “El Feis”: “Crítica a AMLO y a quienes votamos por él sin ser clasista ni racista #challenge”. Esta mujer, médica anestesióloga, feminista, hija de una reconocida defensora de derechos humanos es, me consta, una buena persona. No solo eso. Es una ferviente defensora de derechos igualitarios, sarcástica y divertida.

Su #challenge, sin embargo, partía de la tragedia nacional más grande de nuestra era: los prejuicios y el odio que se han insertado en el ideario colectivo. El mismo que llevó a otra buena amiga y colega a decirme hace poco: no creo que pueda haber un priista que sea buena persona.

El #challenge de la doctora, guarda un mensaje críptico: si se critica a AMLO o a sus votantes, es porque el crítico es, antes que otra cosa, clasista y racista. Es decir, las críticas al nuevo presidente no parten de la razón, sino del miedo o el odio a lo distinto y, además de distinto, a algo que se considera menor.

Claramente, estas dos mujeres inteligentes y profesionales son solo ejemplos de un fenómeno que ni es nuevo ni es exclusivo del México lopezobradoriano. Sí es, sin embargo, un fenómeno preocupante que se repite en cada línea de defensa de la Cuarta Transformación y parte del mismo principio: nos critican porque son unos racistas, clasistas y privilegiados que temen perder todo lo que han obtenido a costa del pueblo oprimido.

Claramente, en muchos de los defensores del nuevo presidente ha hecho mella un discurso que comenzó a construirse hace 12 años, luego de la elección presidencial de 2012, en la que AMLO acusó a la “Mafia en el poder” de haberle robado la presidencia. Aunque el menosprecio presidencial a lo que ahora se conoce como “los fifís” -gracias a la definición del propio mandatario- data de mucho antes, claramente, fue utilizada durante los últimos años desde el morenato para simplificar las definiciones de los buenos y los malos de la nación.

El objetivo, claro, era permear en la conciencia colectiva nacional para obligar a las autodefiniciones.

El pésimo trabajo de las administraciones Calderón y Peña Nieto le pavimentaron el camino y el protagonismo, la corrección política y necesidad de muchos de estar del lado de los “buenos” en la historia, hizo buena parte del trabajo.

Desde medios de comunicación y redes sociales, muchos autoungidos defensores de la rectitud política y moral, han fustigado (y lo siguen haciendo) a todos aquellos que consideran que las decisiones de Andrés Manuel López Obrador son incorrectas o cuestionables. Desde el púlpito de su pretendida pureza, descalifican al distinto por pensar diferente: “Fifís”, es lo menos ofensivo. Su elevadísima capacidad académica e intelectual les alcanza hasta para burlarse de ellos en su cara en las manifestaciones.

A partir de ahí, se hacen las definiciones. Si se publica una nota sobre la “cancelación de la cancelación” del aeropuerto de Texcoco, lo cual es un hecho, así sea temporal (ya que la promesa de AMLO era que se paraban las obras el 1 de diciembre), ordas y ordas de ofendidos descalifican la nota, al medio y a los periodistas solo porque la realidad no se ajusta a sus expectativas.

Los ofensores han llegado al extremo de atacar a quienes, claramente, han estado de su lado desde hace meses si ese alguien tiene la ocurrencia de criticar a alguno de los integrantes de la Cuarta Transformación.

No es extraño, pues, que la ola de descalificación llegue a todos los rincones de la ciudadanía: priistas malos y miserables, todos. Críticos racistas y clasistas, todos. Así comienza a desperdigarse el discurso de odio y la división. ¿A quién beneficia?

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