¿Quién tiene el control?

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CONTROL: una palabrita tan compleja que representa tantos extremos. De un lado del ring: nuestro deseo de ser esa tal mujer empoderada de la que todos hablan y estar  “en control de la situación”, sea cual sea la situación. En el otro extremo, la angustiosa sensación de ser una controladora extrema – lo que los gringos llaman “control freak”.  

Sí, una vez más el mundo nos presenta una línea tan delgada y fácil de cruzar. En especial, porque: ¿cual es el real control que tenemos de nuestra vida?

Si asumimos que tenemos todo el control, entonces todo lo que no vaya acorde a como imaginamos y trabajamos, nos frustará muchísimo. Pero por otro lado lado, ser la persona que “confía” en el destino y no se responsabiliza por sus actos – o ausencia de ellos – siempre será rehén de lo que elijan los demás. Y créeme, los demás nunca eligirán pensando primero en ti.

Dicho eso – y perdón si te sientes más confundida que antes de empezar a leer esta columna – te confieso mi secreto:

Nuestro control no está en evitar situaciones inevitables, pero sí en elegir cómo sentirnos y cómo actuar a partir de ello.

El control está en la elección.

Una vez, me quedé atrapada en un aeropuerto. El funcionario de la compañía dijo con una voz tímida, anticipando la molestia de los pasajeros: “Aviso que tendrán que esperar 4 horas y todo será resuelto por el orden en que están en la fila. Estamos haciendo lo mejor posible para ayudarles”. La gente empezó a exaltarse. A mi tampoco me alegraba esta situación, ¿pero que se podía hacer? Enojarse y alegar por 240 minutos o elegir hacer algo con cuatro preciosas horas. ¿Qué hice? Agarré mis audífonos, vi que la batería duraría para 3 horas más. Y bailé. Disfruté de cada canción. La gente me miraba raro, pero si tenía que esperar 4 horas sí o sí, que fuera de la mejor manera posible para mí.

Me acuerdo de eso, cuando camino por la calle en horario de tráfico y veo las expresiones cerradas dentro de los autos. Los bocinazos inútiles y las peleas para avanzar los “importantes” 5 metros más. Y me pregunto:

¿Por qué no poner la canción que te gusta y soltar la voz?

¿Por qué mientras el semáforo está rojo no mandar un audio lleno de cariño a alguien que quieras y supuestamente nunca tienes tiempo para hacerlo?

¿Por qué no cambiar cómo te sientes?

Termino mi frase: tu elección cambia tu realidad.

Y si cambias tu realidad, verás como la realidad puede cambiar tu vida.

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