Reforma educativa: la experiencia de Vietnam

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¿Qué oportunidades tiene México en educación?

En mi columna anterior se comparó la reforma educativa ideada por Peña Nieto con la situación de Finlandia y Corea del Sur. Podría decirse que esta comparación es ociosa, pues se trata de países con altos niveles de desarrollo.

Considérese la prueba de PISA de matemáticas, un referente para comparar los niveles de logro académico de distintos países. Aunque México ocupa el vergonzoso lugar 56, no es el más bajo de América Latina (República Dominicana, en el lugar 70) y lo separan sólo 15 puntos del país latinoamericano mejor situado, Chile con 428 puntos, que a su vez está por debajo de la media, de 461 puntos.

De hecho, los nueve países latinoamericanos tienen un desempeño en la prueba que está más o menos donde cabría esperar por su PIB per capita.

Esta observación podría llevar a concluir que es poco lo que se puede hacer sin los recursos de un país desarrollado, si no fuera por Vietnam, el país más pobre entre los participantes. Si fuese sólo por su PIB per capita, Vietnam tendría que registrar a lo mucho 398 puntos. En cambio, con su puntuación de 495 está sólo 16 puntos por debajo de Finlandia, en el mismo nivel que Nueva Zelanda, Suecia, Australia y Francia, y por encima del Reino Unido, Estados Unidos e Israel.

En un su análisis del caso, S.D. Parandekar y E.K. Sedmik señalan una combinación de medidas de política con factores culturales. Entre los primeros, destaca una fuerte inversión en infraestructura, llegando al 21% del gasto público, concentrada principalmente en la formación temprana, incluyendo la preescolar. Los factores culturales son tres.

Dos de ellos tienen que ver con la tarea del docente. Por un lado, están sometidos a una alta supervisión por parte de los directores de escuela y de sus pares; por el otro, cuentan con la colaboración de los padres, que dan seguimiento a la formación de sus hijos en el hogar.

El tercer factor cultural es, en palabras de la investigación, que, en comparación con otros países de similar nivel de desarrollo, “los estudiantes vietnamitas se esfuerzan más … hay menos casos de ausentismo y de retraso, dedican las mismas horas de aprendizaje en la escuela o más, y sustancialmente más tiempo al estudio después de la escuela… son más disciplinados y enfocados en sus estudios”.

Sería deseable que nuestras autoridades, una vez desmontada la reforma educativa de Peña Nieto, revisaran esta experiencia exitosa. Por lo que sabemos hasta ahora de sus planes, reforzar la formación docente es un paso en la dirección adecuada. Sin embargo, la excesiva atención que se presta a la educación universitaria requerirá de cuantiosos recursos que tal vez podrían ser de mejor provecho invertidos en el nivel primario.

El componente “cultural” del modelo vietnamita podría ser visto como un límite para los países ajenos a las tradiciones del este asiático. Tal vez. Sin embargo, me pregunto si nuestra cultura es tan distinta que no se puede introducir en nuestra infancia una dosis de disciplina y esfuerzo, o en los padres el compromiso activo con la educación de sus hijos.

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