Rehén de las consultas

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En un muy inusual giro a su estrategia, Andrés Manuel López Obrador finalmente accedió a una serie de entrevistas exclusivas con medios. Al presidente electo lo que se le da – y lo que le gusta – es el llamado “chacaleo”, soltar frases entre muchos micrófonos saliendo de los eventos en los que participa.

Y se entiende por qué no da ese tipo de entrevistas: en su tour mediático, López Obrador negó haber dicho que sacaría al ejército de las calles – sí lo hizo, por supuesto –, aseguró que perdonaría a los corruptos, creando un manto de impunidad (que además sería ilegal, ya que si hay delitos se persiguen, más allá de lo que opine el presidente), entre otros deslices.

Pero quizá su mayor error fue haber caído en la provocación de Carmen Aristegui, quién casi literalmente lo forzó a comprometerse a una tercera consulta, ahora sobre la Guardia Nacional, investigar a los ex presidentes y la integración de su consejo asesor empresarial.

Los tres puntos son entre polémicos y desconcertantes. Sobre la Guardia Nacional, su partido ya presentó la iniciativa de modificar la Constitución para crearla y así militarizar la seguridad pública de forma definitiva. Así, el Congreso que él controla ya ha puesto en marcha el trabajo para construir su propuesta, más allá de lo que la gente pueda opinar el 2 de marzo, cuando sea la consulta.

Sobre investigar a los ex presidentes, es la brutal determinación de desaparecer la división de poderes y poner al servicio del mandatario la idea de a quién se procesa y quién no. Podríamos decir que es algo que ya sucede, pero la promesa no era esa: la promesa era justicia por igual. ¿Investigarán a alguien por el hecho de haber gobernado, aún si no hay elementos? Es un grave manejo de la legalidad.

Por último, el consejo asesor. El tema gira a la controversia, sobre todo entre sus seguidores, por haber incorporado a todos aquellos que siempre llamó la “mafia del poder” a su proceso de toma de decisiones. Siempre se criticó la cercanía de los gobernantes con la clase empresarial, y haberlos sumado rompe con el aura de pureza tan largamente construida.

Sin embargo, lo grave no es solo hacer otra consulta de dudosa imparcialidad, sino que López Obrador ha quedado atrapado en su toma de decisiones. Van dos consultas, ninguna de las cuales fue parte de la campaña: la del NAIM se decidió tras ganar y la del Tren Maya – y los puntos aledaños – nunca estuvo considerada hasta que la presión social lo obligó.

Esta última, es una trampa en la que él mismo se ha metido. Ahora ¿qué decisiones podrá tomar sin consulta? ¿Cómo se decidirá qué se consulta y qué no? Por lo visto, AMLO se ha vuelto rehén de las consultas, y cae en ellas bajo la menor presión.

Esto, sin duda, será una carga que tendrá que cargar durante todo su mandato.

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