¿Revocación de mandato? ¡A FAVOR!

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En la democracia actual, el pueblo no gobierna en ninguno de los sentidos de las palabras pueblo y gobernar. Lo único que hace el pueblo es elegir a quien va a gobernarle, a quien tomará las decisiones políticas vinculantes; pero el pueblo no decide absolutamente nada. En este marco, el gobierno en turno tiene mucha autonomía para tomar esas decisiones políticas.

La segunda pata del gobierno representativo es el Estado de derecho. Se espera que haya controles y rendición de cuentas que limiten la autonomía del gobierno. Sin embargo, en la democracia a la mexicana, el clientelismo neutraliza el control sobre los gobiernos que debiera darse por medio del premio y el castigo en las elecciones; a la par que la negación, la simulación, la corrupción y la impunidad permiten nombrar incondicionales a la cabeza de los órganos de justicia que debieran ser  autónomos, lo que neutraliza cualquier idea de control… y de estado de derecho.

Frente a este diseño institucional formal e informal es que requerimos darle más poder a la gente, permitirle que entre al cuarto de máquinas. La revocación del mandato tiene este rumbo.

Lamentablemente tanto nuestra clase política como muchos intelectuales sufren de un ánimo contramayoritario. No les gusta la gente porque, dicen, son tontos, no se informan, deciden con base en la pasión, no podemos dejar en sus manos las decisiones relevantes y, peor aún, huelen mal. Este ánimo contramayoritario ha tenido graves consecuencias. Por ejemplo, diseñaron toda una serie de medidas de participación ciudadana que tienen obstáculos y requisitos insuperables por todas partes. Diseñaron instituciones de participación ciudadana que tienen como objetivo principal evitar la participación a toda costa. Simular, como bien sabe hacerlo nuestra clase política.

Todavía con este ánimo contramayoritario, algunos intelectuales opinan que se deben concentrar las elecciones locales en las fechas en que se realizan las elecciones federales. ¿La razón? Darle más autonomía a los gobiernos federales y locales para tomar decisiones, porque si todos los años hay elecciones locales en algún lugar del país, la clase política se ve impedida de tomar las decisiones difíciles que generan una peor calidad de vida a la gente. ¿En qué momento la democracia significó tomar decisiones que empeoran la calidad de vida de la gente? ¡Atinó! Cuando fueron aprobadas las reformas neoliberales que se presentaron como la medicina amarga.

El centro de la democracia no es, no puede ser, la toma de decisiones que empeoran la vida de la gente, el centro de la democracia debe ser el bienestar común. Un gobierno representativo donde la clase política tiene tanta autonomía y donde hay un nulo estado de derecho necesita más -y no menos- controles. Es aquí donde la ciudadanía requiere más capacidad de interferencia e incidencia. Este es uno de los objetivos de la revocación del mandato.

Por eso es buena idea que la posibilidad de revocación pueda ocurrir siempre en el tercer año de gobierno, aunque nadie lo haya solicitado. Porque si abrimos la puerta a los requisitos, sabemos que en algo son expertos en la clase política con ánimo contramayoritario: en burocratizar y en simular.

Seamos claros: no basta con la revocación del mandato. Es necesario que se genere toda una serie de instituciones de democracia directa que den mucho más poder a la gente. La simulación de las consultas que se han realizado hasta ahora, lejos de ayudar, entorpece. Requerimos superar las dos propuestas actuales, ni gente sin poder, siempre echa a un lado; ni democracia plebiscitaria. Empoderar al pueblo resulta mucho más complicado, pero vale la pena.

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