Todos nuestros muertos

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Las cifras y el horror en México

Como “una volada” calificó el presidente de México los datos del diario Reforma, sobre un supuesto incremento de los homicidios en nuestro país, durante el primer mes de la nueva Administración.

Los datos del diario son resultado de su propia investigación y no responden a cifras oficiales, que al momento de escribir esto aún no han sido publicadas. Es un tema delicado, y preocupa la ligereza con que Reforma presenta su información, al igual que la liviandad con la que son descartados los números.

Al final, parece que estamos hablando más de política y de efecto reputacional, que de una verdadera tragedia nacional. Estamos hablando de gente asesinada.

Sabemos, por ejemplo, que van ya tres feminicidios en el Estado de México, en lo que va del año; la primera víctima fue una niña, asesinada a solo unas horas de comenzar el 2019.

Se llamaba Camila. Tenía 9 años y vivía en Valle de Chalco. Salió a las siete de la noche del 31 de diciembre a tronar cohetes en la puerta de su casa. La encontraron a las cuatro de la mañana en la casa de un vecino, semidesnuda, golpeada y estrangulada.

Si son 600 u 800 muertos puede servir para titulares, para fines políticos, pero lo que es un hecho es que seguimos matándonos. Y los nombres de las víctimas se pierden en un marasmo de presiones políticas y de impunidad.

La precipitación para crear la Guardia Nacional -Andrés Manuel López Obrador ya emitió una convocatoria para reclutar- cuando no hay ni una legislación pertinente, ni una verdadera estrategia de seguridad, no se puede tomar como una ruta seria para abatir la violencia.

Sobre todo, lo que nos recuerda esto es que no hay soluciones mágicas para la enraizada criminalidad que vive México. Un cambio de gobierno parece importarle poco, tanto al crimen organizado como a las personas que, por la razón que sea, encuentran en el asesinato un método para un fin.

En ese sentido, es crucial que la nueva administración ponga un mayor esfuerzo en la reconstrucción del tejido social, dándole a las víctimas visibilidad y apoyo, a fin de que contribuyan a sensibilizar al resto de la comunidad.

Tenemos que dejar de hablar de violencia solo como un fenómeno y más como una tragedia humana, en la que son personas quienes sufren y mueren. Personas con nombres, con rostros, con esperanzas rotas.

Camila es solo una de nuestras muertas, pero debemos recordar su nombre y conocer su historia. Debemos verla como un ser humano, uno de nosotros y no como una estadística. Tenemos que humanizar a los muertos.

Porque son nuestros muertos.

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